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El dique se queda sin abrigo en la bahía de Valparaíso

Debido a la construcción del Terminal 2, el astillero flotante deberá dejar su ubicación actual. En septiembre deciden si lo mueven hacia el Muelle Barón o lo envían a Talcahuano. Si eso sucede, casi 200 personas quedarán sin trabajo.
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Claudia Carvajal R.

Para un porteño es difícil imaginar la ciudad sin elementos fundamentales de su paisaje: la plaza Victoria, el reloj Turri, los ascensores, el molo de abrigo y también aquel armatoste metálico y rectangular, hoy pintado de azul, que está frente a la caleta Sudamericana (o lo que queda de ella): el "Valparaíso III", conocido simplemente como el dique.

¿Quién no se ha quedado pegado mirando cómo se hunde al recibir un barco? ¿cuántas veces no ha dado susto verlo tan, pero tan metido en el agua? ¿cuántos niños no han recibido las señas de sus trabajadores cuando pasan por su lado en una lancha colectiva?

Ese dique, que llegó a la bahía de amanecida, el 22 de abril de 1985, está en riesgo de salir de ahí. En el menos malo de los casos, tendrían que moverlo 700 metros al norte, hacia el Muelle Barón. Y en el peor, arrendarlo a Asmar, mandarlo a Talcahuano y finiquitar a todos sus trabajadores: a los 71 de planta y a los más de cien eventuales. Y con ellos también podrían perder ingresos importantes varias empresas contratistas y proveedoras. Sociber, empresa propietaria del dique, está avaluada en 14 millones de dólares.

La causa

Pero ¿cuál es la causa de esta delicada situación? Hugo Barra, gerente general de la empresa Sociber, lo explica: "A raíz de los trabajos de construcción del Terminal 2 el dique tiene que trasladarse a un lugar diferente, lo cual es absolutamente comprensible y necesario", dice en tono conciliador, aunque reconoce no entender como el gobierno maneja ciertas inversiones de Estado. "En Santiago hacen funiculares, autopistas, el metro...¿no habrá algo para Valparaíso? El Transantiago cuesta 2 mil millones de dólares al año y para que no afecte a las comunas del sector noriente de la capital, la Autopista Vespucio Oriente la van a hundir 40 metros y va costar casi mil millones de dólares".

Pero se están quedando sin opciones. Si bien no hay claridad de cuándo parte la construcción del Terminal 2 por parte de TCVAL -el proyecto está en evaluación ambiental y aún faltan 300 observaciones por subsanar-, en enero del 2017 el dique ya no debiera estar en su ubicación actual, según un acuerdo con TCVAL y EPV.

"No hay alternativa, porque el diseño del T2 no nos consideró, no pudimos participar. El proyecto podría haber sido un poco más acogedor. Hay uno que propuso el grupo Puerto para Ciudadanos, que lo separa de la costa y crea un canal entre medio. Ese es un proyecto maravilloso, pero que cuesta más caro y que también podría haberse evaluado", reflexiona Barra, mientras mira el astillero flotante, sentado en su oficina del edificio Soserval y que tiene vista privilegiada a la bahía.

En la incertidumbre

Y mientras Barra y el resto de los administrativos de la empresa chileno-española Sociber trabajan frente a sus computadores pensando en qué pasará con todos ellos en unos meses más, sobre el agua 160 personas trabajan sin parar encima del dique. Tienen que terminar pronto la remodelación de un buque de pasajeros que hasta hace poco hacia viajes en el sur de Chile y ahora se dedicará a hacer turismo en las Islas Galápagos. Los trabajos incluyen hasta la construcción de dos suites de lujo, por lo que hay personas de distintas partes del mundo y especialistas en diversas áreas metidas en el "Valparaíso III" día y noche.

Y en una oficina habilitada en un container en la parte más alta del dique, el presidente y el secretario del Sindicato de Trabajadores del dique "Valparaíso III" analizan el actual momento que vive la empresa. Dicen que pega no les falta, que al año reciben entre 22 y 27 naves, que de todo el mundo los prefieren a ellos porque son los más rápidos y profesionales, a pesar de que muchos nunca estudiaron y se formaron ahí mismo, aprendiendo del que llegó antes.

