Secciones

La jibia fue la estrella de "La cuadra de Valparaíso"

La primera versión del festival gastronómico porteño puso el acento en la comida de mar con novedosas y suculentas preparaciones para el público.
E-mail Compartir

Matías Valenzuela

La plaza Sotomayor se vistió de gala para albergar la primera edición del festival gastronómico "La Cuadra de Valparaíso", que ofreció novedosas degustaciones culinarias, a manos de los mejores exponentes de la gastronomía de la región.

Esta es la primera versión de un programa de diez años proyectado por los organizadores para mantener este certamen gastronómico en el futuro, cuyas recaudaciones irán en directo beneficio de la iglesia La Matriz, y las caletas El Membrillo y Portales.

Poco antes del mediodía, se levantaron los quince stands gastronómicos, de locales de Valparaíso, Quilpué y otros puntos de la región en la plaza Sotomayor, para recibir al público que se deleitó con las preparaciones.

Cristian Alba, director creativo del evento, explicó que la idea detrás de la iniciativa es "congregar a todos los cerros de Valparaíso. La idea es devolverle la sonrisa a la ciudad, después de tanto que ha pasado acá".

El experimentado chef comentó que para esta primera experiencia, se decidió escoger a la jibia como la invitada de honor, para aprovechar las bondades de un producto marino, que muchas veces es desconocido y desaprovechado.

"La gente tiene poco conocimiento de la jibia, las caletas están sobreviviendo de la pura jibia porque hay poca merluza y reineta, entonces se les hace difícil, y nosotros estamos cocinando más de dos toneladas de jibia en dos días para ayudar", manifestó Cristian Alba.

Los platillos

Mientras en el escenario central preparaban un apetecible ceviche de jibia, y además se repartían volantes con otras recetas, los exponentes invitados ofrecían lo mejor de sí con este peculiar producto del mar.

Iván Araya, del restaurant "Sabor Color" (Templeman #561), desmitificó la mala fama de la jibia, explicando que, si se sabe preparar bien, se puede cocinar un platillo de gran sabor.

"Es muy mal visto, algunos lo encuentran algo duro y les molesta el olor de la cocción, pero es cosa de atreverse e ir conociendo", indica el porteño, quien para esta cita trajo un pastel de jibia, tomate y cebolla, acompañado con papas doradas y chicharrón de cochayuyo.

Sabrina Arancibia, del Instituto Marítimo de Valparaíso, fue en representación del restaurant quilpueíno "Sous Sol" (Camilo Henríquez #432), y sacó suspiros con sus sabrosas brochetas de jibia.

"Tienen zapallo italiano y cebolla, la jibia está marinada con tomate, cilantro y se le echó una vinagreta hecha con aceite de oliva y vinagre blanco con pimienta y eneldo. La gente como que le hace el quite a la jibia, por eso es bueno que se haga esta feria, así la gente va aprendiendo un poco más", comentó la joven.

Critica de Arte

E-mail Compartir

Del intimismo al paisaje

Sin duda el artista Salvador Amenábar ha seguido dando pasos interesantes en su pintura, ha superado etapas y muestra nuevas facetas en su actual exposición. De sus ambientes sórdidos y hasta un tanto tenebrosos de personajes y lugares miserables de los barrios porteños ha pasado a una mayor claridad pictórica, con más iluminación y variedad de colorido. También se ha desprendido en parte de sus anteriores ataduras tradicionalistas.

No abandona ese mundo de bares, cantinas, tugurios de juego y de personajes en medio de la miseria. Los tipos humanos representados siguen siendo personajes marginales, parroquianos absortos en la nada, pensativos y dormitantes. Expresiones y rostros perdidos y sin expectativas sobre fondos verdosos. Anónimos entre los ignorados, en la miseria o al borde de ella, sin expectativas y sin sueños.

En el otro extremo se sitúan las figuras femeninas. Una tendida sobre una cama y otra sentada en un sofá. El impresionismo, la soltura de los trazos, la liviandad y el colorido apastelado le otorgan una serena tranquilidad. La ausencia y la soledad de una mujer y su perro teniendo las montañas en la lejanía se relacionan con un recorrido que lo vincula con el paisaje tradicional chileno, tan como lo vieron y lo pintaron los antiguos maestros que tuvieron al paisaje como una constante de la pintura chilena.

Expone la figura de una niña con ropas antiguas, como si saliera de un cuadro de Alfredo Valenzuela Puelma. Es más, parece una prolongación del trágico pintor del siglo XIX. La diferencia radica en la modernidad del trazo, cierta abstracción en el rostro y manos. Algo de virtuosismo en los zapatos con un tratamiento clásico. Cuadro con audacias pero con armonía, delicado en el oficio y sugerencias.

"De sus ambientes sórdidos y hasta un tanto tenebrosos de personajes y lugares miserables de los barrios porteños ha pasado a una mayor claridad pictórica, con más iluminación y variedad de colorido"."

Nombre: Pinturas de Salvador Amenábar.

Dónde: Galería de Arte Bahía Utópica. Almirante Montt 372, cerro Concepción. Nov/dic.