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Emprendedoras porteñas: su lucha por ser líderes del mañana

En la zona, se tejen historias. Algunas de esfuerzo; otras de talento. Pero todas con un denominador: mujeres que sacan adelante a sus familias. Sepa de la innovación femenina puesta al servicio de los pequeños -pero pujantes- negocios.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso

Una vieja anécdota habla de tres picapedreros a quienes se les preguntó qué estaban haciendo. El primero contestó: "Me estoy ganando la vida". El segundo siguió martillando, mientras decía: "Estoy haciendo el mejor trabajo de corte de piedra de todo el país". El tercero miró hacia arriba… con un resplandor visionario en sus ojos y dijo: "Estoy construyendo una catedral".

Más menos es así. A lo largo de la historia, el artesano que había adquirido un oficio después de cinco o siete años de aprendizaje conocía, al llegar a su primera veintena de edad, lo que iba a necesitar usar. Eso durante toda su vida.

Hoy, el cotidiano -y con crisis- apura. Los emprendimientos requieren no sólo de una educación formal sino, en este caso, la habilidad para adquirir y aplicar conocimientos teóricos y analíticos. Requieren, en realidad, de un enfoque diferente del trabajo. Por ejemplo, el hábito del aprendizaje. Otorgar valor a los productos. También la actitud.

Y eso es lo que proyectan, día a día, mujeres que se han puesto el overol para liderar proyectos, ideas y sueños. Sueños cargados al sustento. Y viabilidad.

Según la última encuesta de Emprendimiento y Género del Ministerio de Economía, un 38% de los microempresarios de nuestro país son mujeres. No es todo: de éstas, un 40,8% son jefas de hogar.

Nunca fue más cierto eso que ellas representan el sostén, en ingresos económicos. Una fuerza productiva potente dentro de la maquinaria comercial que se abre paso en Chile.

Obrar talento

La señora Gladis -como prefiere que la llamen- es mapuche - huilliche, con orígenes en Chiloé, en la isla de Apio. Casada y con dos hijos ya mayores, hoy vive en Playa Ancha. A veces una cosa lleva a la otra. También el apremio económico. Así, de la noche a la mañana, supo que tenía aptitudes para trabajar el metal. Hoy es una fiel exponente de la fina orfebrería étnica. Talento que pudo perfeccionar en los talleres de la comunidad mapuche porteña llamada "We Folilche Amuleaiñ", en cerro Cordillera.

Confidencia que al año, ella participa en 10 ferias en la zona. Todo partió cuando un joven orfebre mapuche le enseñó a hacer un chaway (aros en forma cuadrangular). Ahora el objeto reluce para la venta al público. "Está confeccionado de metal de alpaca, diseño autóctono de la etnia… todo hecho a mano", acuña con desplante Gladis mientras "pone el gancho de plata" a un cliente. Su precio: de 4 a 10 mil pesos. Y los vende como pan caliente.

También se especializa en colgantes, la llamativa cruz del sur y los anillos de alpaca, estos últimos en 3.500 pesos. Y una joyita de la zona huilliche, el Siquil, obrado en alpaca. "No me costó trabajar el metal. Tenía el talento", aduce. Para ello, utiliza la técnica de sierra y arco de sierra. Destreza que aplica a la Trapelacucha (aguja prendedora), adorno pectoral para la mujer en rituales mapuches.

Cecilia Olivares es de Viña del Mar. Pertenece a la Asociación Gremial Emprende Mujer, una entidad que reúne a 30 damas emprendedoras de la V Región. Tras pasar el umbral de las cinco décadas de vida, era tiempo de lanzarse a la innovación. Y con ello, el riesgo de un negocio. Para su fortuna, ha sabido timonear su emprendimiento en aguas agitadas.

Actualmente realiza "productos inspirados en las culturas originarias", algo apetecido por los bolsillos, sobretodo, extranjeros. En sus muestras se aprecian petroglifos, íconos y productos acompañados de una ficha cultural escrita tanto en inglés como castellano. Hay bolsos confeccionados en telas, estuches y pintosos porta notebook.

Sortear vallas

Ya lo dice el viejo proverbio: "La necesidad es la madre de la invención". Ahora, una cosa es cierta: el inversionista emprendedor debe obrar sobre la base de que de cada diez inversiones, ocho suelen fracasar. Y no es todo: también con el acceso -a veces titánico o burocrático- al crédito bancario.

En las finanzas, se podría definir al crédito como cambio de una prestación presente por una contraprestación futura. Es decir, se trata de un cambio en el que una de las partes entrega de inmediato un bien o servicio y el pago correspondiente más los intereses devengados los recibe más tarde.

De acuerdo al BID, en América Latina y el Caribe, 600 instituciones de microfinanzas han prestado cerca de US $12 mil millones a más de 10 millones de clientes de bajos ingresos. No del todo suficiente.

