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El tenor lírico viñamarino que levanta la voz

Francisco Alvarado hizo caso omiso al destino. ¿Cómo iba a dejar su carrera de ingeniero para aventurarse a la música? Junto a su organista, este dúo clásico silencia los temores.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso

Los aplausos retumban desde el palco escénico. Arriba, los hombres de frac y las damas enjoyadas permanecen alumbrados de pie tras una pálida luz que se diluye. Abajo, la potente voz sobre la tarima se acalla, lentamente, entre ramos de flores y coloridos pétalos que caen hasta sus pies mientras se inclina para dar las gracias.

Pudiera ser en Italia. Pudiera ser en Austria. Pudiera ser en Estados Unidos. Pudiera ser en cualquier cuna de la ópera. Pudiera ser… Pero estamos en una provincia de Chile. La otra cara de la luna.

A primera vista, Francisco Alvarado Beytia es fino, contenido y transparente, como las entonaciones que emanan desde lo más profundo de su garganta al timbre vocal preciso. Y que asegura aflojar al sorbo del pisco sour.

En detalle, no sólo parece tener el oficio, sino que proyecta la profesión del cantante serio a la imagen y semejanza de un lord. Ese que sería capaz de petrificar hasta el silencio a "Los de Abajo", la "Garra Blanca", "¿Los Panzers?" con tan sólo entonar un "O sole mio". Porque lo suyo es ser tenor. De raza.

Una cosa podría ser cierta, quizás resulte un poco complejo, e incluso exótico, pensar en el ambiente lírico musical. Pero siempre hay románticos contra molinos de viento.

A todo pulmón

Francisco es viñamarino. Culto y de pulcros modales, igual inyecta onda a su paso. Como el terno oscuro que porta, de modelo. Sin embargo, su mirada luce acongojada, y no es porque hoy esté resfriado.

A sus 41 años, casado y con dos hijas que lo son todo para él, aún se apega a los sueños. Y su canto, cargado a una atmósfera que teje climas a las notas. A la interna, reconoce estar expectante: cree que algo grande está muy cerca.

En sus decibeles hay melodías, casi olvidadas, que evocan a lo divino.

Por eso estamos aquí, al interior de la iglesia de Los Carmelitas, en avenida Libertad, corazón de la Ciudad Jardín, para ser testigos de un arte (sonoro) que ilumine, como aquellos vitrales apuntalados en la senda tortuosa de Cristo.

A esta hora, la casa de Dios está repleta de feligreses. En medio de una confirmación escolar, Francisco se acerca a un costado de una salita para pedir la llave. Le tienen fe. Tras unos pasillos resplandecientes al sepia, llegamos arriba, no al cielo -corrigen-, pero sí cerca de lo celestial en una especie de piso en la parte superior de la capilla que alberga un deslumbrante órgano.

Allí, un tipo macizo, de pelo y barba rubia, y de ojos tan celestes a la supuesta semejanza de Jesús, nos recibe. De hecho, Ramón Sernuda Jaime -así se llama- es de cerro Monjas, pero aquí comenta con orgullo su fe judía.

Mientras pisa a fondo los pedales del instrumento para equilibrar notas, Ramón alza la voz, casi como Francisco, porque también canta ópera. "Desde 2011 que estoy contratado en esta iglesia para ser organista". Tal como él hace en la sinagoga de Valpo.

Autodidacta y con cursos de piano en el cuerpo, Ramón, de 37 años, bombero, universitario, fotógrafo y chichas varias, revela que a sus 15 empezó en esto. De hecho, toca el intrincado órgano traído desde EE.UU en 1940 a esta iglesia de corte gótico bajo pedido del padre Feliciano Morras. Acerca de la joya instrumental, aclara: "No es un órgano que se ocupe de forma pública".

Hace 5 años que Ramón Sernuda conoció a Francisco Alvarado. Hicieron migas. "Me lo presentaron como un joven talento al canto. Forjamos amistad; y un dúo: tocamos cancionetas, boleros, amplio repertorio. Acá acompañamos la misa".

Suenan campanas

Precisamente en Los Carmelitas tienen su afición. Aquí los devotos, como en un recital rock, le solicitan a la dupla clásica obras de Bach, Mozart, y el Ave María de Schubert, furor entre los devotos.

El tenor internacional chileno, Giancarlo Monsalve, embajador cultural de Valparaíso por UNESCO y con una destacada carrera en Europa, está por presentar la ópera en cuatro actos Otello (Giuseppe Verdi) en la Región del Maule, con una superproducción e impresionante puesta en escena sobre 60 músicos.

Y es ese tenor quien le realiza, nada menos, la asistencia técnica a Francisco Alvarado. Incluso cuando Monsalve está en Alemania. Por WhatsApp.

Pese a nacer en Santiago y hacer su infancia en Temuco, Francisco se considera viñamarino por llevar más de la mitad de su vida en la Ciudad Jardín. A la música, sintió el llamado a los cinco años de edad: fueron las sinfonías de Beethoven, aquel crack alemán de la selecta, que le volaron la cabeza.

