El Preu Popular que nació con la fuerza de los estudiantes
Al calor de las protestas estudiantiles de 2011 surgió este proyecto, basado en las enseñanzas de Paulo Freire y sus ideas sobre la educación popular. Según sus iniciadores una nueva pedagogía para la liberación, con miras a la PSU.
Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso
Todos escucharon el grito transformador de los estudiantes en 2011. Algunos lo apoyaron y otros tantos criticaron, pero nadie quiso quedar indiferente ante la primera gran movilización social que agitó al país, desde los últimos años de la dictadura.
En eso, la pregunta por la calidad y la enseñanza se apoderó de las discusiones, en los paros y tomas de las universidades públicas y privadas. Jóvenes de distintos orígenes ideando nuevas formas de educar y así poder salir de ese modelo que tanto criticaban. Fue así como partió el Preuniversitario Popular Violeta Parra en 2012, no como una respuesta, sino más bien como una pregunta.
¿Hacia qué tipo de sociedad nos gustaría avanzar? El debate aún no está zanjado para los casi veinticinco universitarios que, hoy, dan vida al proyecto. "Acá todos somos hijos de los sectores populares, de ahí que nuestro principal objetivo, sea trabajar para los que no pueden pagar por un preuniversitario tradicional y que generalmente es muy caro", sostiene Yohanny Olivares, uno de los coordinadores, quien además hace las veces de profesor de historia.
Educación bancaria le llaman ellos, no por el costo, sino porque ha sido pensada para depositar contenidos en las personas y que éstas, más tarde, los terminen repitiendo como si fuesen máquinas. Esa es al menos la idea de uno de los padres de la educación popular en el mundo, Paulo Freire, cuyo trabajo ha permitido el desarrollo de numerosos proyectos, orientados a la emancipación de los hombres.
Al menos una decena de preuniversitarios populares se han gestado en la región. Incluso una buena parte de los que trabajan en el Violeta Parra se formaron en uno, con la mirada puesta en sacar un buen puntaje en la PSU. "Los que formaron este proyecto, hace ya cinco años, tenían la experiencia para decir: Oye si nosotros pudimos entrar a la universidad formándonos en un entorno popular ¿Por qué no hacemos lo mismo con otros cabros? Era como un devolverle la mano a la sociedad", reflexiona Olivares.
La diferencia más relevante que hay, eso sí, entre esta iniciativa y todas las demás, es que no caen en las mismas lógicas de los preuniversitarios privados. Actuar no para depositar conocimientos, sino para establecer lazos sinceros y horizontales con los jóvenes.
Todo esto resulta contradictorio para sus organizadores, ya que quienes se inscriben, lo hacen con la idea de encontrarse con lo mismo de siempre, ir al grano. Una lógica de la inmediatez que es cuestionada por Héctor, profesor de lenguaje, quien reconoce que pese a todo terminan, siempre, colaborando con un número importante de estudiantes.
Un preu de calidad
Más allá de las dificultades que han tenido, han logrado consolidar un proyecto humanista, centrado en matemáticas, lenguaje e historia. En sus inicios poco podían hacer. Sólo contaban con las manos de unos cuantos y con la voluntad de sacar adelante sus ideas, independiente de si repetían o no los estilos educativos de siempre.
En ese entonces, con un puro profe por ramo se impartían las clases, todo muy distinto a lo que hoy día ocurre: Aulas impregnadas de una atmósfera integradora y solidaria, compuesta por alrededor de treintaicinco alumnos y varios educadores que, en algunos casos, han llegado a ser hasta nueve por sala.
Clases dinámicas y personalizadas, en donde la participación de los estudiantes se vuelve fundamental, para la construcción de nuevas herramienta de aprendizaje.
Pensar y repensar la práctica diaria para que el proyecto, con el tiempo, no termine estancándose. Los días martes, cuenta la profe de matemáticas, Pamela Droguett, tienen "a cuatro o cinco personas por aula. Uno sólo no daría para responder las dudas específicas, que van surgiendo desde los mismos cabros".
Mientras más educadores participan en el proceso, más eficiente se hace el quehacer del proyecto, enfocado en transformar los valores tradicionales de la enseñanza. Es decir, invertir la estructura típica que actúa en un colegio tradicional. "En el aula, y en general en las escuelas, es el profe quien comienza con las habilidades más fáciles. Lo más complejo queda para el alumno. Interpretar, criticar o evaluar, se deja como una tarea para la casa o se lo pregunta más tarde como una prueba", agrega Droguett.
