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En el retiro de Quilpué

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"Respetuoso de las leyes de la naturaleza", se retiró de las epopeyas marinas a los 50 años. Ahora vive en Quilpué. Conocida su simpatía por el Gobierno Militar, una vez entrada la democracia, "algunos me tiraban hasta huevos", recuerda de cuando compraba pescado en el Mercado Central porteño. Fundó su conocida academia de nado "Los delfines". Por un voto perdió que le pusieran su nombre al Polideportivo de Playa Ancha, algo que aún le duele. Sobrevivió a un infarto cerebral.

Travesías de fama mundial

En 1981, cruzó las peligrosas corrientes infestadas de tiburones en el Estrecho de Gibraltar, con un récord por 15 años, de 3 horas y 27 minutos. Para 1982 fue el primer chileno en completar el cruce a nado del legendario Canal de La Mancha. Fue pionero en atravesar Canal Chacao; y 1987, otra joyita: único hombre en concretar una travesía a nado con tiempo de 34 minutos, en la Antártida.

Víctor "Tiburón" Contreras, el primer piquero del campeón

Recién cumplidos sus 71 años, un recorrido al despertar del gran nadador porteño, antes de sus míticos cruces -y marcas- en aguas abiertas internacionales.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso

Vivir para él era nadar. Un viajar nadando. Dormir nadando. Hacer posible lo imposible nadando: mar adentro, promediaba 70 brazadas por minuto.

El supuesto manual del arquetipo nadador exitoso rubrica: triángulo musculoso a la espalda, metro noventa de altura y óptima alimentación. La anatomía perfecta.

Sin embargo, Víctor Contreras Olguín, a diferencia de aquellos espigados delfines ¿humanos? pro Olímpicos tipo Michael Phelps, en su tiempo de gloria (que supo exprimir en una década), echaba al agua cualquier teoría científica: abdomen calórico, 1.64 de porte y corderos asados al diente como dieta (ahora padece diabetes).

Su más tierna infancia lo remonta a la calle Lastra, en Colón. De allí era y vivía. Como un roedor, ya a los ocho años se metía por los cauces porteños: atravesaba avenida Errázuriz hasta salir a la costanera para un clavado directo al mar.

Sus influencias al agua: un tío nadador, Eduardo "Lalo" Olguín, y el actor que hacía de tarzán cinéfilo -y campeón olímpico- Johnny Weissmüller, "no me perdía película de él", dice Víctor "Tiburón" Contreras, un apodo que cayó de una anécdota.

Nadaba, habitual en él, de caleta El Membrillo hasta la punta del Faro, una distancia de 3 mil metros. Un día sintió ruido de motor. Unos tipos le dieron la mano para subir al bote: "¡Mira bien!". Al costado del hoy pensionado Contreras, y mientras braceaba, vio tres aletas… a la más grande le faltaba un pedazo. "Me pudieron haber hecho ceviche esos animales", acota.

Justo al llegar a la orilla, el periodista de Radio Portales, José Luis Estay, captó el hecho. "Espeluznante odisea vivió nadador porteño al casi ser devorado por tiburones". Esa noticia salió publicada esa misma tarde en La Estrella de Valparaíso. Desde ese día, quedó como "Tiburón" Contreras. "Un apodo que me llena de orgullo", remarca el hombre récord chileno de gestas.

Para el electricista técnico y wanderino de corazón (aunque con ojitos a la "U"), quien el pasado 14 de septiembre cumplió los 71 años de edad, en retrospectiva, de peque el Océano lo fue todo. Tras zafar a otra aventura en la cual salvó a un perrito Pequinés del bravo mar porteño a los 12 años, y mientras era escoltado por Carabineros, vio la luz. "Supe que de ahogado no me iba a morir. Me di cuenta que tenía aguante para el frío en el agua. Veía como una aventura entrar al mar".

Gesta (a)-cuática

Ya no era un lolo. Al asomar la barrera de la treintena de edad, su primer gran desafío: en 1979 presentó un proyecto al rector Matías Valenzeula Labra (capitán de navío en retiro): el homenaje a los 50 años de la PUCV. Para ello se preparó en la piscina de la Escuela Naval. Entrenaba tres veces al día. Tenía acceso exclusivo a las llaves para chapotear a las tres de la madrugada. También salía a correr a las siete de la mañana con traje de baño, gorra y lentes. "Decían que un tipo loco andaba en pelota a esa hora. Era yo que me lanzaba al mar".

El asunto es que el académico Valenzuela le envió una carta al almirante José Merino, quien le brindó apoyo. Así comenzaría su estrecha relación deportiva con el alto mando castrense, incluso con la venia del general Augusto Pinochet. Se sabía que dos chilenos habían fracasado en el intento de dicha travesía.

Ya en el Estrecho de Magallanes, tenía que sortear una fuerte corriente de ocho nudos. En él vio intentos frustrados. Al final, un comentario. "Este chileno va a cruzar aunque sea a los balazos", lanzaron los militares. Y no fue chiste: corrió pólvora. El asunto era nadar y nadar. Por la mitad del cruce, "Tiburón" que eleva la cabeza y los de la embarcación CADE le decían, "sigue, sigue".

Contreras, agrega: "Marcaba 56 minutos: tenía el registro mundial en ese momento". Pero había un saliente: la corriente lo desvió y capotó con el récord. Al final, terminó en una hora, 20 minutos y 6 segundos. "Después supe que lo que yo sentía como balas al nadar eran pájaros carneros que me estaban atacando. Así le sacan los ojos a los lobos de mar". Un teniente que lo acompañaba en la proeza apretó del gatillo para espantar las acechadoras aves.

Ahora venía el turno de lanzarse al Canal Beagle. Para ello pasó todo un año preparándose: entrenamientos y sobrealimentación eran sus escuderos en la minuciosa planificación. "Mi alimentación era completa: cereal, pescados y mucha carne". Asegura Víctor Contreras que jamás se pichicateó, "cero estimulantes, mijo; no como hoy". Antes de zambullirse, se untaba aceite de lobo de mar. Nada de vanguardistas trajes térmicos en gélidas corrientes. Sólo la piel cubierta de grasa animal en ajustada zunga.

Comía como bestia, añade, y siempre le apostaba a su resistencia física. Cuando el hombre de 1.64 llegaba a un lugar, la gente se preguntaba, "¿ése es el "Tiburón" Contreras?". El porteño de Colón no se amilanaba: "Se imaginaban un hombre esbelto. Un manso pesca'o de 2 metros. Yo les decía: soy chileno, bajo y soy como soy. Tengo cara de americano yanqui, pero de Llanquihue…".

Después llegaría Cabo de Hornos y lo que vendría a continuación: las travesías internacionales que lo harían hito mundial al Canal de la Mancha y Estrecho de Gibraltar (motivo de otro relato).