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La chilena que ganó un reality en Europa y se codeó con reyes

Como sacada de un cuento de hadas, la historia de Aurelia Yulienne Villagrán es (casi) de fantasía. Hoy radicada en Valparaíso, cuenta los detalles de un periplo fugaz con el 'show business' que la tuvo al borde del estrellato.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso

Aver, cómo contarlo. Lo ponemos así. Existen miles de narraciones sobre las célebres aventuras de los pioneros que conquistaron la Antártida o el Everest. Personajes que de la nada, hoy ocupan podios en el deporte. También un sitial arriba en las estrellas, como los actores y músicos en el Paseo de la Fama en Hollywood. O los cracks de la 'Roja'. Todas motivo de leyenda. De luces y magia.

Historias de superación que sirven -muchas veces- como el antídoto perfecto para aquellos que ven en ellas rasgos épicos. De inspiración, superación... incluso autoayuda.

Pero, como decía un amigo: "A mí no me interesan esas historias de éxito, sino las otras; quiero saber qué les pasó a aquellos que no llegaron a construirla teniendo madera. Aquellas expediciones que no alcanzaron la cima".

Aurelia Yulienne Villagrán en algún momento de su vida tuvo el mundo a sus pies. Y servido.

Sin embargo, se quedó a instantes del gran bocado. De alcanzar la cumbre; en este caso, de llegar a ser una reconocida figura del mundo del espectáculo...

El verano está a la vuelta de la esquina. Como aquel intenso rayo solar oblicuo que invade el espacio de cemento convirtiéndose en una gran esfera sobre la Plaza Cívica, en Valparaíso. Las gotas de transpiración le nublan una vista ya enceguecida al trasnoche tras largas horas amasando lo que es su pan -o sustento- de cada día.

Aquí, aperrada, se encarga de vender su gastronomía europea que está de chuparse los dedos. Porque en aquellas ferias porteñas hace sus monedas. Al igual que el menú (clandestino) que prepara en casa junto a su familia en cerro O'Higgins y reparte a domicilio: de fondo, carbonada a la flamenca (carne mechada bañada con cerveza belga) y papas fritas. Postre, panqueques.

Aurelia es chilena pero nacida en Bélgica. Específicamente en Enghien -municipio de Walloon-, una zona de extensos prados verdes donde se habla francés y no flamenco, el otro dialecto en Países Bajos. Allí, a 20 minutos en auto de la capital Bruselas, una joven de 18 años, entre 10 mil habitantes -la población de Enghien- saltó a los medios, de la nada.

Pero, ¿cómo se dio que Aurelia viera luz en la tierra de los Pitufos y Tintin? ¿Quién fue la persona que la puso bajo reflectores?

Su padre, Sergio Villagrán de pequeño fue buscavida. A los 15 años, se estableció en Bélgica, así conocería más adelante a su mujer en ese país. Por esa época, el ya padre de Aurelia era un trotamundos al pedal; de hecho, se hizo ciclista. Incluso pedaleó la Cordillera de Los Andes, hazaña que fue transmitida por la televisión belga.

Sin embargo, el anhelo de volver a las raíces chilenas de la familia pudo más. Aurelia, ya de 15 años, en suelo Patrio (Talca específicamente) participó en su primer evento de canto. Fue en 1999 que obtuvo el triunfo en el Festival de la Canción La Salle.

No fue sino hasta unas vacaciones de vuelta al Viejo Continente en 2001, donde la chica que en ese entonces pesaba más de 90 kilos y padecía cierta merma de autoestima, tuvo que hacerle frente al inesperado llamado de la fama en su Bélgica natal.

Fue su tía europea quien vio en ella un talento. Así, procedió a inscribirla en un concurso tipo reality sin que la propia Aurelia lo supiera. Gracias a su portentoso timbre vocal y sensibilidad en la interpretación a prueba de románticos a la vena con un repertorio inclinado a la 'chanson' francesa retro con Edith Piaf y Charles Aznavour, la apuesta en ella era un asunto calado.

De reality show

Así, se presentó a las audiciones. Era una más entre cinco mil participantes. En aquella suerte de lotería del espectáculo hecho canción, como si fuera una banda presidencial, Aurelia llegó con su guitarra colgada al hombro. Sentía confianza junto al instrumento. Y un valor agregado que la naturaleza le dio: su cautivante voz.

Con esas herramientas se armó de valor y sacó un cover en la onda balada. "Sacrifice me", del artista Anouk, fue el tema que interpretó en competencia.

