Amigo de Neruda muestra su tienda de antigüedades
El anticuario que no le gusta que lo llamen así, porque "en Chile no existen", revela detalles inéditos de las múltiples visitas del premio Nobel a "El Abuelo".
Mirian Mondaca Herrera. - La Estrella de Valparaíso.
Cada centímetro de la tienda "El Abuelo" huele a historias desconocidas de los miles de porteños que alguna vez llegaron a ella para vender o comprar algún objeto, ya sea para rememorar un pasado feliz o para sentirse más cerca de una realidad que alguna vez quisieron vivir.
Lo cierto es que este representativo local porteño de calle Independencia 2071 fue testigo de innumerables momentos - que para su dueño, Pablo Eltesch- son imposibles de olvidar, como cuando el escritor José Donoso le firmó un libro o las ocasiones en que Enrique Lafourcade se paseaba por los pasillos mirando y "sin comprar nada", como confiesa el anticuario que prohíbe a sus clientes que lo llamen así.
Pero aunque su local, que también es su hogar, ha recibido a decenas de personalidades, ninguna se sintió tan en su casa como el poeta Pablo Neruda; cliente frecuente y amigo, primero, del padre de don Pablo (con quien comparte el mismo nombre) y, luego, del actual propietario.
Estrecha amistad
Apoyando su cansado brazo derecho sobre el mostrador principal, donde exhibe a la perfección sus objetos más valiosos y que no vende "ni por un millón de dólares", Eltesch se anima a contar sus momentos más íntimos con el premio Nobel. La jornada fue larga y la noche ya oscureció los pasillos de la tienda, pero eso no mina el entusiamo del comerciante de antigüedades.
Desde que la tienda se inauguró en 1960, Neruda siempre la tuvo en la mira y la convirtió en su lugar predilecto en Valparaíso para buscar objetos que después lucía en La Sebastiana, La Chascona y la Casa Museo de Isla Negra. Nunca se intimidó por los precios, que tampoco eran muy elevados, así que cada ves que llegaba a "El Abuelo" se iba con las manos llenas.
El porteño revela detalles de la actitud de compra del poeta y hasta se atreve a resaltar su espíritu de busca tesoros olvidados.
"Compraba de todo: objetos de trabajo, juguetes, relojes, postales eróticas. La virtud que tenía él, según creo yo, es que como viajaba mucho no buscaba lo que la gente acostumbraba en esa época. Entonces, eran cotizados los muebles ingleses y franceses, pero a Pablo Neruda no le interesaba encontrar eso acá; él buscaba todo lo que la demás gente desechaba", comenta.
La amistad que Neruda cultivó primero con el fundador de la tienda, y luego con su hijo, hacen a Pablo Eltesch recordar cada uno de los momentos que compartió con el poeta. Incluso, la última vez que lo vio con vida, pocos días antes de que muriera el 23 de septiembre de 1973.
La última compra
Casi como un presagio de que los objetos comprados en "El Abuelo" permanecerían para siempre en un lugar destacado de las tres casas del parralino. Esa última vez que intercambiaron palabras fue gracias a una compra del poeta, con la que se despidió de sus paseos de tardes enteras por la tienda.
Ese día, el premio Nobel le pidió a Pablo Eltesch padre y su hijo, que le llevaran un enorme molinillo de café, de más de un metro y medio de altura, a su casa de Isla Negra. Una antigüedad que antes había sido objeto de deseo y había intendado adquirir el ex secretario general del PS, Carlos Altamirano.
Pese a todos los intentos que Altamirano y el propio Neruda hicieron, fue el poder de convencimiento de la destacada muralista María Martner lo que marcó la diferencia y logró lo imposible: que Eltesch padre transara el molinillo.
Eltesch recuerda que su padre no quería deshacerse por nada del mundo del objeto, ya que por ser tan particular, planeaba dejarlo como una especie de logotipo representativo del negocio. Pero, después apareció la astucia de la artista.
