Un día como vocal de mesa... y la tercera que no fue la vencida
Pasado el "Sharpazo" y ratificado el sillón vitalicio para "Tía Coty" en estas elecciones municipales, las anécdotas saltan a flor de piel. Como las vividas por un periodista de este medio que vio como por cuarta vez, no se quedó bajo la mesa.
Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso
Si yo le preguntara, estimado lector -y con el permiso del libro sobre sexualidad adolescente cortesía de la saliente Tohá- cómo se siente tener un orgasmo, ¿sería usted capaz de explicarlo? Es más, se lo consulto más fácil: ¿lograría hacérselo entender a una persona que jamás en su vida lo ha experimentado?
Bien, pues así me siento cuando me consultan cómo se siente ser vocal de mesa. No una, ¡sino 4 veces seguidas! Eso sí, aclaro de entrada: la experiencia (a esta altura religiosa), créame, está nada más lejos de un orgasmo. Y para que me entienda, lo invito a intentar hacer el ejercicio -no sexual- en estas líneas.
Desde hace cuatro elecciones consecutivas, el vértigo a la previa se torna ya de bullying. Desde el instante en que hay que poner rut en la dirección electrónica del Servel, mi única incógnita, como en un culto, es saber si seré el elegido. De hecho, creo que tengo más posibilidades de morir accidentado que de zafar a esto.
Si lo medimos en una carrera universitaria, a esta altura, estaría a punto de titularme… tras haber cursado la materia "vocal de mesa IV". Y como experto que se supone que soy en esto, a las 8:15 del pasado domingo eleccionario, nuevamente in situ al pie del cañón. Esta vez, junto a otros dos finados de la suerte en esta larga procesión de los votos. Pero siempre, siempre hay alguien peor que uno.
En el fútbol, resulta habitual ver a jugadores que imponen ciertas cábalas a su tricota: la 23 de Vidal, la 14 del Mati y la Mesa 56 V que, en mi caso, contrario a los crack de la 'Roja', me termina eligiendo. Como cábala. 'Mi intindí'.
Sabemos, el mundo tiene suficientes embustes. Y suficiente desvergüenza. Se ha dicho que el payaso, que es máscara en esencia, es la imagen de lo burlesco en este escenario, el de la broma más cruel. Aquí estamos, en política. Pitazo inicial a las 12 horas más largas: Municipales 2016.
Las artes plásticas nunca fueron más útiles: tras dejar disponible para los electores un cerro de papeletas con formularios que parecen un manual chino, queda constituida la mesa receptora de sufragios.
Al lado derecho nuestro está la "patrulla juvenil" en la mesa 55. Al izquierdo, los viejos tercios en la 57 con Roberto Canales al chacoteo. Más allá, la barra brava N° 58, y al frente, una en la cual sólo hay dos vocales, con cara de diez metros, la 59. Ergo, deben haber tres vocales -mínimo- para estar constituida por ley una mesa.
Pese a las advertencias, no falla algún incauto pro deber cívico. El primer sujeto que suele llegar con el ánimo de querer largarse rápido para disfrutar del día, ese justamente termina enclaustrado aquí bajo secuestro hasta la noche. Aunque, como bombero que es, terminó apagando el incendio de la mesa 59.
Eso le pasó a Jaime Foncea. De Villa Alemana, llegó a votar a las 9:10 hasta la escuela Lord Cochrane (en Recreo, Viña del Mar), aunque dice que "por un tema laboral". Su gesta es a la altura de la emergencia; motivo de cómplices aplausos entre los vocales. También de coqueto consuelo por parte de una delegada que se ganó el "parece que hay onda". Ruge la gallada. Hay que ser solidario con el destino.
A mi lado, mis escuderos del lateo exhalan altas dosis etílicas. Víctor Manuel fermenta duro y parejo a esta hora. Lo de ley seca en la noche anterior, se lo tomó, a la ligera. De profesión técnico laboratorista, trabaja en obras viales. Aquí las hará de… presidente. Casado, con dos hijos, viene de Villa Columbia a cumplir con su deber. De lo contrario, se expone a multas que van de 2 a 8 UTM, según artículo 138 de Ley N° 18.700.
Le ofrezco té. Pero al segundo, corrige: "¿no, pero vinito sí?". A su costado, Mauricio Arce, de Agua Santa y gestor en ventas, es el otro integrante de la 56. ¡Ha sido vocal en cinco ocasiones! Al hilo. Rebobinemos: siempre hay alguien peor que uno. "Ya parece chacota", especifica Mauricio, algo fastidiado por la designación como secretario de mesa.
