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El "Forrest Gump" argentino que da la vuelta al mundo en su bici

Encomendarse a "San Maradona" ante narcos, zafar a tribus y escapar a ejércitos son parte de su oficio que en cada pedaleada lo tiene al borde del riesgo. En una de sus últimas paradas -en Viña del Mar-, conversamos con Pablo García.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparíso

Desde el paralelo 0, la circunferencia ecuatorial de la Tierra mide cerca de 42 mil kilómetros. Pues bien, recorrer 156 mil kilómetros equivale a dar la vuelta al Planeta casi cuatro veces.

Y eso es lo que ha hecho, hasta el momento, nada menos que un hombre. Nacido en Buenos Aires (San Martín), Pablo García, a sus 43 años, lo ha visto todo. Bajo él, la vida le late con un intenso vértigo propio del ciclismo más extremo. Al látigo del pedal. Como guía de turismo, lleva más de 15 años viajando por el orbe en su libre estilo. "Soy un ciudadano del mundo", corrobora a la adrenalina vocal.

Y lo ha hecho, fiel a su único amor: pesa 85 kilos, de cuna israelita y cuenta con 27 velocidades. Es su inseparable bicicleta todoterreno -marca Merida, de la cual dice no recibir auspicio- revestida en alforjas impermeables y asiento de gel. Una década de fidelidad desde cuando se la obsequiaron -cual milagro en Tierra Santa-, y que ilumina su paso. Por el orbe.

Como una casa rodante, sobre ella -su bicicleta- acarrea carpa, saco de dormir, cacerolas, herramientas, cámaras de aire de repuesto, un inflador de pie y aquellas banderitas alusivas a las nacionalidades donde Pablo puso pedal.

Fe, Opio y maradona

El infinito terreno casi irreal se eleva hasta perderse en el árido horizonte. Acompañado sólo por su sombra que no le pierde pedaleada, de golpe, el polvoriento camino se viene a negro: aquella inclinada porción de tierra da paso a un descenso en caída libre.

A los costados, aquellos parajes desolados al rojizo incandescente le nublan su vista, ya disminuida por la transpiración propia del rigor. Sin embargo, eso no le impiden acceder hasta su última parada: Chile. Y desde aquí, en Viña del Mar -hoy pernocta en Reñaca, eso mientras dialogamos en un renovado Muelle Vergara-, seguir marcha rumbo a Ushuaia, el zigzag por la cordillera y la Patagonia. De allí a su tierra, para dar rúbrica a una vuelta mundana llena de anécdotas y ventura.

Se ha dicho. Cuando eres joven resulta fácil creer que mereces aquello que deseas y asumir que si quieres una cosa sólo con el empeño… tienes todo el derecho a conseguirlo.

Y precisamente, de cabro, el carácter de Pablo era "a por las mías", como diría un amigo español. O explosivo, tal big bang universal. Testarudo, temperamental y por sobre todo intrépido, desafiar las leyes establecidas son parte de su propia norma. "Tenía 25 años y lo único que pensaba era en trabajar mi futuro. No era del todo feliz", larga -como hizo con la sociedad convencional- Pablo a través de su convincente labia ya a tres idiomas (inglés, italiano y portugués) y las mímicas que lo salvan al acecho de los peligros en la ruta.

Como cuando sobrevivió a lo imposible. En Irán, y mientras pedaleaba, la noche lo agarró. Al buscar refugio, vio a lo lejos un fuego -y varias personas- desde la vía. Se acercó, casi en silencio, por un camino de tierra sin alumbrado. Entonces asomaron 10 hombres, y no una familia como pensaba, contando dinero; pilas de dinero. Era la temida Ruta del Opio: aquel circuito de traficantes que venían de Afganistán para "mover" a Europa. En ese momento de desesperación, los tipos se pusieron nerviosos. Rodearon a Pablo para intimidarlo en preguntas. "Yo les decía que venía de Turquía". Lo pusieron contra una pared. De pronto, en un acto de desesperación, se fue a las banderas que cuelgan en su bici y tomó las de Irán y Argentina. Pablo decía: "You, you Irán. Me, me, Argentina, ¡Maradona!". Del terror, a las sonrisas, agua y un ándate luego porque te van a cortar la cabeza. "Aunque Diego (Maradona) no lo sepa, me salvó la vida", revive.

Pero lo cierto es que a lo largo de 105 países, Pablo García ha convivido con cuanta persona le ha salido al ruedo. "De todos, los musulmanes me resultaron la gente más hospitalaria", asegura, a la vez que resume que ha sido testigo de pobreza, riqueza y generosidad infinita. Y los recuerdos al limbo existencial. Como cuando casi pierde la vida al ser atacado a punta de machete en Kenia, o se perdió en uno de los lugares más inhóspitos y calientes de la Tierra a 55 grados Celsius en el infernal desierto de Danakil, en Djibouti. O el ejército de aliados que en 2003 en Iraq, casi le disparan en la desolada aridez.

Pero para él no hay sueños imposibles. Por algo le apodan el "Forrest Gump" che, como aquel personaje que encarnó Tom Hank que no paró más de correr dando cuenta de buena parte de la historia norteamericana del siglo XX.

Y ya en el XXI, Pablo se hizo a la ruta a la brava. Aunque todo comenzó en los años noventa, cuando se trasladó a vivir a Maceió, en Brasil, donde se desempeñó en el área profesional del turismo.

En sus inicios, la brújula se le movía, literalmente, a pulso: no había celular, ni mapa, ni internet. Hoy esto resulta más fácil con amigo Google Maps. "Todo es más civilizado", acuña con experiencia.

Al ruedo solitario

Y claro, los contactos los hace por internet. Eso para que lo reciban otros viajeros como él o, simplemente, gente que ha sabido de sus proezas y que están dispuestas a recibirlo o darle un espaldarazo al acampar bajo las estrellas.

Pero, ¿por qué hace esto? "Andar en bicicleta es lo más barato, saludable, limpio, no contamina y te da la libertad que pocas cosas te ofrecen en esta vida". Quizás por eso mismo, Pablo cuenta que es soltero. "Sólo tuve una novia italiana que me aguantó dos años". Que sus padres se preocupan por él; que los hace feliz verlo contento, pese a los riesgos. "Y bueno, viste que ni en pedo puedo tener familia propia. Ni pensar en hijos", lanza en crudo el argentino, mientras desde aquí, el Muelle Vergara comienza a llenarse de turistas y compatriotas suyos que le hacen las monedas. Porque García vive de esto. De "marquetear" sus aventuras a la postal, al igual que DVD y fotos que seducen a la visual del asombro. Sostiene haber contado con 60 auspiciadores en sus peripecias. "Pongo logo en la remera".

Para él, su misión en la vida es clara como sus ojos y la cabellera rizada que ahora oculta bajo un sombrero de paja autóctono. "No hay nada más lindo que salir tras las cosas que te gustan". Todavía más: "Romper con esa estructura que nos educaron, aunque esto no es para todo el mundo", reconoce Pablo.

Como todo en él, resulta increíble que jamás, confirma, haya tenido una caída con este modelo de bicicleta, el tercero en sus 15 años al tira y afloja de las aceitadas cadenas.

Su próximo desafío: hacer una serie para la televisión por cable. Material, dice contar de sobra. "Tengo todo documentado".

A horas del verano, ya se apresta a poner marcha rumbo al peligro sobre alguna llanura ardiente. Porque en sentir escalofríos ante la ladera rocosa o el precipicio de lo desconocido, está la adrenalina que inyecta a Pablo, el "Forrest Gump" argentino.