"Acá cualquiera puede trabajar, sólo necesita las ganas", asegura Patricio Troncoso, presidente del sindicato y quien lleva 15 años en la planta. Llegó cuando estudiaba informática y ahora es parte de los administrativos. Y así ha ocurrido con muchos, que partieron como aprendices y ahora son maestros en su área.

Pero hoy la amenaza de perder su fuente laboral los tiene a todos nerviosos. "La incertidumbre que tenemos en estos momentos es grande, porque no sabemos qué pasa con el Terminal 2, qué pasa si nos corremos más allá o si no vamos a poder funcionar en la bahía. Si eso pasa tendríamos que finiquitar a toda la gente", dice con amargura Troncoso.

Como hasta ahora nada es seguro, los funcionarios del dique no se pueden proyectar, ni hacer planes. Tampoco el sindicato tiene la posibilidad de armar algún plan, como buscar alternativas de capacitación para que puedan reinsertarse después.

"Muchos tienen hijos en la universidad, preguntan todos los días y ellos saben lo mismo que nosotros", advirtió el dirigente.

Según el gerente Hugo Barra el plazo fatal es septiembre. Ahí tendrán los resultados del estudio que solicitaron con el fin de determinar si es seguro o no moverse los 700 metros al norte. "Espero que la buena estrella que hemos tenido siempre siga triunfando", dice esperanzado el ejecutivo, pero advierte, "contra la naturaleza nada podemos hacer".

Barra se refiere a las amenazas climáticas a la que quedaría expuesto el dique en la nueva ubicación. Ahí mismo hace un par de años naufragó el buque "Cerro Alegre" en medio de un gran temporal. Y si siguen las marejadas y los temporales como los del 11 de agosto del 2015, la historia podría ser negra para el dique.

¿y ahora qué?

Patricio Troncoso comenta que el promedio de edad de los trabajadores del dique es de 50 años. Varios llevan tres décadas en la empresa y algunos hacen trabajos tan específicos que sólo son necesarios ahí. "¿A las personas que están entre los 55 y 60 años donde las reubicamos?", se pregunta el presidente del sindicato. Y él mismo se responde: "Es súper difícil. Sólo podrían trabajar en otro astillero y el más cercano está en Talcahuano. Lo otro es hacer pegas por faenas específicas, pero nada más".

En el dique trabajan pintores, soldadores, mecánicos, prevencionistas de riesgos, ingenieros, cocineros. Y cuando la obra lo requiere se contratan a otros especialistas.

Gonzalo Quezada lleva 28 años trabajando en el "Valparaíso III". Llegó junto al "Copérnico", el segundo barco que varó en el dique y para él su vida es subirse todos los días a la estructura metálica. Asegura que ningún día es igual a otro, que siempre hay un desafío nuevo, una aventura: "De pronto uno mira el barco que llega, todos los problemas que tiene y dice 'cómo lo hacemos' y siempre se logra".

Es que no siempre los barcos vienen con manual; hay que ocupar el instinto y aplicar el conocimiento adquirido en faenas anteriores. Quezada recuerda con entusiasmo la época en que se llenaba de barcos pesqueros. Y esos sí que llegaban en malas condiciones. Todos abollados.

Quezada recuerda su momento más duro arriba del dique: "Se suponía que era una maniobra común, igual que todas las veces, pero como habían trabajos inconclusos del contratista, el buque tuvo una escora grave (inclinación), hubo daños en el dique. Empezamos en la mañana temprano y se nos hizo de noche y justo ese día me tocaba quedarme de guardia. Fue complicado, hubo que achicar estanque, había problemas de iluminación y me tocó quedarme solo, nervioso, medio asustado. Fue una experiencia única".

Según este trabajador la mayoría se mantiene tantos años ahí porque cada día tiene su afán. "Se cumplen muchas metas, muchos desafíos, incentiva mucho a superarse".

Pero ahora en el dique reina la incertidumbre. Trabajan pensado en que en diciembre tal vez se queden sin el abrigo que siempre habían sentido al subirse al dique.