A puro Spray
Giova ha hecho más de 50 grafitis en la zona, como los del liceo industrial y en muchos cerros. Dice que los vecinos lo apoyan. Él elige las calles más abondanadas "y también meadas".

Giova ha hecho más de 50 grafitis en la zona, como los del liceo industrial y en muchos cerros. Dice que los vecinos lo apoyan. Él elige las calles más abondanadas "y también meadas".
Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso
La calle Serrano -en el corazón del plan porteño- la misma que sufrió la fatal explosión en un ya lejano 2007, hoy no está salpicada por aquellas esquirlas negras cargadas al caos y muerte. Hoy, más bien, se encuentra en terapia de rejuvenecimiento. A todo color. Y realismo.
Sus paredes, comercios y vitrinas, de la querida Serrano, son testigos a trazo abierto. Y sobre ellas, en el Hotel Garden, al interior del pasaje Almirante Muñoz, dos llamativos grafitis, que no cualquier rayado -les dicen tag-, eclipsa las miradas a curiosos transeúntes, unos que no paran de elogiar a quien está frente nuestro sobre un pavimento pasado a pichí: "¡Ese que está contigo es el mejor grafitero de Valpo, loco!", gatillan casi a los aplausos sus fans al voleo.
El culpable, si podemos etiquetar así al creador de esta descarga colorida, firma como Giova. Se llama Giovanni Zamora, oriundo de Viña del Mar, pero que vive en el Barrio Puerto junto a su hermano y extranjeros en una comunidad. Sitio desde donde germina y se dedica al grafiti y al muralismo como oficio, su pasión. La misma que derrocha en el colectivo 'Valparaíso en colores', como fiel integrante.
En defensa suya, un argumento: "Siempre me gustó el grafiti: es más público, democrático, una galería permanente. Me ha ido bien", reflexiona.
Al frente, la retroexcavadora y punzantes máquinas de construcción no paran de emitir ruido con un fin: la remodelación del ascensor Cordillera. Precisamente viene de pintar en un muro en el cerro Cordillera; esta vez, su talento al homenaje de un joven fallecido. Sus short con restos de pintura sirven de prueba. Los ideales en Giova están primero. A la altura de sus referentes: su padre e Inti Castro, ambos excelsos en el realismo en figura humana.
A sus 26 años, cuenta ser sicólogo de la Santo Tomás de Viña del Mar. En retrospectiva, desde pequeño, se decantó por el arte y la expresión urbana. A los siete años para ser precisos. Y vena familiar había: su padre y tío lo son, artistas como él. Ellos pintan óleo sobre tela, tal como siguió legado Giova.
Delante nuestro, sobre el lienzo al aire libre, una de las dos crudas obras suyas, que están frente a frente y con medidas de 3X3 metros, llama la atención. Su nombre: 'La corbata'.
En el punto focal, una corbata, la inspiración en luces sobre las sombras, que parece asfixiar al personaje que representa la rutina del oficinista. Esa del empleado subyugado al sistema, una trama de la obra que pone las íes sobre las inequidades sociales. Un mazo a la conciencia.
Este referente decorativo supone un cambio radical al entorno, un barrio estigmatizado a juicio del artista urbano. Uno que en algún momento padeció cierto descuido. Por ello, el mensaje en spray. "Maneja la expresión humana, sobre todo en el rostro. Le da un contenido de crítica social".
Para él -uno que viene a hacer la pega- equivalen a las condiciones laborales que existen hoy. "Un oficinista agobiado, chato, con ganas de sacarse la corbata. El trabajador explotado". Por eso una venda, porque está ciego: no es capaz de ver su condición. ¿Y la bandera chilena en la corbata?: representa el estandarte, a su juicio, de las condiciones de opresión. "Que se saquen la venda y corbata para tener un rol más activo en la sociedad", alega Giova fuerte y claro.
El hombre de "tonalidad latina" -piel en base a la mezcla de colores marrones y naranjas, su paleta- parece ofuscado. Eso se percibe en la posición inclinada del cuello y barba canosa: es el trabajador joven en su treintena de edad que proyecta el futuro del Chile actual.
Al frente, la mancuerna: el mural 'Revolución en primavera'. Un sincretismo: la lucha social de la mujer por mejorar sus condiciones, todo en señal de protesta. "En sus manos lleva una brocha, en pos del arte. Ella está tapada con una capucha. Todo es con un fin estético y social". Las flores representan el surgimiento de una nueva época, los corazones son su firma, un sello en Giova, y las estrellas, los ideales que persigue su musa.
En introspectiva, la filosofía de vida de Giovanni Zamora es peculiar. Habla sin rodeos. Para él, estos lienzos vivientes son su regalo para la comunidad. "Mi estilo es más original que inspiración". Su apuesta es simple: hermoseamiento de las calles. Que se transformen en paisajes de turismo.
Asegura no ganar mucho con esto. "Yo pongo las pinturas y mi propio dinero". Pero no le importa, como artista, Giova la rompe, a juicio de otro peatón. Al final, su brocha líquida al aerosol: "Todo se trata de la explotación en la post modernidad".