Más tarde, en la noche, sabré por los noticias de la protesta de unos chiquillos en Arica que no encontraron nada mejor que empelotarse para estampar con plumón al pecho el número de veces que han sido "sorteados". ¿Comprende, (dj) Méndez?
Afuera, el sol acecha. Sólo pienso que la cantidad de gente que abarrotará las playas este día será inversamente proporcional a los votantes aquí congregados. Que un 25% de las personas a nivel nacional fueran a sufragar, da para pensar en que el "voto debiera ser obligatorio", cuestiona un tata, que a eso de las 10 de la mañana, aparece, como varios de su generación, con la mejor de las pintas, a elegante usanza digna del León de Tarapacá. "¡Hay que ejercer la tradición Republicana!", me acota con pecho paloma otro adulto mayor.
A pasar el rato
Para eso, nada como los juegos de cartas y puchos afuera de la fría aula. Claro que la mesa de la patrulla juvenil de al lado parece no compartir gustos. Debaten, y en serio. Preguntas profundas de la vida: ¿de dónde somos?, ¿a dónde vamos?, ¿qué pasa con la muerte? "Prefiero que me incineren", dice efusiva una chica estudiante de educación física, algo despistada con el último anuncio made in Vaticano que prohíbe esparcir las cenizas. "Chuuu".
Once de la mañana. Nosotros, de la 56, vamos como los tres chiflados, de "rana" en "rana". Firmas por un lado, rut por otros. Las de Kiko y Caco. Igual que un colega cercano, quien nunca llegará y figura entre los 256 votantes del padrón electoral.
En eso, la primavera que entra al vuelo cubierta en una falda que ni Luli podría deslizar por aquella estrecha puerta. Suspiros. Advertencia al resto: recuerden lema, "Ni una más". En la barra brava, sin embargo, la testosterona y el "No estoy ni ahí" puede más: "¡Es Rosa Melo!". Finito, grita uno. De salón. Al frente, Marcelino, vocal aprendiz, cabecea ante la concurrencia.
La papeleta para concejales asemeja un papiro bíblico. Hay que darle más dobleces que político en campaña. Y allí están en el impreso tipos curtidos en la supuesta planificación y gestión comunitaria: Coca Mendoza y Jorge "El loco" Castillo (el mismo que rayó -y se rayó- la sede del Everton con sus colores y contrataciones). A propósito, René Lues, de la DC, llega a una sala contigua para estampar sufragio con una comitiva digna de Hollywood. ¿Y para qué?
¡Paren de gozar!
Mediodía. Se aglutina un puñado de entusiastas votantes. La temperatura sube. "Ahora que este asunto es mixto, al menos se vitrinea", reflexiona otro vocal califa. Así surgen algunas miradas cómplices, con el sexto opuesto, como para pasar el rato, dicen. Lo de la colación cortesía Servel, sigue siendo mito. Cada cual come sus propios panes e hinca el diente en algún local de la esquina.
Para la tarde, entre las 12:30 y 15:00, el asunto prende. Hay más votantes. Anclan personajes, como un sujeto con aire y apellido alemán que estuvo en una selva de Centroamérica contando historias más entretenidas que los supuestos cuentos tevitos de Claudio Iturra. Y un tipo cara conocida, alias "el pelao chascón". Ex guerrero de estas lides, lanza dardo: "Salí vocal 4 veces seguidas. Ahora me libré", me dice a modo de esperanza.
También aparecen mujeres que harían la envidia de Paris Hilton o alguna chica de farándula con mascotas. Padres que introducen a sus hijos dentro de las urnas para que tomen conciencia de la importancia del deber cívico de votar. Les toman fotos a sus retoños. Hay orgullo. Contrario a Mauricio, al lado mío, que no le interesa votar. "Ni ahí", ratifica.
Como en un aeropuerto, por un segundo, todo es reencuentro, abrazos, viejos amores y amistades. Resulta increíble que el destino -bajo estas condiciones- se confabule para tan noble gesto. Hay que ver el vaso medio lleno. Aunque sí, sea política.
Ya en la tarde, los apoderados de mesa de los partidos políticos y delegados se hacen presentes para tomarle el pulso al asunto. A lo gringo, negocios son negocios.
Se acerca la hora de cierre, pactada a las 18 horas. Y yo, que me mido al sufragio. Junto a ello, el grito a lo tarzán: "¡Se cierra la mesa 56V!". Cumplo, al igual que otros colegas del día que ya en el conteo de resultados finales al borde del exhausto, sólo atinan a un orgásmico comentario: "Por 17 ratonas lucas, pucha, igual se pasa bien".