Una nueva educación
La pregunta por los estímulos a utilizar en las distintas clases, ha permeado cada una de las discusiones que estos chiquillos han dado.
¿Cómo se pueden entregar herramientas, que provengan desde los mimos alumnos? Un aprendizaje recíproco, que se pone por encima de la autoridad y la imposición de los contenidos. Más que un fin es un proceso largo, que culminará con el desarrollo de un pensamiento propio por parte de quienes se inscriban.
Inmediatamente Yohanny Olivares, de historia, advierte: "Esto no quiere decir que el estudiante deje a un lado el pensamiento colectivo, que es fundamental, sino que queremos que sea capaz de generar y crear nuevo conocimiento. Leer su realidad inmediata, en los cerros, poblaciones y juntas de vecinos".
Esa es la educacion popular. Estudiantes que reflexionan sobre su cotidano y la sociedad que les rodea, a la vez que se involucran con los contenidos obligatorios, dados por el Ministerio de Educación.
Temas generadores
Y para lograrlo deben aplicar uno de los tantos legados que dejó Paulo Freire, en su libro La Pedagogía del Oprimido: Los temas generadores.
Partir de problemáticas comunes, como la elaboración de un contrato o el sistema productivo dominante en nuestro país, y luego aplicarlas en las materias revisadas. Para ello, cada uno de los departamentos se la jugará por concretar esa necesidad.
En el caso de Héctor, el profe de lenguaje, entre todos los que van a sus clases analizan un contrato y refuerzan el área dedicada a la comprensión lectora. "Además, se empiezan a familiarizar con la vida laboral", recalca.
En eso la mayor dificultad que han experimentado, tiene relación con las ciencias exactas, como dicen. Eso los motivó a llevar a cabo una actividad, en conjunto con la gente de lenguaje, en la que se revisa un contrato y se le hacen los cálculos correspondientes, en base a los contenidos de razón, proporción y porcentajes.
"Uno puede con las matemáticas calcular la población de salmones que hay en el sur. Entonces si esto fuera más generalizado se hubiese podido predecir la catástrofe de Chiloé. Todo ese conocimiento, que se ve super abstracto, tiene una importancia tremenda. Aún no entiendo ¿Por qué a la gente no se le permite aplicar estos conocimientos? Todo es tan distante y los cabros en los colegios se siguen preguntando ¿De qué me sirve aprender matemáticas?", se cuestiona Pamela Droguett.
¿POR qué popular?
Esa es una conversación que, para los colaboradores del Preuniversitario Popular Violeta Parra, todavía genera polémica. Sin embargo, la trabajan desde tres distintos enfoques: El método popular de educación propuesto por Freire; el contexto humilde en el que se criaron los participantes del proyecto, tanto profesores como estudiantes; y por último, los ideales políticos que formaron la organización, inspirados en una sociedad más justa para todas y todos.
Esa última es la razón que los convoca y los estimula a participar de otras instancias. La mayoría de ellos están insertos en sindicatos, juntas de vecinos u organizaciones sociales de todo tipo. Lo mismo pasa con los estudiantes que deciden quedarse, los que llegan comprometidos a conocer nuevas formas de vincularse con la sociedad. "Nosotros no los despertamos, son ellos los que tienen ciertas dudas y tú lo que tienes que hacer, como educador, es potenciarlas", reflexiona Yohanny Olvares.
Por eso es que la gente se termina comprometiendo, no sólo en lo académico, sino que en lo emocional. Pamela Droguett, por ejemplo, cree que la PSU es un etapa importante en la vida de los jóvenes. Llena de presiones, alegrías y, también, contradicciones.
En sus cuatro años como profesora del preuniversitario, le ha tocado compartir con duras historias de vida, de jóvenes que se han criado en unos contextos complicados, "con caleta de problemas, tal como uno", piensa.
Eso la tiene hoy en todo un dilema vocacional y espiritual: Dejar de lado la sociología, que es la carrera que ha estudiado por casi cinco años, o irse a una pedagogía y terminar cayendo en esas mismas lógicas de enseñanza que tanto ha cuestionado.