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La porteña que colaboró en un refugio de simios en Sudáfrica

Daniela Burgos estuvo cinco semanas cuidando babuinos desamparados en Sudáfrica. Trabajó más de un año para reunir el dinero y lograr su objetivo. No descarta repetir la experiencia en el corto plazo.
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Gian Perfetti Cornejo - La Estrella de Valparaíso

Daniela Burgos es porteña y vive en Curauma. Tiene 20 años y estudia Medicina Veterinaria en la Universidad de Viña del Mar, carrera en la que recién está cursando su segundo año.

A su corta edad, Daniela ya tiene más que claro a qué se quiere dedicar el resto de su vida. Y es que desde pequeña sintió una fuerte atracción por el mundo animal.

"En mi casa teníamos animales y mi abuelo siempre me inculcó el amor por ellos. Teníamos gallinas, pavos, gatos, perros, lo típico", recuerda la joven veinteañera.

Es por ello que cuando Daniela tuvo la oportunidad de trabajar como voluntaria en un refugio para la rehabilitación de animales salvajes, no lo pensó dos veces.

"Descubrí sobre el refugio en un documental de Animal Planet. El documental se llamaba 'Infancia salvaje' y el refugio, CARE: Centre for Animal Rehabilitation and Education", cuenta la futura veterinaria.

Luego conocer la existencia del refugio e investigar un poco más sobre su labor, Daniela comenzó la difícil tarea de reunir el dinero necesario para viajar al continente africano.

"Trabajé un año para juntar plata para ir. Mis papás también me ayudaron y fui ahora en el verano", destaca Daniela Burgos, quien agrega que el apoyo de sus padres fue fundamental para lograr el anhelado viaje. "Me apoyan en todos los sentidos. Me dejan hacer estas cosas y me aportan en lo monetario también", reconoce.

Experiencia de vida

Daniela aterrizó el 23 de enero en Sudáfrica. Relata que al llegar al refugio CARE descubrió que sus voluntarios se dedicaban específicamente al cuidado de babuinos, puesto que en dicho país son considerados una plaga.

"La gente los mata, les dispara, y generalmente llegaban babuinos huérfanos, bebés. De esos nos encargábamos", declara la voluntaria chilena.

Daniela destaca que cuando llegaba una cría al refugio, ésta quedaba a cargo de una madre sustituta, rol que era cumplido por las mismas colaboradoras. Unos meses después, la sustituta humana era reemplazada por una babuina.

Una vez cumplida la edad suficiente para vivir por cuenta propia, el babuino era integrado a una de las veinte tropas que había en el refugio.

"Estaban en jaulas como de zoológico pero más grandes y nos encargábamos de alimentarlos, de limpiarles las jaulas y de darles cosas para que se desarrollaran", afirma la estudiante de la UVM.

Además, los voluntarios realizan grandes esfuerzos para enseñarle a la gente que los babuinos no son peligrosos.

Al refugio llegaban colaboradores de diferentes países. "Había británicos, franceses, italianos, alemanes y estadounidense", enumera Daniela, quien recuerda particularmente a una ciudadana francesa, quien en su rol de madre sustituta dormía con su babuino en la pieza que compartían. "Fue toda una experiencia estar ahí", reconoce.

Al volver a Chile, Daniela se impuso nuevamente una meta: "Quiero volver el verano que viene de nuevo, pero tal vez ir por más tiempo, porque cinco semanas encontré que fue muy poco y se pasa muy rápido".