Manuel Gómez Poblete

Decíamos en nuestra edición del sábado -en la previa al aguardado choque entre Wanderers y la Universidad de Chile en Playa Ancha- que si bien en el papel, la visita contaba con todo el favoritismo (por inversión, plantel y unos cuantos etcéteras), en la cancha eran once contra once y que los caturros apostarían a dar un primer golpe... ahora de la mano del técnico uruguayo, Eduardo Espinel.

Es cierto, Wanderers jugó de "chico a grande" y apostando al contragolpe, pero lo hizo con una inteligencia y aplicación tal, que terminó por descontrolar a un cuadro universitario que para desgracia de Beccacece y sus hinchas, volvió a mostrar más de lo mismo.

Por el lado caturro, el aún diezmado cuadro porteño (que salvo por Nery Veloso, presentó una banca juvenil y canterana) sorprendió por su aplicación y espíritu de lucha. Un equipo corto, compacto y muy comprometido en sus funciones, no presentando forados en su última línea.

En el arco, Gabriel Castellón le hizo honor a su capitanía, realizando un partido brillante. Sólido, sereno, tranquilo... parecía un "viejo crack" bajo los tres tubos. No tuvo errores y dio seguridad. Por las bandas, el "Torta" Opazo tuvo un gran desempeño, guapeando y controlando las arremetidas de Beausejour. Por el otro costado, Federico Pérez no se adelantó tanto (salvo en las pelotas detenidas), pero cumplió con sus funciones de marca. Y al medio, los dos Mario (López y Parra) se brindaron por completo, anulando totalmente a un goleador como Felipe Mora.

Al medio, Matías Fernández explotó muy bien la banda derecha (tiene mucha proyección), García y Quiñónes cumplieron con el barrido, mientras que los uruguayos Terans y Pastorini, que debutaba oficialmente con la verde, mostraron pasajes más que interesantes, apoyando en ofensiva a un solitario Javier Parraguez que si bien no es muy técnico, ofrece lucha y potencia, matriculándose con un golazo -casi en palomita- tras un impecable centro de Terans.

Sumando todas estas cualidades y características, Wanderers sorprendió a la "U". Pero la gracia es que el compromiso y la aplicación de los porteños sea una constante y no algo casual o circunstancial, que se basó en los deseos por mandar en casa y derribar a un rival que de "galáctico" tiene muy poco.

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