Graciela Alarcón es presidenta de AGEM (Asociación Gremial Emprende Mujer). Para ella, el mejor camino de la movilidad social es la educación. Y clave en esas acciones resultan la innovación, el mejoramiento en la productividad y competitividad de los productos. También las microfinanzas como instrumento financiero, "aunque no el único", corrobora. Alarcón hace un llamado a la banca, tanto estatal como privada, a que den acceso a créditos sustantivos de largo plazo y a tasas de interés preferencial para las mujeres. "Pasamos a ser invisibles a estas entidades", asegura.

Por eso aboga por la intervención de espacios públicos en pos del emprendimiento. "Las ferias son gran ayuda a la hora de poner en vitrina este tipo de negocios", complementa.

Graciela Montes, subdirectora de capacitación y formación continua de la Universidad de Valparaíso, está de acuerdo. A través de su centro de formación técnica han desarrollado capacitaciones que aportan competencias técnicas en administración.

"Eso apunta a cómo llevar en la práctica una acción de negocios: ventas, libros contables y saber administrar una empresa familiar hasta constituirse en un negocio rentable", agrega Montes. Para ello, desde su entidad, capacitan a 100 mujeres emprendedoras en toda la V Región.

Para el líder del cambio, la siguiente política es la del mejoramiento organizado. Y en eso la señora Rudith Escobar, quien se dedica a una microempresa familiar de temas en fieltro, pone ahínco.

Posee un taller en su casa, en Quilpué. Pero expone en Cerro Alegre y en Estancia El Cuadro. "Allí están los clientes", cuenta con astucia. Escobar pertenece a la Asociación Gremial de Empresarias y Profesionales (AGEP-V). Sabe de valor agregado: vende productos de alta calidad y exclusivos. Trabaja con la intervención del fieltro (tela hecha de lana, sin tejer, que se obtiene por prensado) que es el vellón de oveja. Se trabaja con agua y jabón, lo que forma telas. Así, por ejemplo, se transforman poleras, chalecos, abrigos, pañuelos y vestidos para fiestas.

Las bufandas cuestan 24 mil pesos, con vellón de oveja y tela intervenida. En temporada baja, vende sus productos a mitad de precio. Sus clientes, en su mayoría, son turistas. Los pañuelos cuestan 60 mil pesos. "El fieltro es una técnica ecológica milenaria. Sirve para todo tipo de prendas", añade Escobar con el oficio de la venta.

Ahora se encuentra en proceso de exportar. Para ello, ya está en una última capacitación con ProChile, programa de fomento a las exportaciones nacionales del ministerio de RR.EE . Su mercadería irá a mercados calados: Estados Unidos y Alemania. "ProChile tiene un convenio con Correos de Chile", desliza Escobar. Eso le facilitará la exportación: dependerá del proveedor que quiera comprar en el extranjero.

Una guía de vida

Al respecto, Karla Fernandini, profesional peruana con ocho años en Chile y tres en Valpo como directora regional de la ONG Acción Emprendedora, dice estar contenta por las acciones de impacto y cambios que generan con la ONG en que labora.

Desde 2008 trabajan en la zona con gremios e instituciones. La idea: "potenciar el emprendimiento femenino en la Región". El sustento: apoyar el tema de capacitación, tanto en habilidades técnicas como blandas, para así emprender, empoderarse y saber aplicar liderazgo. Aparte de Valparaíso, también llegan a otras provincias como Petorca y San Antonio.

Gride Ballesteros, de Playa Ancha, pero oriunda de Iquique -oficina salitrera Victoria-, tiene tres hijos. Asegura nunca haber tenido crédito, a pesar de arriesgar monedas en un local de comida que no prosperó. A sus 67 años, como presidenta, representa a la Asociación de Artesanos y Microempresarios de Valparaíso (AARMIVAL). Con ocho años de vida, le han dado onda comercial a la calle Serrano.

De hecho, esta agrupación que la componen 40 artesanos pondrá vibra allí a los locatarios. Eso los tres domingos de noviembre, diciembre, enero y febrero. Allí expondrán en las tardes: sacarán mesas, habrá obras de teatro, musicales, cine y sus productos.

"Llegué a esto por un Fosis a través de un emprendimiento. Luego creamos una asociación de hombres y mujeres que hoy lidero", dice con convicción la playanchina.

Ballesteros corrobora que se especializan en poli rubros: madera, vidrio, orfebrería, té, miel, productos naturales, joyería, tejidos, lanas. "Acá nada se compra ni se revende. Todo está hecho con las manos de los artesanos".

Al final, estas emprendedoras, como aquella vieja anécdota, se la juegan: van por su catedral.