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Amistad y juego que perduran en el Club de Billar Las Heras

Es uno de los pocos clubes que resiste al paso del tiempo en la ciudad Puerto. Sus miembros están comprometidos con su pasatiempos favorito, gracias al que han forjado grandes amistades, basadas en el respeto y la pasión por el juego.
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Nicole Valverde S.

En el Club de Billar Las Heras, el tiempo se pasa volando. Más bien jugando. Sus socios comienzan a llegar a partir de las 19 horas, cuando la puerta de madera ubicada a un costado del emblemático Restaurant Menzel, se abre sin hora de cierre.

Subimos por la escalera de madera que nos dirige hacia un mundo completamente desconocido para ésta reportera. Aquí sólo hay varones. Hombres mayores y muy educados, que me reciben con esa amabilidad características de los caballeros antiguos.

Me sorprende gratamente una escena del Valparaíso del pasado. Ese de las fotografías nostálgicas, de los salones amplios, con grandes ventanales, luces tenues, aroma a cigarrillo. La música -clásicos románticos del anglo setentero y ochentero- es acorde al lugar. Y anima a los jugadores que se mueven en torno a una mesa de pool.

Ellos cargan su taco. Cogen el cuadrito de tiza azul que ponen en la punta del taco. Y luego, como los vaqueros que llenan de pólvora sus armas, se acomodan para lanzar un nuevo disparo.

¡Bang! el tiro es certero sobre la bola blanca que golpea a las otras coloridas que ruedan sobre la mesa de paño verde. El balazo produce ese sonido tan característico cuando las bolas de pool chocan unas con otras, para perderse en una de las seis troneras.

Así pasan las tardes los honorables miembros del Club de Billar Las Heras, uno de los pocos que sobreviven en la ciudad Puerto. Porque no hay que confundir los clubes de billar con los salones de pool. Los segundos son locales públicos, donde cualquier aficionado del pool puede ir y pagar por hora el acceso a una mesa.

Pasión billerista

Hace casi 40 años los billeristas se reunían en un club ubicado en los bajos del Teatro Victoria, recuerda el socio fundador, Eduardo Zamora.

"Después el dueño del club se cambió a los bajos de La Unión. Y ahí surgió como idea de un capitán de Carabineros, don Vicente Garzo, quien juntó a un grupo de para fundar un club aparte, más exclusivo y donde no entrara cualquiera", relata.

Desde esa época que quienes deseen ingresar al Club de Billar Las Heras debe ser traído y recomendado por uno de sus socios. Hoy son 21 socios los que le dan vida al club. Muchos ya partieron en cuerpo y alma, pero están presentes en cada rincón. Como en las fotografías de las murallas, y los trofeos que brindaron triunfos y alegrías a sus miembros.

"Antes habían campeonatos nacionales de billar. De hecho, la gente que formó este club eran muy buenos para el billar. Era un ambiente muy competitivo. Por lo tanto la gente que venía para acá eran puros billaristas expertos", afirma Juan García.

Gran rodolfo cabello

Quien sí supo brindarles grandes triunfos y trofeos al Club de Billar Las Heras, fue el socio fundador, Rodolfo Cabello, billerista ya fallecido, que representaba al club en distintas competencias a nivel nacional.

Pero con el paso de los años, el billar fue reemplazado por el pool. Según cuentan los miembros del club, los billaristas envejecieron y murieron, sin que nadie los reemplazara en el juego.

"El problema es que acá no hay generaciones nuevas de billaristas. Entonces para que el club no desapareciera tuvimos que transformar la mesa de billar en una de pool", explica García.

Héctor Muñoz, es el crack del pool en Las Heras y explica la diferencia entre ambos juegos. "El pool tiene troneras (los hoyos). Y se juega con 15 bolas. Entonces el juego consiste en que, con la bola blanca hay que echar las bolas que están enumeradas dentro de las troneras. O esconderlas para que el rival no pueda tirar libremente... eso se llama jugar pillo".

"En cambio la mesa del billar no tiene troneras. Y se juega con dos bolas blancas y una roja. Ahí consiste en hacer carambolas con efectos para que se desplace y pegarle a la roja. El billar tiene varias modalidades, pero el más común es a tres bandas, con tres bolas. Para jugar bien hay que saber mucho de efectos, y tener mucha práctica y talento", nos enseña el talentoso del pool.

Grandes amigos

Y como la práctica hace al maestro, también sirve de excusa para los miembros del club se la pasen largas horas en torno a la mesa de pool; disfrutando, compartiendo y pasándola bien con los amigos.

El picarón de don Eduardo nos confiesa que de los siete días de la semana, va cinco a su querido club. "De lunes a viernes. Algunas veces hay problemas en la casa porque la verdad es que aquí se nos pasa la hora".

Así es que también se han forjado grandes amistades entre ellos. Muchos van al club después de la jornada laboral, y se desestresan, se ríen, e incluso confiesan sus penas mientras el juego fluye.

Es por eso que además del juego, ellos se organizan y realizan diversas actividades. Como compartir un asado, una cena, un almuerzo y un buen rato con los compañeros.

Fernando Salinas destaca que "a veces nos juntamos a puro conversar. Este club no tiene política ni religión, sólo el juego. Todos nos conocemos y somos muy cercanos. Por eso nos respetamos y somos muy unidos".