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'Xpo Papito': el museo al aire libre que inspira oda a la cana

Conozca un espacio en Valparaíso que reúne la trayectoria y experiencia de un ex reo que purgó pena por 25 años en Chile y el extranjero. Una historia de reinserción social de la mano de Raúl Guzmán en este museo hecho a su pinta.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso

"Recoge mijo/ mira que vas pa' la calle/ dile a Pancho/ que me mande algo pa' la comisaría". El ambiente suena a encierro, como aquella sensación que acompañó a nuestro personaje hasta su última condena en la cárcel de Valparaíso, en la celda n°123.

Una sintonía que no calla, aún en libertad. La misma estrofa al canto del combativo sonero cubano Ismael Rivera. De hecho, aquí se percibe audio de Pérez Prado y boleros de etílica amanecida del mítico Lucho Barrios.

Es el 'soundtrack' de la cana que se escucha, pero ahora no desde los antiguos barrotes que miran al infierno de un hombre al cual le decían "Papito", sino desde una atractiva casona que visualiza horizonte. Despejado, como el cielo de hoy 1 de septiembre que ilumina los cerros de igual intensidad que la nueva vida de "El Papito", el sujeto de aspecto corsario detrás de esta idea revolucionaria que se tomó, a su semejanza, una esquina en el cerro Panteón.

Estamos en "La sala del artista". Recuérdelo: aquí se vive una transformación del preso al artista. La vedette del lugar donde asoman gigantografías de la cárcel. También un deslumbrante espejo. Y una cita de José Vilches, un interno que aún purga condena (le quedan años): "La ciudad se convierte en un sueño para nosotros: es un espejismo, una ilusión, por ahora inalcanzable".

Allí, en un entorno que da la bienvenida al curioso en busca de lo que significa haber sido testigo directo de los centros penitenciarios, se encuentra el maestro a cargo del tour del museo de aire contemporáneo. "Sácate las manos de los bolsillos", dice de entrada. Un módulo simula aquel procedimiento de registro que deberá afrontar el "visitante", y con ello, la ficha técnica que sacará su radiografía delictual. Porque aquí, como en una cárcel, todos son sospechosos de algo...

Y nadie mejor que "Papito", quien con un cuarto de siglo de cárcel en el cuerpo, instruye en el novedoso arte del recorrido cargado a los barrotes. Un muro interno que, como la obra cumbre de Pink Floyd, The Wall, "se destruye" al presenciar cuatro temáticas salas que componen una pinacoteca tatuada al lienzo del reo. Que quede claro: todo el material, sea fotográfico, mobiliario, textos y hasta una puerta original de una celda, proviene de la misma cárcel porteña.

Porque eso es Raúl Guzmán Meneses, "El Papito", un sobreviviente a los calabozos de Chile, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina. Pero toda esta 'choreza' tiene un principio. Entró al mundo del hampa, curiosamente, también en septiembre, por necesidad y hambre, al meter mano en bien ajeno. Paralelo, caminó con gente despierta, hasta dormir en la cana a los 11 años de edad. Siendo el penúltimo de 9 hermanos y oriundo de la Estación Central, en Santiago, fue el único "choro" en su familia.

"Papito" guía

Seguimos sus pasos. En medio del recorrido virtual, nos sumergimos en el salón 1, 2, 3 llamado "En la carreta". Es momento de confesiones. Y así lo entiende Raúl, quien junto a su sobrina nieta Javiera Guzmán, de 19 años, procede a confesar testimonio a La Estrella, mientras se apoyan sobre un sillón, cuyo frente da a una cocinilla con tetera, tostador, dos ollas y platos. Lo indispensable para sobrevivir en un rincón carcelero. "Nunca pensé que en la vida se me diera la oportunidad de trabajar con un ex reo. Estoy contenta, y más por mi tío. Cumplió su sueño", lanza orgullosa "Gaby". Así "Papito" apoda a Javiera, su "amiga, sobrina, socia y compañera". "Es difícil para ella, todo es cana", agrega Raúl Guzmán. Porque estar relacionado con fierros y coa, el lenguaje del delincuente, no es para cualquiera, acuña emocionado "Papito". La entrevista sirve de excusa, entre lágrimas contenidas pero con ojos vidriosos, para pedirle disculpas a su sobrina por todos sus cambios de temperamento y gestos. Sólo sabe de negro y blanco a la vibra, nada de grises: existe intensidad en el alma de Raúl Guzmán. Y un corazón a prueba de todo. "Soy de verdad", remata quien asegura que lo suyo jamás tuvo que ver drogas o narco, sino el ser lanza; ladrón de cuna callejera. "Ella -su sobrina- empieza y terminará esto". A lo que se refiere "Papito" es al museo, que hoy abre sus puertas en calle Dinamarca. Una obra que les tomó años en conceptuar y tres meses en materializar gracias al apoyo de 20 familiares y una donación del inmueble de dos pisos. También el espaldarazo de profesionales.

