Un cumpleaños inolvidable
La petición fue tan simple como ingenua: "¿Podrías, el próximo sábado, pasar a saludar a mi hijo, que está de cumpleaños?". Directo, en una calle de Antofagasta, le transmitieron a Hugo Droguett el mensaje.
"Justo ese día llega mi esposa… Veré que puedo hacer", respondió el ex seleccionado nacional, actual jugador de Los Pumas. Y llegó el día, celebraban el cumpleaños, sonó el timbre y era Hugo junto a su esposa, multiplicando así la alegría de los niños.
La familia no guardó el secreto y escribieron a El Mercurio de Antofagasta, narrando el hecho.
No es primera vez que un futbolista reacciona así. Tampoco será la última. Droguett, como tantos, proviene de familia humilde y numerosa. Conoce de cerca las carencias. Las dejó atrás, uniendo el innegable y extraordinario talento que le dio la naturaleza, con esfuerzo y sacrificio. Pero no olvidó sus orígenes (lo digo con absoluto conocimiento, pues lo conozco desde los 14 años) y por eso, ante tan noble solicitud, no pudo negarse.
Casos similares abundan y demuestran que los jugadores de fútbol conocen la responsabilidad que tienen frente a la comunidad.
Ellos crecen admirando a quienes ese día ocupan su lugar. Son sus ídolos, los que transpiran la camiseta que tanto anhelan usar; los que convirtieron en realidad los sueños que ese promisorio jugador va construyendo día a día.
Por eso, los más inteligentes, al crecer, tratan de aprovechar al máximo su oportunidad. Luchan por quedarse en ese vestuario; buscan la gloria deportiva y, finalmente, empiezan a retribuir, a devolverle a la sociedad lo mucho que les han dado, gracias a una habilidad que a contados les llega.
La carta aquella, no pudo salir publicada en mejor día. Fue en la víspera del mejor partido jugado en casa, por la Selección Nacional, en la era Pizzi.
A decir verdad, los mejores 45 minutos, pues la primera parte es mejor esconderla. En ese lapso, Uruguay nos superó con largueza y debió irse al vestuario con una ventaja tranquilizadora.
Pero fue lo contrario. Dejaron el campo rumiando el empate de Vargas sobre el final y con su principal figura, Luis Suárez, descontrolada, peleando con propios y rivales. Tal vez, por eso disfrutamos tanto la victoria. Pues ganamos a la uruguaya: jugando mal igualamos sobre la hora; no perdimos nunca la calma y, después, los superamos ampliamente, brotando así "olés" desde la tribuna. Los celestes, como león herido, perseguían una presa incontrolable, mientras los de rojo atacaban hacia el arco sur (el del gol de Ahumada ante Perú, el 73; de Salas frente a Uruguay, el 97; los dos palos seguidos del peruano Maestri, el 97; el del "se pasó, se pasó" de Caszely, el 73, por Colo Colo; el del penal de Alexis para ganar la Copa América y, ahora, del inolvidable tanto del tocopillano) logrando lo que parecía imposible.
Lo escribí aquí: dos puntos en estos dos partidos era muy bueno. Al final fueron seis (en Barranquilla, uno; tres contra Uruguay y los dos de la FIFA) que nos dejan con un sabor muy dulce. Como debe haber estado la torta de ese pequeño, cuando la saboreaba mirando a su ídolo, con quien compartía mesa.
Gracias a la Roja de Todos por mantener vivo el sueño; gracias Hugo por darle la oportunidad a un pequeño de entender que el fútbol es mucho más que un juego de 90 minutos: es una pasión que, bien llevada, nos puede ayudar a cambiar nuestra comunidad.
*Ex presidente de la ANFP y presidente de fundación Ganamos Todos, dedicada a conectar el deporte con el desarrollo de las personas, aportando a la prevención de la vida sedentaria y el sobrepeso, a través de la práctica deportiva. / www.ganamostodos.cl"
"Ganamos a la uruguaya: jugando mal igualamos sobre la hora; no perdimos nunca la calma y, después, los superamos"."