Me siento un poco ajena a mi entorno cuando comienzan los gritos xenófobos por ver a Chile ganar. De a poco nos hemos vuelto sumamente discriminadores por querer ver a nuestra selección en el olimpo del fútbol.
Entre copas, botellas, cervezas y camisetas nos unimos por una razón: El fútbol. Sentimos un patriotismo un poco patético durante 90 minutos, donde todos odiamos irracionalmente a los jugadores del país contrincante y a sus habitantes, mientras alabamos al nuestro.
Es como si la dignidad se nos fuera al momento de perder, pero al ganar la euforia es tan grande que llegamos a sentir que Chile es mejor que el otro por ganar un simple partido, tenga o no tenga relevancia en el futuro de la selección.
Hay que reconocer que nuestra búsqueda de identidad nacional se encuentra muy lejana a lo que realmente debe pesar, no nos esforzamos por unirnos y empujar en actividades que tienen mayor importancia. No somos patriotas en lo justo necesario y vital.
Cuando la selección sale a la cancha todos somos orgullosamente chilenos y les exigimos "garra" a los jugadores para que dejen muy en alto su bandera, pero con otros asuntos no tenemos vergüenza de desmerecer los logros de nuestro Chile.
Sofía Ayala León
Estudiante de Periodismo PUCV.