Alvarado reconoce: "No tuve la madurez de tomar antes el toro por las astas. Antes me incliné por el teatro por la expresión corporal que es clave para la ópera". Sin embargo, el carrete adolescente, confiesa, le pasó la cuenta.

Recién a los 20 años, y tras tocar en un grupo de rock universitario, se abocó al canto lírico. El mismo que aplicaron Frank Sinatra, Elvis Presley, Freddie Mercury y Steve Perry, todos vocalistas con prodigiosos registros, en los picos altos de sus carreras.

Francisco dice estar en su última etapa de formación antes de enfrentarse a una ópera completa de la talla de Carmen, de George Bizet o La Traviata de Verdi, y un desafío épico, La Bohème, de Puccini. "Quería subir mi rango vocal. Al escuchar a Luciano Pavarotti y Andrea Bocelli, quise emularlos", acuña.

En algunas de sus frases, se decanta humildad. Dice que esto le ha costado mucho, que de talento tiene cero pero ganas cien. En otras, presume algo: asegura ser 100% artista.

Como si fuera su señor Miyagi en Karate Kid o el coach Mickey de Rocky, el lírico viñamarino acota que Leonardo Pohl es un profesor que se involucra con todo. Incluso que le ha entregado las herramientas con gran resultado: uso óptimo del paladar, fonación al punto y perfecta resonancia con el cuerpo.

Eso que hace que el canto lírico sea tan complicado, ahora Francisco lo ve con confianza. "En Chile no hay una escuela de lírica propiamente tal, lo cual cuesta. Pero le tengo amor a esto", agrega el tenor para quien su referente actual más grande es el argentino Marcelo Álvarez.

Guerrero al camino

Su ojo derecho tiende a cerrarse un poco más que el izquierdo, lo que le da una apariencia que reafirma su concentración. Católico a su manera, Francisco resalta a su amigo Ramón, el organista, que considera un monstruo. "Hace arreglos de Chopin, es impresionante. Me apañó y ha ayudado mucho en esto. No me atrevo que me acompañe otro pianista que no sea él. Hacemos una gran dupla", recalca.

Como los boxeadores curtidos en las batallas al borde del knock-out, Francisco Álvarez no permite que la toalla caiga antes de su último golpe. En 2009 cantó un mes en el ilustre Teatro Colón, de Buenos Aires, en un programa del Instituto Superior de Arte, que calificó de "una tremenda experiencia".

En 2012 se lució en un coro gospel con afroamericanos en Malibu, tras concluir su MBA en California. "Fue súper power. Yo les puse mi parte lírica".

En Chile fidelizó clientela. Junto a Ramón, participan en matrimonios, eventos, municipalidades y, aunque parezca de miedo, funerales. "Lo malo es que a veces se me ha quebrado la voz en vivo", cuenta el tenor que también le hace a la zarzuela.

Por evento, pueden ganar 150 mil pesos. En iglesias, 40 lucas, y en funerales, "lo que paguen". "Somos medios hippies", reflexiona Francisco respecto a los cobros. Por ello, pitutean. Incluso, en su caso, imparte clases de piano.

Asegura estar preparado -y con la base- para dar el salto: enfrentar una carrera profesional en áreas de ópera, napolitano, tango y cosas orejas. "Ya estoy hecho. Me transformo arriba en el escenario y le digo chao a la timidez".

Gracias a su MBA, Francisco Alvarado desea sacarle partido al diploma comercial y darle un enfoque de negocios a su arte: utilizar las redes sociales para promocionar sus temas y posicionar material.

Su mira focaliza al horizonte. Está en el intertanto de audiciones para irse a Europa, de la mano del tenor Giancarlo Monsalve.

Francisco aplica en su vida la filosofía del film 'El camino del guerrero', esa que el maestro pregunta y el discípulo responde: '¿Dónde estás? Aquí. ¿Qué hora es? Ahora. ¿Quién eres? Este momento'.

"Yo estoy así", aduce el tenor viñamarino, ahora con la fe más en alto, como aquellos hombres de frac y damas enjoyadas en esos palcos a la espera de arrojarle ramos de flores y coloridos pétalos en alguna cuna cosmopolita de la ópera... a un chileno, como Francisco Alvarado, con el sueño intacto.

al maestro con cariño

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Pese haber tenido un escuadrón de renombrados profesores al canto -entre esos el tenor Mario Barrientos (intérprete del himno de Colo Colo), Tito Beltrán (tenor que la rompe afuera) y la soprano top Ángela Marambio-, Francisco Alvarado destaca a su último mentor, de peso: Leonardo Pohl, el de los tres tenores oficiales chilenos. Existen tres tipos de tenores: lírico, dramático y ligero. Ser tenor lírico, como Francisco, es una matiz dentro del registro vocal de tenor. La voz es potente, aguda y rotunda. El repertorio abarca Óperas de Mozart, Verdi, Puccini y más. Actuales: Pavarotti, Bocelli, Carreras y Domingo.