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El poeta chileno de apellido sueco que traduce del ruso

No es fácil sobrellevar el día a día para un intelectual en los tiempos modernos. Sin embargo, para Carlos Henrickson, la poesía, narrativa, ensayos y crítica literaria son su vida. Por eso sigue firme en lo suyo en 2017. ¿Un extraterrestre?
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Guillermo Ávila N.

Cuando recién cumplió los diez años, a sus manos cayó poesía. Era el regalo perfecto, porque allí el pequeño Carlos podría hacer lo que más le gustaba: leer.

La culpa de tal fascinación la tuvo un hombre de áurea oscura en la literatura: Edgar Allan Poe. En aquel tiempo, el pequeño Carlos, en la despierta ciudad de Concepción -la misma donde su madre tenía una compra y venta de libros usados-, había descubierto la otra cara de leer. Esa que es saber contar.

Carlos puso tinta a su propia pluma. Para entonces, ni siquiera él sabía que de su imaginario podrían surgir personajes. Y que formularan diálogos. Ideas.

Carlos descubriría también que en la urbe penquista habían talleres. Así, con Alexis Figueroa -poeta de culto- absorbió otros compactos del oficio. "Con los libros entiendes una parte, pero falta el tema de la filosofía. Eso es fundamental".

Para un Carlos Henrickson ya casi adulto, las herramientas al oficio -porque él así ve la poesía- eran un asunto de urgencia. De hambre. "La poesía sola genera resultados fomes, a menos que seas un genio".

Crecer era su próximo paso. Con ello, las maletas a Santiago. 1998 y con 24 años, un mundo por descubrir. Y una épica de vida: escribir poesía le sonaba tan creativo como traducir.

Para él, la clave es una, ser metódico. Metodología que aprendió en el camino. También había ADN: su padre era ingeniero.

"En mi último libro canté cuatro canciones realistas. Tienen que ver con una especie de introspección personal, pero de la vida real. Temas de meditación, cómo vivimos en el mundo", rotula Carlos, quien confiesa que "eso implica concentración en cómo haces las cosas, base de mi último libro".

Lo que está haciendo ahora saldrá este segundo semestre. El libro se llamará Fundación. Tiene que ver en cómo manejar la historia de Chile, "poéticamente, pero pensando que es incomprensible. Puedes entender las cosas, leer el pasado, pero comprenderlas nuncaporque no lo has vivido. Manejar eso en poesía implica una suerte de poética", sentencia serio. Como hombre de época y erudito que es.

Para Carlos, radicado en la V Región, un trabajo más experimental es una suerte de búsqueda. Por eso los tres años que este libro tardó en salir del horno. "Largo, de fases. Hay que experimentar poesía y visual".

¿Qué pasa cuando despliegas la hoja de papel... esa en la que se escribe y se dibuja desde la cabeza? Pregunta Carlos. Y se responde: "La poesía tiene varios elementos: sonido, imagen de la letra, concepción verbal".

¿Y En ruso?

En estos momentos, Carlos Henrickson está abocado a la traducción de materiales en ruso de los años '20, de la primera vanguardia soviética. "Es muy potente. Mezcla de realismo con experimentación". Pero, ¿cómo aprendió a traducir la lengua de Dostoyevski ? Empirismo puro, dice. "Aprendí solo, con manuales. Nunca he ido para allá. Hablarlo me cuesta un poco, no leerlo. Es una lengua fácil. Yo empecé en 1999. Llevo casi 20 años de estudios". Se dejó llevar por tipos teóricamente duros, esos de la corriente futurista como el ruso Vladímir Mayakovski.

En algún momento, Carlos ya en su treintena no tenía posesión más preciada que la crítica literaria. Otro de su fuerte. "No son los libros que están en primera línea. Son los de poesía que tienen experimentación". En narrativa, hoy le seduce el tema de la migración. Esa cruda que llega al "Dorado": el Norte grande. "Hay que buscar nuevas formas de mostrar esos temas potentes. Meterse en ciertas honduras del tema narrativo".

Mucho tiempo después, cuando el pequeño Carlos ya no era pequeño, sino un autor inquieto, las plataformas digitales le sirven de inyección al teclado. Casi como cuando se las apañaba al Atari de niño. "Las cosas que se mueven me obsesionan. Y cómo hacer esto en lenguaje, siendo el lenguaje una cosa cambiante. Eso tiene un relato en narrativa y en poesía". Al final, una consulta. ¿Nunca usaste seudónimo? "No necesité: mi apellido es sueco".