Sin más, un día llegaron hasta su casa la producción del canal a cargo del programa de caza talentos "Pour la Glorie" de R.T.B.F TV y su animador estrella. "¡Quedaste seleccionada!", le dijeron en vivo. Frente a las cámaras, Aurelia, sin golpear puertas, se le abrían solitas.

"Fue un shock. Tuve que ir varias veces al canal a grabar. Incluso me querían cambiar mi canción, a lo que me opuse", dice la hoy joven madre de dos hijas y casada con el cineasta porteño Jorge Venegas.

Testaruda y perseverante, dos rasgos que asegura la identifican, logró salirse con la suya. Así quemó varias etapas en el programa. De paso, se ganó a pulso -y con carisma- el cariño del público.

Sin embargo, tuvo que volver de urgencia a Chile. Como hermana mayor, debía estar en el nacimiento de Soledad. Al otro lado del charco, el canal tevito movió cielo, mar y tierra para que la "regalona chilena" que hacía estallar el rating volviera.

El jurado había quedado prendado: su timbre vocal traspasaban las notas más allá de la canción. Se adjudicó los micrófonos de bronce, plata y oro.

Ya en la final, se enfrentó a otra chica que cantaba a calco un tema de la fallecida Whitney Houston. Las fichas estaban en ella. Pero la interpretación que Aurelia luego dio a su tema "Sacrifice me" pudo más: aquel gorrión al canto erizó piel en europeos. "Hay que sentir la canción", se dijo como arenga.

Tras el triunfo, las flores y diplomas, vino el baño de gloria. Y su veranito de San Juan. De hecho, la hicieron grabar un CD (incluido el tema ganador) , le regalaron pistas de última tecnología para que grabase sus temas y fue asidua invitada a programas de televisión. Incluso en eventos caritativos. La fama le estaba servida.

Entre reyes y queques

Así Aurelia supo en persona de un agasajo en su honor junto a los reyes de Bélgica. La escenografía no podía ser más de película: en un castillo medieval.

Ella, carente de protocolo real, se las ingenió para eclipsar las sonrisas de Felipe y Mathilde, los monarcas. Y fue la reina quien rompió el hielo: "¿Usted es de papá chileno?". La soberana sabía todo acerca de la vida de Aurelia. Pero había un por qué, más allá del canto: los reyes poseían una residencia en Viña del Mar.

Tras una "maravillosa cena y un momento que jamás olvidaré", la vida de ensueño de Aurelia sufriría un giro. Tras decisiones desacertadas propias de la juventud y la añoranza criolla, ella puso candado a oportunidades en radios y la TV. "No me gustaba lo que hay detrás de pantalla" reconoce Aurelia. Entonces, aquellos castillos se volvieron de arena.

A todo esto, su padre Sergio Villagrán era amigo de infancia del que hasta ese momento recién comenzaba a abrirse camino en el espectáculo mundial: el productor belga-italiano, Franco Dragone.

Por aquella época, Dragone -como creador y director- estaba montando "A new day" para el Cirque Du Soleil, una nueva forma de entretenimiento teatral: fusionaba canción y el arte de la interpretación en un innovador escenario. Su estrella en la tarima era la cantante canadiense Celine Dion.

Aurelia sólo tenía que dar su visto bueno para ser parte -y figura vocal- del estable elenco. Pero ya independiente y sola en su departamento en Bélgica, optó por la negación. Tuvo mal ojo, acota para sí. "Yo era joven, no tenía idea que tan lejos iba a llegar Dragone y ese montaje con el Cirque Du Soleil".

Al "ser mamona empedernida", no pudo más. Ya con los pasajes de vuelta a Talca en la mitad de la década pasada, a los meses, conocería a quien sería hoy su marido. Fue éste quien la ánimo aquí a su última intentona artística: Factor X. "Por contrato, tenía que estar de 8 a 3 AM, encerrada en un estudio. Fue mucho", confiesa.

Alcanzó a llegar entre los 30 finalistas, de 4 mil participantes. "Pasé varias fases, hasta que me tiraron una canción de Miriam Hernández; no era lo mío". De allí, la llamaron para Calle 7. Pero declinó.

Hoy Aurelia Yulienne Villagrán luce delgada y a la moda. Perseverante, tiene una banda en la zona junto a siete músicos llamada No Style. Mientras sus quiches (tarta salada francesa) y canto siguen a pedir de boca. Con arrepentimientos, sí; pero la mirada al frente. Nunca se sabe: tal vez la cima esté a la vuelta de la esquina.