Autos a escala: la muestra adulta de los 'micromachine'
Los aficionados a las colecciones tuvieron una particular cita en Valparaíso: aquí develaron sus tesoros plásticos y de metal sobre ruedas. Sepa de esta aventura tuerca en miniatura que ruge a fondo. Un pasatiempos de chicos y grandes.
Guillermo Ávila Nieves - La Estrella de Valparaíso
Con el rabillo del ojo, y con la ilusión óptica de distinguir aquel circuito en forma de óvalo que es el Nascar gringo, diviso a la bestia cilindrada por excelencia: El Chevrolet Camaro. Aquella exótica y veloz criatura que gustaba devorarse a los Mustang en el aguerrido mercado de los 'Pony car' en la época de las barbas, minis y patas de elefantes.
Allí, entre pequeñas joyas de cuatro ruedas alineadas desafiantes a la altura de una carrera perdida -su sello- del mítico Tony Bronson en Grand Prix (versión monitos), las poderosas -o también clásicas o modernas o como quiera especular- máquinas en miniatura son las vedettes de la jornada. Eclipsan todas las miradas. Son el verdadero objeto del deseo. Y también de compra y trueque.
La cita, como debe ser en un Olimpo automotriz: Salón de Honor, Octava Compañía de Bomberos, en Valparaíso. En el tercer piso, justo arriba de los carro bombas reales, unos 25 expositores (que bien podrían ser papás, vecinos o pareja de turno) y público heterogéneo devoto de un pasatiempo de culto, departen cofradía al unísono de las tallas tuercas.
-Y… al agua el número en la rifa. El ganador: ¡se lleva una camioneta Citroen! -acota un "juez".
-"Tendrás que deshacerte de ella que no sea donándola", gritan al lado del jurado, mientras un sujeto de mediana edad se acerca a paso desgarbado para recibir 'su premio'. Risas acá. Sonrisas por allá. Hay camaradería.
Exhibición de culto
Jesús Silva tiene 27 años, pero con el habla de un avezado académico. De Playa Ancha, lleva ocho años maquinando la organización y batuta en este tipo de evento, que se dan, en el caso de su grupo llamado Die Cast Chile (fundado en 2007) dos veces al año, ya sea en la zona y Santiago. "Esto se lleva de adentro. Nace de niño. Después se transforma en hobby", ahonda Silva.
Todo empieza, dice, con los regalos de la familia. Así se aficiona a los reales. ¿Su primer auto de la colección? Un Alfa Romeo 75, color rojo, de la mítica colección autitos Copec de los años 90'. Silva reconoce: "Es un consuelo al no tener uno real".
Al indagar entre expertos, un dato sale a luz: el mercado chileno no ofrece mucho a los ávidos coleccionistas. Por ello recurren a la importación en el extranjero o internet (e-Bay, Mercado Libre, etc.). Al crecer, se decantan por escalas específicas.
Las recomendaciones de Jesús Silva: para empezar, lo básico: Hot Wheels. "Seguro para el presupuesto. En ferias libres los hay por 1000 pesos". En la contraparte, tiendas especializadas, pueden vender un auto a escala sobre el millón de pesos.
Pero, ¿qué significa una escala en autos miniaturas (o micromachine)? Veamos. Existen variadas. Cada escala de autitos se indica como un cociente, que mide la proporción entre la réplica y el modelo original, de forma tal que, por ejemplo, la escala 1:18 indica que la réplica es un dieciochavo del original. Una escala 1:1 (uno en uno) se aplica a una réplica que es exactamente de la misma medida que el original.
También hay escalas más pequeñas, a valores elevados. ¿De qué depende? Del nivel de detalle: quién lo fabricó, cantidad de unidades fabricadas, el material del que está hecho. Por ejemplo, la resina es mucho más cara que el metal. "También la línea que consigues y cuántos estás dispuesto a pagar", agrega efusivo Jesús Silva.
Por lo general, uno sigue una determinada marca o temática específica (autos de película o militares). "Conozco gente que sólo se dedica a coleccionar Nissan (japoneses), autos europeos. El parámetro lo determinará el presupuesto", remarca Silva.
-"Seguro que esos tipos no tuvieron infancia". La frase puede sonar dura, y más en entre pasillos. También lapidaria y al hueso. Casi como las piedras que apuntaban a María Magdalena. Porque algo de eso suelen afrontar aquellas personas que hoy el carnet de identidad los sitúa en la mayoría de edad. El niño de todos.
