La historia de Óscar Zamora, el cura más deslenguado de Chile
Sus misas son un descarnado análisis del Chile actual. Allí dispara contra los políticos, la corrupción y hasta la propia iglesia, echa tallas al público y no se urge si con el entusiasmo de la prédica se le escapa un garabato. Es bueno para la pelota y el fernet y, sobre todo, para la guitarra. No se extrañe si lo encuentra cantando en algún local nocturno...
El cura Zamora viene de celebrar una misa y va camino a bendecir un matrimonio que renovará sus votos en Valparaíso. Mientras conduce, habla por sus manos libres.
"Cuando llego, le pregunto al esposo cómo lo hizo para llegar a tantos años... Me dice que es amor y ahí yo le digo 'no, weon, es que no te han pillado'...", cuenta entre risas.
Los que conocen al cura Zamora podrían llegar a espantarse con el estilo deslenguado, directo, ácido e irónico del presbítero de la Parroquia Nuestra Señora de Andacollo.
De hecho, los feligreses que se topan por primera vez con él en un misa no dan crédito a lo que escuchan y ven: un sacerdote que, en su prédica, camina entre el público, echa tallas, habla como todo el mundo, hace crítica social y hasta entona payas.
Sin dejar de lado la fe y la religión, el cura Zamora practica un estilo que se acerca más al stand up comedy que a la prédica tradicional: habla sin miedo a golpear la mesa, develar pecados -incluidos los propios- y criticar a los poderosos y los intocables, incluidos los políticos, los poderosos, los medios y hasta su propia iglesia.
Oscar Zamora, de quien podría decirse es el sacerdote más deslenguado de Chile, se ha ganado su espacio. Sabe que genera extrañeza y hasta rechazo entre algunos fieles. En un misa fúnebre celebrado hace poco en Playa Ancha, tras una intensa prédica que incluyó algunas tallas que sacaron risas entre la concurrencia y "palos" para Penta, Karadima, las farmacias y otros, el sacerdote remató diciendo: "Yo sé que algunos se van a ir pelando, pero si no les caí en gracia, recen por mí para que me convierta...".
Pero lo cierto es que su discurso y la forma de relacionarse con la comunidad convoca, atrae y sorprende. De hecho, este año fue condecorado como Ciudadano Patrimonial de Valparaíso y distinguido por el alcalde Jorge Castro, quien ha declarado su admiración y estima por el sacerdote, aunque tampoco se salva de su ácida lengua.
"Yo soy igual en la vida y en la misa; si se me sale una chuchada, se me sale no más. La gente que me conoce no dice nada y los que no, simplemente se espantan", dice Zamora.
"Trato de ser lo menos grosero posible, pero se me sale 'estamos en la mierda misma', 'puta que soy weon' o 'para qué nos hacemos los giles si estamos cagados'. Otra que repito es decir que 'somos naturalmente adúlteros'... Son frases típicas", reflexiona.
Aunque su estilo rompe esquemas dentro de la iglesia, Zamora tiene claro que, para fomentar la fe y el compromiso con la iglesia, no basta con tener un discurso "cercano".
"Yo conozco en el mundo grandes oradores, la palabra atrae, pero lo que acarrea es el ejemplo. Los jóvenes se reencontrarán con la iglesia cuando vean curas consecuentes. Los curas hablamos del amor, del perdón, de un montón de cosas, y a mí en lo personal, hay curas que no me saludan y no les creo el discurso", afirma.
Rechazado dos veces
El estilo del párroco de Nuestra Señora de Andacollo no es lo único fuera de serie. También lo es su vida, considerando en la imagen que el público comúnmente tiene de un sacerdote.
"Yo voy al rodeo,bailo, soy bueno para la cumbia, el merengue y la bachata. De hecho, he tenido que enseñarle a varias personas... El sacerdote es una persona normal, comerse una pizza, andar de jeans, tomarse una cerveza... Eso lo dijo el Papa y ufs, ¡al fin alguien cuerdo!", reflexiona.
Su vida, con y sin sotana, está regada de acontecimientos de aquellos que marcan.
Donó un riñón y es el mayor de cinco hermanos, para los que fue casi un papá. "Mi padre trabajaba en la KDP y cuando fue el golpe militar, todo se terminó. Entró en depresión, cayó en el alcoholismo y tuve que asumir el rol de segundo padre con mis hermanas chicas. Las mudé, llevé al colegio", recuerda.
A los 9 años se fue a trabajar a la feria en Quilpué. Siguió sus estudios en colegios de números y vivió la pobreza. "Mi abuelo me llevó a trabajar a la feria, al lavadero de oro del Marga Marga, en la construcción... Había que parar la olla", dice. Lo que conseguía lo sumaban a lo que lograba su madre en el empleo mínimo.