"Vino la María Martner, porque vivía junto con Neruda y Matilde Urrutía en la Sebastiana. Resulta que ella le dijo a mi papá: dele el último gusto a su tocayo, véndale el molinillo. Y resulta que decidió vendérselo cuando le quedaba poco tiempo de vida", señala.
Tras esa conversación, cuyas palabras quedaron sólo entre Martner y el padre del actual propietario de la tienda, vino la entrega final. El comerciante comenta que "entre cuatro personas lo echamos a la camioneta de mi papá y partimos a Isla Negra a dejar el molinillo. Preguntamos por Pablo, pero mi papá estaba preocupado de que le dijeran si estaba durmiendo, porque a él no le gustaba que lo despertaran de sus siestas. Ahí nos dijeron que no estaba, así que dejamos la compra y nos fuimos. Resulta que al día siguiente vino con la Matilde Urrutia, porque él ya no manejaba, y dejó el cheque".
Ese objeto único que salió de la tienda de antigüedades de calle Independencia, hasta hoy permanece en una de las habitaciones principales de la casa museo. Alrededor de él, decenas de objetos también tienen el mismo origen. Cuadros, medallas, juguetes, postales, todas con pasado en "El Abuelo".
"se sentía superior"
Neruda no fue el único que visitó a sus amigos, ya que el propio poeta invitó a los Eltesch Mihoevic a conocer La Sebastiana. Finalmente, fue una reunión de Pablos: el poeta y padre e hijo comerciantes. "Esa vez yo tenía como 30 años y me acuerdo que él ya estaba enfermo. Me acuerdo que la cama que está en la última parte de la casa, la bajaron donde está el comedor. Ahí nos atendió acostado", señala.
Esa complicidad que alcanzaron los dueños de la tienda con el poeta fue producto de años de conversaciones sobre la compartida afición por los objetos antiguos. Lo que comenzó como una estricta relación entre comerciante y cliente, terminó siendo una amistad que llevó a Eltesch a conocer y lidiar con la personalidad, en ocasiones con toques de divismo, del premio Nobel.
Mirando fijamente hacia la entrada de la tienda, recuerda la ocasión en que tuvo un "encontrón" con el poeta, y que lo llevó a estar varios días sin dirigirle la palabra. Sobre ese día, recuerda perfectamente que "fue cuando el negocio estaba en la esquina de Rodríguez. Un lunes yo estaba solo en el negocio y resulta que el día anterior hubo un programa en la radio Minería del periodista Mario Gómez López, que comparó la pintura de Guayasamín con la poesía de Neruda. Resulta que cuando llegó y se puso a mirar cosas acá, le dije lo que había escuchado en el programa y me empezó a retar. Yo le decía que no era yo el que lo dijo, y ahí me piqué".
Después de esa discusión su amistad tuvo tensos días, hasta que fue el propio poeta el que remedió su error. "Venía a la tienda, pero yo ni lo miraba. Hasta que un día me acuerdo que estoy parado con un amigo y entra Neruda. Él caminó más de cinco metros hasta donde yo estaba para saludarme. Ahí se me acabó el enojo, porque valoré que él se acercara. Él se sentía superior, tenía un ego muy grande. De ahí, nunca más hablamos del tema", asegura.
de padre a hijo
Desde que en 1960, Pablo Eltesch y María Mihoevic abrieron la tienda, primero en calle Rodríguez y después en Independencia, la pasión familiar por las antigüedades perdura a través de su hijo, quien a pesar de tener siete décadas a cuestas, disfruta como un niño cada rincón de su tienda y no duda en contar los secretos que se esconden en la tienda.
El cristo con fama de pasado milagroso que su padre compró en una pequeña capilla olvidada en los cerros de Valparaíso y que el cura le entregó con la promesa de que jamás lo vendiera, o la estatua de madera de San Roque que atrae a los clientes, son algunas de las decenas de historias que Eltesch comparte amablemente. Relatos que cautivan, como para escucharlos en una tarde de invierno, junto a una taza de café.