Jesús Silva no se hace atado con estigmas. Ve más allá: el año pasado, Die Cast Chile participó en la exposición en el Duoc de autos clásicos. También en la Biblioteca de Santiago, en Batucana. "En lugares donde podemos difundir este sano esparcimiento".
Y así llegó a esta muestra otro coleccionista de fuste. Desde Iquique, como buen camionero de oficio, Erwin Maureira, a sus 42 años, aplicó freno a su marcha y se situó aquí, con su muestra. "Llevo 11 años coleccionando. No hay apoyo de la Municipalidad donde vivo, estamos solos", lanza dardos. Junto a él, 'los hijos' regalones que no pudo comprender del todo su ex mujer: una parte de los más de mil quinientos autos, y 10 mil en camiones que ostenta el nortino. De respeto.
Micromachine chuchú
-"Niño, por favor… ¡cuidado, es de colección!" Las palabras casi en tono de súplica ante la amenaza a uno de sus tesoros de reluciente estructura, es a lo que se exponen coleccionistas cuando de exposiciones (de juguetes) se trata. Pero eso es solo un pelo en la cola. La satisfacción de ver la cara de asombro en chicos (también grandes), es superior. Eso los motiva con tal pasatiempo. Y, a la pasada, así reclutan a más seguidores.
"A los 10 años me gustaron los camiones, sobre todo los americanos con rampa, tipo tolva", vuelve a la carga Erwin, el camionero. "Esto resulta costoso, el puro camión suelto puede salir 80 mil pesos. En septiembre me llegan ocho camiones arriba de 300 mil pesos. Pero esto es entretenido", se justifica.
Así lo ve Jaime Toledo, también de 42 años. Capitalino, lleva un año con este grupo. Hoy es su segunda presentación, de una colección formal que partió por intuición a los 18 años y que anota más de 100 vehículos micromachine desde 1985. Lo suyo, el ferromodelismo… como el que aquí emboba a muchos peques. "Seguiré participando. Me encanta cómo se les ilumina el rostro: eso quisiera lograr cuando tenga hijos", dice.
Para que se haga una idea. Uno de esos adultos locos por los trenes es el mítico cantante de folk-rock Neil Young: compró una quinta parte de la compañía Lionel en 1995. Esta empresa, para que dimensione alcance, firmó acuerdo para fabricar el tren en el que Harry Potter viaja a la escuela de magos. Y el Expreso Polar del filme digital protagonizado por Tom Hanks.
De vuelta, Alejandro Álvarez es de los más jóvenes exponentes. De Quilpué, a sus 21 años cuenta con dos en esto, hobby que debutó a los cuatro años... cortesía de un aún conservado Nissan amarillo. Partió, como bien decía el organizador Jesús Silva, con los Hot Wheels. "Baratos y los moldes buenos", acota.
Pero Alejandro, quien al lado de sus 200 piezas tiene como estampilla a la polola Viviana hoy fan del tema, brinda valor agregado. Se declara "maestro chasquilla" de sus enchulados bólidos Wheels. "Yo los pinto, quizás no pueda ponerle las ruedas de goma. Pero arreglo detalles como las rejillas y luces".
Currículum porta: tiene Ferraris, Lamborghinis, camionetas. También un aparte: trajo a sus mini máquinas chinas, de 1997. Una retroexcavadora hidráulica, otra asfaltadora y la grúa ploma de culto. "Con estas jugaba de niño. Ya podré competir con mis tíos de 48 y 35 años que me pegaron esto", autos que adquiere con su laburo en call center y clases de matemáticas.
Robert Barsby es de Chorrillos, en Viña del Mar. En su caso, los Matchbox -que destruía- fueron debut en las pistas. De allí, a sus dos mil tesoros, y entre esos, las potentes joyas del inicio del relato, los Camaros. De hecho, posee más de 500, con una vitrina exclusiva en su casa.
Eso sí, entre risa, dice, su señora ha puesto reparos: "Me dice que para qué compro autitos… si los voy a tener guardados en caja", sostiene con la picardía del que sabe de esto. Y vaya que sí: compra a través de eBay, a Estados Unidos. Entre 5 y 10 mil pesos. Hurga en la exclusividad. Así destaca un modelo: sólo se hicieron 500 unidades en una convección en EE.UU, del 2009. Gracia: le salió 100 dólares.
Pero también tiene otras piezas, de mil pesos de supermercados. "Los revendedores se aprovechan de ello y te los pueden vender en 30 lucas", advierte Barsby quien además se las apaña para trabajar en el servicio nacional de aduana, informática y hoy al lente. Así son estos fanáticos, unos todoterrenos de la pista 'micromachine'.