Tenía 17 años cuando lo invitaron a ser parte de un movimiento católico, dependiente del seminario de Lo Vásquez. Al poco tiempo, lo echaron. "Me dijeron que me fuera porque no tenía el perfil que necesitaban", explica.
Tras ese portazo, lo intentó en San Felipe, pero el sicólogo del lugar dijo que no era apto y también lo echaron.
Abatido, partió a Argentina, hasta donde llegó golpeado por la situación política y social del país. "Podría decirse que fui uno de los 'beneficiados' de la beca Augusto Pinochet", dice.
Al otro lado de la cordillera trabajó de albañil y enfierrador. Descubrió que tenía un problema en la cervical y se operó. Pololeaba y hasta ofreció matrimonio, pero no pasó del anuncio.
Unos curas de San Luis lo invitaron una vez más a ser parte de la iglesia. Fue admitido en el seminario, con tan mala suerte hizo que el día antes de presentarse, participara de una riña con el capataz de la construcción en que trabajaba. "Al seminario llegué con una mariposa y moreteado", recuerda, "nos sacamos la chucha".
De carne y hueso
En algún momento Zamora emigró a Italia, donde estudió en la Pontificia Universidad Gregoriana. En ese país sacó a flote su pasión por la pelota: "Pego hartas chuletas en la cancha", reconoce el cura, y agrega: "Podríamos decir que jugué en el fútbol italiano".
Tras recibirse, comenzó a trabajar en las iglesias del movimiento de los padres vocacionistas. Fue ordenado diácono cerca de Florencia y sacerdote en Roma, en 1998. Luego de eso estuvo a cargo del Santuario Santa María Di Valleverde, en Bovino.
Allí, confiesa, se portó mal: "En mis andanzas, también cometí muchos errores, la espontaneidad me llevó a cometer errores desde el punto de vista de la obediencia, de la castidad, y tuve mis historias y errores", reflexiona. "Yo soy de carne y hueso, no soy ni de acero inoxidable ni de vidrio", agrega. Zamora no le tiene miedo a la verdad.
A chile
De vuelta en Argentina, donde estuvo otros ocho años, sintió que su destino era Chile: debía ser sacerdote en su tierra.
El cura Reinaldo Osorio, hoy presbítero en Chorrillos, ya le había manifestado su deseo de que pisara suelo nacional. "Yo le dije que no me sentía preparado para trabajar en la iglesia chilena y él se puso a reír y me dijo 'lo que pasa es que la iglesia no está lista para recibirte a ti'", recuerda.
Así pavimentó su regreso a Chile. Conocía al padre Gonzalo Bravo -hoy párroco de La Matriz-, pero cuando llegó a Chile fue a buscar espacio, sin éxito, en la diócesis de San Felipe. Felipe Fonseca, un cura del que había sido monaguillo cuando tenía 17 años, lo llevó donde el obispo Gonzalo Duarte. Tras ello, encontró una iglesia: la parroquia Nuestra Señora de Andacollo.
Un rock star
Así como no tiene aspavientos para decir las cosas por su nombre, el cura Zamora tampoco se arruga a la hora de arremangarse la sótana y prestar ayuda. Para el mega incendio de 2014, tomó la pala y se puso a sacar escombros; y tras el terremoto y tsunami de 2010, agarró un megáfono para pedir ayuda para los damnificados.
Tampoco oculta su lado más terrenal: "Soy payador, hago décimas y tomo la guitarra en la misa y en 'El gato en la ventana', donde unas mujeres pensaron que estaba disfrazado porque andaba ahí a la hora del carrete con mi cuellito", cuenta. También ha cantado en locales de subida Ecuador y Cumming, y es parroquiano frecuente de "El rincón de las guitarras".
"Tomo cerveza, vino, y harto fernet con bebida", detalla sin pudor. "Somos gente normal, ¿o acaso la gente cree que hacemos agüita bendita en el baño?", lanza al viento.
"Hay gente que se ha ido de la iglesia porque el tipo de cristianismo que hay no sirve. Tenemos un Chile lleno de colusión, corrupción, fruto de un mal cristiano. Si un comunista se equivoca decimos 'claro, no cree en Dios', pero tenemos gente de iglesia, curas, políticos y empresarios que son de misa dominical y que 'cagan' a sus hermanos, tenemos un Jovino, un Longueira, de misa dominical, que han robado plata y han sido corruptos y sucios. (Ellos) han seguido esa forma tradicional de dejar a Dios encerrado en la iglesia y eso no nos sirve", reflexiona.
Sus críticas también apuntan a los escándalos al interior de la iglesia: "Cuánto nos costó meter preso a Karadima, hace cuánto tiempo que los obispos sabían que Karadima tenía la cagada y nadie hacía nada (...) Yo lamento que los curas, obispos y cardenales se escondan. Hay que decir la verdad. A mí me echan a la misma bolsa, pero yo si he cometido ilícitos, tengo que pagarlo y ser valiente, creo que eso ha perdido la iglesia", dice Zamora.