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El mito de los lingotes de oro abandonados por los alemanes

Luego de que Chile cortara relaciones con el Eje en 1943, el gobierno determinó el cierre del Banco Alemán Trasatlántico, ligado a la red de espías nazis y que funcionaba en el edificio del Registro Civil.
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Claudia Carvajal R.

Luego que la semana pasada la PDI hiciera públicos los archivos de la investigación sobre la red de espionaje nazi en nuestro país y que tuvo un activo grupo en Valparaíso, varios datos curiosos salieron a la luz. Uno de ellos involucra al edificio del Registro Civil del Puerto y que durante la primera mitad del siglo XX albergó al Banco Alemán Trasatlántico. Se trata de un mito que surgió justo después de que el gobierno chileno determinara el cierre de la entidad financiera.

Fue el 20 de enero de 1943 cuando Chile declaró suspendidas sus relaciones diplomáticas y consulares con los gobiernos de Alemania, Italia y Japón, en el marco de la II Guerra Mundial. Doce meses más tarde, el 23 de diciembre de 1943, el ministerio de Hacienda emitió el decreto 402, donde se estableció el cierre de las oficinas en todo el país del Banco Germánico de América del Sud y del Banco Alemán Trasatlántico y dio un plazo perentorio para que partieran: sólo tres días.

Se suponía que en la bóveda del edificio ubicado en Blanco 916 los alemanes guardaban una gran cantidad de lingotes de oro, cargamento imposible de sacar en tan poco tiempo, por lo que en vez de tomarlo y llevárselo de vuelta a su país, habrían decidido enterrarlo justo detrás del edificio, entre medio de las rocas del cerro ubicado justo detrás.

Omar Morales, director regional del Registro Civil, estudió el tema y explica que en esa época imperaba el patrón oro, es decir que "cada vez que se hacía un préstamo, éste debía tener su respaldo en lingotes de oro; si bien se usaba un papel, era convertible en oro. Después de la crisis económica de 1929 eso era irrealizable, pero los alemanes tenían un sistema de trabajo que era bastante corporativo, no cobraban intereses a sus compatriotas para fomentar el desarrollo, entonces, había oro ahí".

Pero claro, como en esa época nadie vio que sacaran tan valioso tesoro, se empezó a hurdir esta fantástica historia. Incluso, al interior de las bóvedas del hoy Registro Civil -las que estaban resguardadas por puertas metálicas de 3.500 kilos de peso y que todavía perduran- hicieron un túnel para verificar si efectivamente había lingotes, pero no encontraron nada.

"El edificio es cerrado y clausurado, nadie lo pudo utilizar hasta el año 1945, cuando Bienes Nacionales toma posesión y lo entregó al Registro Civil... Se hicieron algunas excavaciones, pero no hallaron nada. Nosotros estamos al pie del cerro, el edificio está asentado en la roca, la factibilidad de haber escondido oro no era viable. Si se hizo no fue aquí... además los alemanes no se iban a ir dejando guardado algo tan valioso. De alguna forma se lo deben haber llevado. Está acreditado, no encontramos nada. En realidad no pasa más allá de la leyenda", explica.

Lo que sí está a la vista y que los porteños pudieron ver en la pasada jornada del Día del Patrimonio, son las impresionantes bóvedas realizadas con metal traído directamente de Alemania que ocupan todo el subterráneo del edificio y que deben haber sido impenetrables. En las puertas y rejas se pueden ver todavía las inscripciones alemanas. Las llaves están perdidas, por lo que hoy en el lugar sólo guardan muebles y equipos dados de baja.

Según comentó Omar Morales existe la idea de recuperar dicho espacio, porque es parte de la historia y del patrimonio del edificio, pero por la falta de recursos hasta ahora no ha sido posible.

Base de espionaje

Según consta en los archivos de la PDI, funcionarios del Banco Alemán Trasatlántico participaron en la red de espionaje nazi e incluso el edificio sirvió para hacer los contactos. Es más, el cónsul de Alemania en Valparaíso, Wilhem von Pochhammer, que formó parte de este grupo, utilizaba la casilla 434 para recibir información de los espías del resto de Latinoamérica.

La leyenda cuenta, y que ha sido transmitida por viejos funcionarios del Registro Civil, que una vez terminada la Guerra y cuando el edificio ya era chileno, algunos alemanes que no podían dar vuelta la página, siguieron haciendo contacto ahí. Como era un espacio de uso público, podían encontrarse sin poder ser percibidos y hasta supuestamente se dejaban paquetes encima de mesones y escritorios para intercambiarse.