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"El arreglo del Reloj de Flores demoró nada, nosotros llevamos años de espera"

Jessica Ortega, presidenta del comité Nueva Esperanza y una de las voceras del emblemático campamento Felipe Camiroaga de Viña del Mar cuenta que ser dirigente no ha sido fácil, que ha tenido costos personales y familiares, pero que -sin embargo- nació para esto. Critica duramente a la alcaldesa Virginia Reginato.
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Pocos pudieron predecir que el pasado 25 de febrero las decenas de cámaras que intentaban grabar el tradicional piscinazo de la reina del Festival de Viña iban a cambiar su foco hacia una noticia inesperada: la protesta de los vecinos del campamento Felipe Camiroaga, quienes interrumpieron -por primera vez en la historia- el evento farandulero, ante la visible molestia de los organizadores y, ciertamente, del municipio.

Entre los vecinos que gritaban - y que se han transformado en un gran dolor de muelas para la alcaldesa Virginia Reginato-, estaba Jessica Ortega, la presidenta del Comité Nueva Esperanza, uno de los diez grupos en que se divide el Campamento Felipe Camiroaga.

La dirigente es menuda y tiene una voz tan suave, que cuesta imaginársela llamando a la alcaldesa a hacerse cargo del problema habitacional, y más aún en pleno festival. Pero en los últimos cinco años se ha convertido en una de las caras más visibles del drama que viven más de cuatro mil personas, en su mayoría niños y jefas de hogar.

Las razones para gritar le sobran. No tienen servicios básicos, los caminos son intransitables cuando llueve y, como si fuera poco, sufrieron uno de los incendios más voraces de este verano. Pero aun así, Jessica sigue luchando. Lo hace por ella, su hija y su pareja. Ellos le dan la fuerza que la ha convertido en una de las voceras más aguerridas a la hora de recordarle a la alcaldesa Reginato que exigen soluciones.

"No existe la Ciudad Bella. Se gastan muchos recursos en mejorar Reñaca, mejorar el Reloj de Flores, en todo lo que es turístico, pero se despreocupan del patio trasero, siendo que Viña del Mar se destaca por tener más campamentos a nivel nacional. Entonces, ¿qué está sucediendo?", se pregunta Ortega.

Le molesta, de hecho, que la alcaldesa "no se demoró nada en restaurar el Reloj de Flores (tras la caída del árbol que lo destruyó hace algunas semanas). Gastó todo lo que tenía que gastar porque era un patrimonio de Viña del Mar. En cambio, con nosotros lleva años con promesas, sobre todo con el tema de la luz comunitaria".

Con un dejo de amargura en la voz dice que le gustaría "que pusiera la misma emoción o el mismo empeño que puso en solucionar el tema del reloj tan rápidamente, en solucionar los problemas de los campamentos que existen y que ella rige, porque ella es la alcaldesa".

Hija le pide que lo deje

Jessica Ortega trabaja jornada completa en esta pasión -no remunerada-, para la que dice haber nacido. "Para nosotros esto es un trabajo más, a pesar de que no sea remunerado. Uno le dedica tiempo, deja cosas de lado, personales, familias, parejas, esposos", cuenta la dirigente, recordando que -sobre todo cuando comenzaron, por allá por 2012- podía estar más de 14 horas diarias dedicada a mejorar la calidad de vida de los suyos y de las otras 899 familias que viven ahí.

Su mayor motor es su hija, de 15 años. Pero, paradójicamente, es la que más ha sufrido por la dedicación "a tiempo completo" de su mamá en el campamento. "A ella no le gusta lo que yo hago, dice que lo deje de lado, que la gente es ingrata, etc. Ella no lo entiende, a pesar de que trata de adaptarse, y se queja porque la dejo tanto tiempo sola, de que a veces no puedo ir a cosas de su liceo, pero a veces, también me dice ¡vamos mamá, vamos mamá!".

- ¿Y por qué no lo dejas?

- Porque me gusta, me apasiona. En la vida siempre uno se pregunta: "¿para qué nací? ¿Para qué estoy en el mundo?". Creo que para esto nací, para hacer algo y que el día de mañana, cuando haya fallecido, pueda decir "voy a morir feliz, porque logré hacer un cambio en el mundo".

Su meta es ambiciosa. No le basta con que el campamento consiga tener acceso a los servicios básicos sino que haya un cambio real en la política habitacional del gobierno, que -a su juicio- ha convertido a gente de trabajo, como ella, en el jamón de un sándwich perverso, entre el Estado y el mercado.

Y apunta sus dardos directamente a los parlamentarios y alcaldes: "Los políticos, los presidentes, los alcaldes se despreocupan del patio trasero de todo Chile. Entonces, no buscan la solución real o concreta que uno como ciudadano espera".

Agrega que "el sistema que tiene el gobierno, hay gente que no cabe dentro, porque si tienes más del 40% de vulnerabilidad, no puedes postular a un subsidio habitacional y tienes que conseguir un préstamo. Pero si no ganas sobre $500.000 mensuales, no puedes obtener un crédito. Y ahí quedaste, en el medio del sistema".

Por lo mismo, duda de que los campamentos alguna vez vayan a desaparecer del paisaje chileno: "Mientras todos no se unan, no se va a lograr nada. Por eso en este momento nosotros estamos en eso, unir a todos los campamentos. La idea es que seamos una sola voz que tiemble".

Finalmente, Jessica Ortega pide que sean las autoridades nacionales las que se hagan cargo del problema, pero reconoce que "hay que ir subiendo escalas y eso significa empezar desde la región y de ahí hacia arriba. Es una tarea súper larga".