Devoción en la cárcel: la noble labor de la Iglesia Evangélica
Conozca cómo se vive al interior del módulo APAC perteneciente al Complejo Penitenciario Valparaíso. Los concurridos cultos a Cristo en el patio. Y la nueva oportunidad que la religión le ha brindado a las personas privadas de libertad.
René Guerrero creció en un ambiente hostil. Su padre era alcohólico, y de su madre no nos conversó. Cuenta que los problema en su familia lo mantuvieron en distintas casas de menores durante gran parte de su infancia. Sin amor, apoyo ni contención, y menos educación, René cayó en el mundo de la delincuencia.
De sus 47 años, 23 se los ha pasado cumpliendo condena privado de libertad en diferentes Centros Penitenciarios. Y fue en el 2005 -cuando llevaba 15 años de condena cumplidos en la Cárcel de Valdivia- que tuvo su primera experiencia religiosa.
"En ese tiempo mi vida era loca. Siempre peleaba contra el sistema (penitenciario) por cosas que no me parecían. Era muy impulsivo, y por lo mismo comenzaron a predicarme el evangelio. Después nació mi hija, y ella fue como un cable a tierra para mí. En ese tiempo yo estaba comenzando una relación con una dama que era mi profesora en la cárcel. Pero fui trasladado a la Cárcel de Puerto Montt", relata René.
"Ya no quería más amarguras en mi vida. Me mostré fuerte, pero nadie veía el sufrimiento en mi interior. Pasé por terapeutas, sicólogos, y toda la ayuda, pero nada sirvió. Justamente, estaba en una celda de castigo en Puerto Montt, tenía el cuerpo destrozado, morado y adolorido. Y dije: Dios, si realmente existe haga misericordia y yo le voy a servir. Y en ese tiempo yo ni siquiera entendía qué era misericordia".
Señal divina
René recuerda que su reacción fue arrodillarse para comunicarse con Dios. Pero su deteriorado estado físico se lo impidió, así que se lanzó al suelo "de guata".
Y luego de rogar por misericordia, se puso de pie, y a lo lejos escuchó una voz que decía: "Dice así la palabra del Señor de Jeremías 33:3. 'Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces'".
Acongojado, el recluso rompió en llanto. Las palabras venían desde un culto que se estaba realizando en el patio de otro módulo del complejo penitenciario sureño -lejos de la celda de castigo- pero calaron profundamente en su duro corazón.
Fue así que tras haber perdido a su familia, sus amigos, y su libertad, René se integró a la Iglesia Evangélica. Y comenzó a participar en los cultos de los patios.
Y hoy, en el Complejo Penitenciario Valparaíso, está internado en el módulo 103, que en su fachada y sobre un trozo de madera tiene las iniciales APAC, que significan: "Amando al Preso Amarás a Cristo".
Un módulo distinto
"Llegar aquí, vivir aquí y compartir aquí es distinto. El ambiente y la forma de convivir es totalmente diferente a los otros módulos. No despreciando al resto de mis compañeros, porque yo salí de ahí, y entiendo lo que pasa en los módulos conflictivos. Pero aquí yo tengo paz en mi corazón, y eso lo ha provocado el Evangelio", asegura Guerrero.
Ingresamos al módulo APAC. El sol de la mañana estaba intenso, pero el viento siempre es violento y frío en el Camino La Pólvora.
Caminamos por el patio interior, ante miradas atentas y curiosas. Saludos tímidos, miradas esquivas. También hay internos muy comunicativos y sociables, nos reciben con amabilidad, y nos indican donde está el pastor Foncea.
Se percibe la identidad de éste singular módulo, incluso en su apariencia. Su fachada está muy bien mantenida, se nota que la arreglan y la pintan constantemente. Tal vez con la intención de darle un carácter más hogareño al lugar de encierro.
En el patio, la población penal se reúne en torno a un improvisado altar desde donde se predica. Algunos escuchan atentos, compenetrados con las palabras del pastor. Alzan sus manos al cielo. Se arrodillan en el piso. Se inclinan ante ese Dios que les brinda cobijo y fuerza para sobrevivir en el castigo.
Muchos cargan sus Biblias, atesoran cada palabra escrita en sus páginas. Otros hacen sus quehaceres, fabrican barquitos dentro de ampolletas, tallan madera, pintan, y construyen las sillas del nuevo comedor que están prontos a inaugurar. Todo esto con los oídos bien atentos en la palabra de Dios.
El capellán
El gran gestor del proyecto APAC en Valparaíso es el pastor Raúl Foncea, capellán evangélico cuya labor comenzó hace 35 años, y su misión principal es pregonar la palabra del Señor a la población penal.
Pero este pastor sí que sabe lo que predica, porque reconoce que él también conoció a Cristo estando en la cárcel. Y lejos de sentir vergüenza por su pasado, gran parte de su vida se ha dedicado a ayuda a los demás desde su propia experiencia.
"Nadie puede hablar de lo que no ha vivido. Y por estar preso el hombre ha perdido su libertad, pero no su dignidad. Es por eso que aquí todo lo que se ha logrado ha sido por autogestión, los reclusos manejan una lavandería y con su trabajo se generan ingresos para hermosear el lugar", afirma Foncea.
Y agrega: "Yo creo en el hombre. Creo que Dios no lo hizo malo, sino que el medio lo vuelve así. Por eso nuestra labor no sólo queda aquí en la cárcel, nosotros afuera tenemos lugares de acogida para brindarles apoyo una vez que recuperan su libertad. Hay mucha necesidad. Por eso también vienen muchos hermanos a predicar, y mientras más vengan mejor, porque este es un sitio terrible".
La salvación
Ingresar al módulo APAC para cumplir condena para muchos reclusos significa la salvación. Aquí no hay grandes peleas, no mueren reclusos por enfrentamientos entre pandillas; se repudia la violencia, y se trata de mantener el ambiente de respeto por sobre todo.
De hecho, el mismo capellán asegura que muchas madres llegan desesperadas a las oficinas regionales de Gendarmería suplicando para que sus hijos sean trasladados a ese módulo una vez que son condenados por sus delitos.
"Aquí no se soportan los vicios ni la violencia. Y si nosotros detectamos algo tenemos que sacarlo. Por eso aquí también es muy importante el ejemplo que dan los hermanos internos. Algunos toman el rol de guías con los que llegan y desconocen el Evangelio. Yo vengo para acá todos los días -por vocación- pero también porque es mi trabajo. Y cuando me voy quedan los hermanos, ellos apoyan mucho a sus compañeros".
En este módulo no se discrimina a los reclusos por sus condenas. No se pregunta por los delitos cometidos, ni por nada que no nazca contar por iniciativa propia.
Bajo esta pseudo tranquilidad que les brindan sus cuatro paredes, donde los ecos de los pregones rebotan con fuerza, los hermanos del APAC aseguran que no matan el tiempo, sino que lo dedican a trabajar para el Señor.