Entre latas vive anciano ermitaño en Lo Orozco
Don Juan Arancibia tiene 77 años, apenas camina y no tiene familia. "Soy solo desde los 10 años", dice. Lugareños lo ayudan con agua y leña para hacer fuego.
Se llama Juan Ramón, Arancibia Jeldes y aunque no sabe cuántos años tiene, su carné lo delata: 77 primaveras. No tiene hermanos, esposa o hijos, tiene problemas de visión, vive completamente solo y desde hace un tiempo indeterminado está en una precaria construcción de latas y cartones en medio de la nada a unos metros de la ruta Lo Orozco.
Sus piernas están quebradas a la altura de las canillas de un modo que impresiona, sin embargo, puede caminar y se mueve lentamente. "A mi me gusta la libertad", asegura.
Elizabeth Tapia es presidenta de la Junta de Vecinos Los Lirios 7 de Belloto Sur, y habitualmente va de pesca por el sector de Los Molles, en Quilpué. Fue ahí donde conoció a don Juan y cada vez que pasa por el lugar va en su ayuda. Le lleva agua y mercadería, en tanto que un vecino le lleva leña, le enciende fuego cada mañana para que caliente la tetera o se haga almuerzo.
Agua en su casita
La choza en que vive está abierta y se le entra el agua cada lluvia, "tengo re muchas frazadas y cuando hace mucho frío me las pongo y enciendo el brasero... es duro", dice con un hilo de voz.
"Me llevaron a una casa una vez, pero yo le digo el lugar maldito, prefiero no acordarme de eso, prefiero ser libre, libre. Cuando me atropellaron, estuve como cinco años hospitalizado en el Fricke en Viña, después estuve en una casa de reposo hasta que me mejoré y me vine para acá. De acá me llevaron a esa casa de Limache, pero me fui", relata.
Recibe una pequeña pensión que va a retirar sagradamente cada mes y aprovecha de hacer las compras que guarda celosamente en una cómoda con llave.
Lo visitan un vecino y los hermanos evangélicos que lo ayudan con su construcción o con algo de alimento y así vive sus largos días, sólo en compañía de su perro y una radio a pilas.
"Necesito que me ayuden a cerrar mi casita, me han ofrecido traer una casita, pero no ha pasado nada. Yo me iría de acá, pero a una parte donde pueda ser libre, a mi me llevaron a vivir Limache, estuve dos años y no me acostumbré nunca porque tenía que hacer lo que los dueños decían, era como una prisión maldita, les dije un día que me quería ir y me dejaron las puertas abiertas para que saliera, y salí. Aquí estoy tranquilo porque nadie me molesta, pero me podría ir a un lugar más adecuado donde nadie me moleste y allá (en Limache) molestaba, había que estar puro encerrado y el caballero era delicado", señaló.
Quiere un lugar donde pueda dormir, estar calientito cada invierno y comer, pero que también pueda salir a recorrer, ir a comprar sus cosas.