Gian Perfetti Cornejo - La Estrella de Valparaíso
El 12 de octubre de 2015 Matías Leiva, de 35 años, se encontraba con sólo seis mil pesos en el bolsillo. Tenía dos opciones: o gastarlos en un almuerzo, o invertirlos adecuadamente.
Ese día Matías logró hacer doce panes, los cuales vendió por mil pesos cada uno. "Eran doce lucas, había multiplicado la plata el mismo día", destaca Leiva.
Aquella mañana de octubre nació "La Insolencia", un emprendimiento que hoy en día mantiene a una veintena de jóvenes trabajando, y genera más de dos millones de pesos diarios.
Liguano de nacimiento
Nacido en La Ligua el 2 de marzo de 1981, Matías Leiva llegó a Santiago cuando sólo tenía 17 años, y con una meta muy distinta a la de hoy en día: convertirse en sacerdote.
"Desde los 16 años que participaba en la Parroquia de La Ligua, y ahí me fui formando, educando y creciendo, y yo quería ser cura porque quería ayudar a la gente", cuenta Matías.
El comerciante estuvo cuatro años en el seminario, hasta que un día decidió cambiar su suerte. De la noche a la mañana, abandonó los estudios y comenzó a buscar trabajo.
Una de las primeras labores que realizó fue la de profesor de Religión y Filosofía. Pese a ser liguano, Leiva ya se encontraba establecido en Santiago.
El día "d"
Matías Leiva relata que en el 2015 venía pasando por una fuerte crisis económica, la cual arrastraba desde hace un largo tiempo.
"Yo tenía un sueldo, y ese sueldo no me alcanzaba para poder vivir. Tenía que ir pagando tarjetas, cuentas, comer, y no me alcanzaba", declara Matías.
Un día, Leiva fue al banco y preguntó el dinero que debía. "Me juntaron todas las deudas y me dijeron que debía 2 millones de pesos. Si pagaba en 36 cuotas, yo quedaba debiendo casi 8 millones de pesos", indica.
En medio de los problemas económicos, a Matías Leiva se le ocurrió vender sándwiches, y tras un exitoso primer día motivó a su socio, Sebastián, a explorar este camino.
Nuevo concepto
Al día siguiente, Matías y Sebastián observaron atentamente a los demás vendedores ambulantes, y descubrieron que todos compartían características similares.
"Conversé con el Sebastián que teníamos que hacer una cosa bonita, única, distinta, y me acordé de los canastos de los dulces de La Ligua de los vendedores, porque mi primer trabajo, a los doce años, fue vender dulces en la carretera para poder ayudar a mi mamá", recuerda Leiva.
Inmediatamente, el vendedor fue a comprar dos canastos, y comenzó a diseñar los delantales y gorritos que hoy en día identifican a los vendedores de "La Insolencia".
Sin embargo, para Matías Leiva el sello de la empresa va más allá de la vestimenta. "El primer saludo que recibes en la mañana es el de nosotros. Saludamos por el nombre, y ellos nos saludan por el nombre", señala.
Consagración
Actualmente, la iniciativa cuenta con 21 trabajadores, de los cuales la mayoría son jóvenes que bordean los 20 años. Además, un importante número de vendedores provienen de Venezuela.
"La Insolencia" se encuentra actualmente en diez puntos del centro de Santiago, y comercializa tres tipos de sándwiches: el Canturría, en honor a su madre; el Insolente; y la Paulina, en honor a su primera clienta.
Tras el éxito alcanzado en el centro de la capital, Matías Leiva asegura que el siguiente paso es extenderse. "Nuestro sueño es extendernos a regiones, que las principales ciudades de Chile tengan los canastos y la marca La Insolencia, tenemos que saber llegar a todos lados", declara.