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La tienda militar y la transversal moda de lucir como un soldado

Desde cazadores hasta ex militares, pasando por actores, punks y fanáticos de la guerra, el antiguo negocio porteño lleva más de 17 años subsistiendo en el curioso mundo de la venta de ropa de camuflaje con tintes bélicos.
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Matías Valenzuela

P asaron 45 años desde que un joven Pedro Castillo se cabeceaba por las calles de Santiago buscando una forma rentable para ganarse la vida y poder alcanzar un mejor pasar para él y sus quince hermanos. Un día recibió unos pares de bototos militares usados, los cuales llevó a reparar para luego revenderlos.

Semana tras semana fue replicando su naciente negocio con más botas parchadas que iba despachando a sus primeros clientes. Cuando quiso ampliar su negocio con más prendas dadas de baja por las milicias, se encontró con los colosos del mercado: los turcos.

Era una monumental competencia que no tenía como superar, pero eso no lo desalentó y siguió pujando. Un día se encontró con un coronel del ejército, y le preguntó por la opción de comprar más ropa dada de baja y él lo orientó para seguir el conducto regular.

"Había que presentar una solicitud allá al comando de apoyo logístico, en el octavo piso del Ministerio de Defensa. Ahí me dijeron que es re complicado porque los turcos son los únicos. Los Pichara, los Nassur y esos, entonces yo quedé mal", recuerda Pedro, quien regresó con el coronel para preguntarle por otra alternativa. Discutieron unos minutos, y Pedro recordó un dato que le cambió la vida.

Resulta que antiguamente en Chile existía una tradición legal en que cuando una familia tuviera más de seis hijos, el séptimo era nombrado simbólicamente como ahijado del Presidente de la República, y curiosamente don Pedro era el séptimo hijo de su familia, y fue nombrado cuando bebé como ahijado de don Carlos Ibáñez del Campo. Usando ese "pituto", como ahijado del hombre más importante del país, fue que logró obtener el permiso oficial para comprar y vender ropa militar.

"Efectivamente yo era ahijado de Carlos Ibáñez del Campo, aunque yo nunca lo conocí al viejo. La verdad nunca lo he visto y él tampoco nunca me ayudó de ninguna forma, era una tradición de aquellos años, pero la verdad eso nunca me había sido de gran ayuda", aclara el emprendedor.

Al puerto

Con la autorización para ser oficialmente "Proveedor Oficial de las Fuerzas Armadas", el negocio se consagró y las ventas se consolidaron. luego de un tiempo, Pedro se aburrió de la vida capitalina y decidió instalarse con una segunda tienda en una región, alejado de la capital.

"Más que nada me vine por necesidad, y el hecho de venirme a Valparaíso fue con el propósito de estar más tranquilo. Teníamos varios lugares pensados, y un amigo me recomendó venir a Placilla. Es bonito y tranquilo, acá se vive bien. Tú comprenderás que yo ya tengo 63 años entonces uno se cansa de Santiago. Acá hay gente noble y es mucho más seguro. Acá todavía se puede vivir", recita el santiaguino radicado en Placilla hace 17 años.

Actualmente, su mercadería es traída bajo dos modalidades. En primer término, compra ropa dada de baja desde los distintos ejércitos del país, y para completar el inventario también compra telas y manda a confeccionar las prendas propias para venderlas en su tienda.

"Traemos ropa desde todas las escuelas, la de infantería, caballería, ingenieros, todas todas. Aparte mandamos a hacer el resto. Yo creo que nos repartimos un 50/50, aunque últimamente hemos tenido que traer menos ropa usada porque está saliendo muy mala y uno se llena de mugre. La última vez que trajimos un cargamento grande tuve que botar una camionada de ropa que venía en mal estado. Salí para atrás", explica el comerciante, quien durante sus años detrás del negocio ha viajado a Iquique, Linares, Concepción, Valdivia y Punta Arenas.

¿quién compra?

Por estos días, el mítico negocio es atendido por Solange Aguirre, familiar de don Pedro, quien ha vendido cientos de pantalones, bototos, musleras, cascos, y más artículos. La mujer explica que oficialmente el local no tiene un nombre propio, pero todos lo conocen como "La Tienda Militar", ya que es el único local autorizado en Valparaíso.

"Acá se puede encontrar desde lo que dan baja los militares hasta cantimploras, una cocinilla, ropa de camuflaje, artículos de camping, mochilas por montón. También una muslera para la pistola, que es la que usan los carabineros. Viene harto carabinero porque para ellos es más barato comprar acá. Por ejemplo, un bototo usado sale entre $10.000 y $20.000", señala la mujer.

Ante una tienda así, es natural preguntarse quién conforma la clientela regular de un rubro tan particular y original como éste. Pues, Solange cuenta que hay una variada clientela que los visita asiduamente.

El primer lugar lo ocupan los carabineros, quienes van a comprar distintos accesorios que usan en su servicio.

Luego vienen los aficionados de la caza y el camping, porque que además de la ropa de camuflaje, venden carpas, mochilas, bolsos, antiparras, sombreros y más artículos similares.

Si seguimos desmembrando al público de esta tienda, hay un lugar reservado para los jóvenes que compran esta ropa por moda, simplemente para verse bien.

"Como está de moda esto vienen hartos jóvenes. Desde los punkies hasta una persona particular que quiere un pantalón o una chaqueta militar. Igual hay harta gente que es media rayadita, pero hay que saber tratarlos en realidad", dice Solange entre risas.

Asimismo, vienen muchos aficionados a la guerra, quienes al envolverse en los colores militarizados se sienten como si estuvieran en pleno campo de batalla

"También vienen hartos viejitos que hicieron el servicio el año de la cocoa y vienen a recordar sus años mozos. Llegan al paraíso", dice.

La ligazón entre la estética militar y la guerra es natural para muchos, lo que alguna vez ha traído uno que otro inconveniente menor, como aquella oportunidad en que un hombre que aseguraba ser sacerdote de la iglesia católica llegó a reclamar al negocio por lo inapropiado de los productos que vendían.

Otros de los clientes que tienen son los estudiantes de cine o teatro que tienen que recrear alguna escena de guerra, y aprovechan de comprar la tenida completa para los actores que personificarán a un soldado o conscripto.

"Vienen muchos estudiantes para recrear soldados como de guerra. Lo último parecido fue cuando hace pocos vinieron por una tenida completa, pero para un Judas, ellos quisieron quemar un judas para Semana Santa, pero uno militar. Parece que estaban en contra de la guerra", menciona Solange.

Respecto del futuro de "La Tienda Militar", su dueño y fundador, Pedro Castillo, reconoce que está cansado del trajín de manejar una tienda que requiere tantos trámites para obtener los permisos, pues él ni siquiera tiene una afición por la guerra. Esto no fue más que una esforzada apuesta por poder ganarse el pan para él y su familia.

"La verdad es que a mi me gustaría que alguien siguiera con estas cosas. Yo ya he ido flaqueando con el tiempo, ya no me la puedo. A mí me gustaría que la familia se hiciera cargo. Gracias a dios he tenido su frutos, pero honestamente estoy un poquito cansado", expresa.