La muestra "En el nombre del padre" puede ser visitada hasta el 9 de agosto en la Galería de Arte Valparaíso (Condell 1550), con entrada liberada. Exponen las artistas: Nancy Gewölb, Otro Captore, Isabel Yelpo, Karin Acevedo, Ana Soto, Colomba Ceroni, Andrea Rebolledo, Isis Ríos, Patricia Lagos, Marcela Vega, Carolina Encina, Claudia Bermejo, Esther Allende, Eliana Escobar, Isabel Carvajal, Myriam Olguín, Mónica Tapia, Paula Araya, Pamela Peirano, Virginia Maluk y Edith Cortez.
Una mujer camina por los pasillos de la Galería Municipal de Arte de Valparaíso, en calle Condell, donde se exhibe la muestra "En el nombre del padre", que reúne trabajos de 21 artistas visuales de la región. De pronto, se detiene ante un cuadro de grandes dimensiones, donde se aprecia un retrato del sacerdote Fernando Karadima, acusado y condenado por diversos abusos sexuales y sicológicos en contra de menores de edad. La reacción de la mujer es airada: de pronto, comienza a golpear el cuadro, lanza insultos hacia el retrato y, en un acceso de furia, lo raya con fuerza y grita en contra de los responsables de abusos de menores en la iglesia, en el Sename y en el país...
No es la única que las ha emprendido en contra del cuadro de Karadima, que forma parte de una instalación de la artista conconina Patricia Lagos y que se titula, al igual que la muestra, "En el nombre del padre". Otros espectadores también han rayado el cuadro y han escrito mensajes como "violador" sobre el rostro del personaje.
No hay duda de que la obra genera una reacción visceral en el público, lo que incluso sorprendió a la artista, quien no sólo no intentó disuadir los actos de vandalismo en contra de la pieza, sino que pidió a los encargados de la sala no impedir las interacciones de la gente con el cuadro, aún cuando éstas puedan dañarlo. "Me conmueve la reacción del público", señala Patricia Lagos quien, en sus veinte años de trayectoria, nunca había visto que una obra de arte generara una reacción emocional tan intensa.
Patricia Lagos explica que el cuadro de Karadima es parte de una instalación mayor, compuesta por otras piezas, y que tiene como objetivo denunciar el abuso de menores.
La pieza central es un gran panel con fotografías intervenidas de niños que han sido víctimas de violencia y maltratos sexuales y físicos. Estas imágenes se ven desteñidas y deterioradas, a diferencia del cuadro de Karadima, que luce (o más bien lucía) prístino. "Quise demostrar que, a diferencia de los niños, a él no le ha pasado nada", explica la artista.
También componen la instalación una mesa con documentos oficiales sobre el tema del abuso infantil, que pueden ser revisados por el público; y un cuadro que apela a la iglesia.
La muestra "En el nombre del padre" reúne trabajos de 21 artistas mujeres de la región y contiene relatos acerca de la figura del padre, en diversas interpretaciones y perspectivas. Cada artista, junto a su obra, escribió un pequeño texto. Hay discursos que apelan a lo patriarcal, a lo fálico, a lo ancestral, a la memoria familiar, etcétera.
En general, se trata de un conjunto heterogéneo y muy atractivo de propuestas estéticas diversas. Las artistas presentan diferentes formatos para sus obras: esculturas, grabados, pinturas, grabados, instalaciones y videos.
Entre las variadas propuestas, destacan, por ejemplo, una sala oscura donde el espectador puede ingresar y estimular sus sentidos; una videoinstalación donde se superponen monólogos de mujeres; y una vitrina que recrea pequeños penes en miniatura, hechos en plasticina de colores, con la leyenda "tú no tienes el falo".
En las artes del conocimiento esotérico, la "psicoscopía" o "lectura táctil" es una forma de percepción extrasensorial que permite obtener información sobre una persona a través de sus objetos. Un padre angustiado, por ejemplo, quizá como último recurso, podría llevar los zapatos de su hija perdida ante un clarividente iniciado en esas artes. Y el personaje podrá, mediante el tacto, conectarse con ella y conectarse con su historia. Porque los objetos poseen energía psíquica. Esos zapatos nos pueden contar la historia de sus pasos, dicen. Los pasos de su dueña. Todos los objetos "emanan" algo, escribió Joseph Buchanan en su "Manual de Psicometría: el Amanecer de una Nueva Civilización".
Pienso en esto después de leer Retrovisor, el primer libro de Mónica Drouilly. Pienso en las yemas de los dedos del lector, rozando cada pliegue de las decenas de objetos que los narradores nos presentan en estas siete historias. Una especie de braile extrasensorial: El lector tocando las páginas del libro y, por extensión, lo que allí se nos presenta. Leyendo lo evidente con los ojos y lo importante con el tacto. Jugando con los objetos del modo en que la narradora de Antónimos, el segundo cuento, juega a palpar su cráneo y su mandíbula, su aparente firmeza y la fragilidad de sus coyunturas, sus articulaciones.
Cada uno de los siete relatos de Retrovisor dan cuenta de una voz distinta, con un tono incómodo, desarraigado, por momentos cruel y hasta cínico. Y una sensación de originalidad. Hay un timbre que no suena como el del resto. Un tono que parece golpear la puerta de la provocación, aunque sin entrar del todo. Tal vez esa voz que muestra Mónica Drouilly en muchos pasajes pueda dar rienda suelta, en el futuro, al desparpajo ya no como un guiño sutil o elegante sino como ingrediente principal.
Porque en una escena literaria donde predomina peligrosamente el lugar común de la corrección, estos cuentos son un ligero bálsamo de inquietud. Un temblor como esos que nos espantan porque sabemos que no es sólo un temblor, sino el inicio de algo más grande y radical.
"Los siete relatos de 'Retrovisor' dan cuenta de una voz distinta, con un tono incómodo, desarraigado, por momentos cruel y hasta cínico. Y una sensación de originalidad"."
TÍTULO: "Retrovisor"
AUTOR: Mónica Drouilly
EDITORIAL: Librosdementira