Uno de ellos es Julia Koppetsch, museóloga, encargada de darle vida, cuidado y onda al museo. De Berlín, llegó a Chile en 2007 para una práctica. El país la cautivó, y Valpo la flechó. En 2010 se instaló en los cerros porteños. Hace tres años su vida se cruzó con la de "Papito". Como todo en el ex delincuente nacido en La Serena, las vibras inyectaron optimismo. "Él trabajaba como nochero. Al saber lo que yo hacía, me la tiró de una: podríamos hacer una sala museo juntos. No creí mucho". Al final, todo se concretó. El llamado 'Xpo Papito': "La experiencia de ver un proceso de transformación. Es un personaje vivo del ser porteño que vale la pena conocer", argumenta la alemana.

Cambio de chip

Vuelve y suena al imaginario, Ismael Rivera: "Cuándo yo saldré, de ésta prisión/ que me tortura, me tortura mi corazón/ si sigo aquí, enloqueceré".

"Papito" no se separa de su nieta. Tampoco de familiares cercanos como la mamá de la "Gaby". "¡Feliz! Estamos apoyando a nuestro tío y a mi hija, estoy contenta por ella", emite con dicha. Casi de la misma forma, se expresa con pecho de paloma Luciano, maestro de construcción, que conoció a Guzmán el año 2000. Junto a él, otro sobrino de "Papito", Marco Guzmán, dice: "Así es mi tío como lo ves, siempre hueviando, siempre optimista".

Luego de pasar presidió internacional, Raúl Guzmán vuelve a Chile a fines de los ochenta. A sus treinta y tantos, lo mano larga pudo más. "Hice unos asaltos del bueno, tuve mujer, hijos... no doy más y vuelvo a caer en el norte el 1991, me fui contra el sistema y la cárcel". Estuvo preso "una cachada de años" en Iquique Antofagasta, Tal Tal, La Serena, Vallenar, Colina y Valparaíso. De aquí sale en 2001, ya con trabajos para el Parque Cultural de Valparaíso (Ex Cárcel). Y la reconversión del sujeto carismático que se hizo a sí mismo en las mazmorras a través de la dramaturgia, los versos y la actuación. Su escape.

En un rincón de la sala, sumido en un bajo perfil detrás de un mesón salpicado a las cervezas artesanales que aquí se ofrecen, está un tipo que representa mucho para "Papito". Alguien que se ganó el respeto de los caneros desde afuera, para lograr dar vida a uno de los registros más potentes en la historia documental chilena. Hablamos de Cristóbal Vicente, porteño, que hoy vive en la ondera Limache. El todoterreno cineasta y escritor de "Arcana", le tomó un año penetrar en la piel de aquellos penitentes sin rostro. Les dio luz donde no la hay. "Estuve seis meses yendo a la cárcel, ya que vivía al lado. Y otros seis meses para filmar", eso antes que dicho centro penitenciario se trasladara a La Pólvora. "Me gané la confianza de a poco". Y uno de ellos fue "Papito" con quien hizo buenas migas. "Siempre lo apoyé en su proceso de reinserción social". No obstante, se demoró 8 años en hacer la película y 11 en el libro.

María Teresa Osses, asistente director del Parque Cultural, se pasea en los pasillos como 'Celda 123' y 'El paso del tiempo'. "Me interesa todo lo que hace. Lo conozco hace un año, mi primera impresión: se trata de un tipo rudo, pero luego se suaviza". ¿De roble a palmera?, cae consulta: "Algo así. Me encanta, es una persona muy valiosa", remata Osses.

La porteña Carolina Vásquez, fotógrafo de la escuela Cámara Lúcida, conoce a "Papito" del 2000. Ambos hicieron mancuerna con una muestra de culto: 'Exposición el día'. "Me interesa colaborar con proyectos así. Él (Papito) es una persona que sabe aprovechar las oportunidades de la vida".

"Papito" está exultante con su proyecto, agradece a su esposa. Y reflexiona: "Aún siendo reo, tengo el corazón de pulento. Las minas no nacen putas, el delincuente no nace así".

Ismael Rivera ya lo cantaba: "Las tumbas (prisión) son pa' los muertos/ ¡y de muerto no tengo na!".

"¡Chao, choro!". Es la auténtica despedida de Raúl Guzmán, el hoy buen "Papito", aquél de las ex historias de cárcel.