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Sin pensión y olvidados: la vida de un anciano que hoy trabaja

El debate de las pensiones se tomó la agenda pública y la indignación es lo que sienten muchos. Pero ¿qué hay detrás de quienes deben laborar hasta los 80 años y más? En Red Ayuda se lo preguntaron y ya están trabajando por ellos.
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Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso

Mario Loyola tiene 78 años y se dedica a vender paños de cocina en el centro de Villa Alemana. Así complementa la miserable pensión de gracia que recibe. Según él no pudo cotizar porque, en su época, los patrones se quedaban con toda esa plata.

Pero, como dice, no se le baja el avión con nada, ni siquiera cuando le avisaron que tenía diabetes, o cuando se le murió su compañera de vida, hace dos años. Eso sí que fue terrible para él, porque se sintió completamente abandonado, sin un destino claro, justo hacia el final de su existencia.

Lo que tiene claro don Mario, es que no quiere andar dando lástima por ahí, y ver si alguien le consigue las cosas que necesita para pasar sus días. De hecho unas personas dedicadas a apadrinar a ancianos trabajadores se acercaron a don Mario y él está profundamente agradecido.

"Pero yo no le pido nada a nadie. Ellos vienen acá, me acompañan, ahora me están consiguiendo un audífono para mi sordera. Por mi seguiría trabajando hasta que muera, esa es la vida de los pobres: de martirio", dice.

Así que no le queda otra que sentarse en un rincón, de lunes a domingo, justo a la salida del Unimarc que está ubicado en el centro de Villa Alemana, a vender sus paños, 3 por mil pesos. A las 10.00 de la mañana, de cada día, se le puede ver tomando desayuno y ordenando sus productos.

Hace unas semanas le pasó algo que lo alegró mucho. Una brasileña, que está participando en Red Ayuda, se acercó al lugar donde estaba vendiendo y lo ayudó con su tarea. Hasta el hijo de ella se puso a gritar los paños entre los vehículos que paraban en el semáforo. Desde ahí que la brasileña no ha dejado de visitarlo, ya que don Mario es uno de los más queridos por todos en Red Ayuda. Si hasta lo invitan a comer, se vez en cuando, en alguno de los restaurantes que hay en el sector.

¿Oiga y donde compra su mercancía? "Ah no le puedo decir a dónde la consigo porque, usted sabe, la gente ve que uno se gana sus pesitos con un negocio y altiro quieren hacer lo mismo", me responde.

El reloj marca las 21.00 horas cuando don Mario Loyola pone fin a su jornada. Luego de eso se va a la casa de su hija donde vive de allegado. Ella le lava la ropa y le sirve un plato de comida caliente. Sin embargo, en la ficha que realizó la gente de Red Ayuda, aparece que la relación que tiene con ella no es muy buena; quizás por eso cree su padrino que don Mario prefiere trabajar hasta tan tarde.

Hay que acompañarlos

Uno de los debates que ha marcado la pauta política, en los últimos meses, ha sido el de las bajas pensiones y toda esa indignación ciudadana dada por el movimiento No + Afp. Es claro que nuestros adultos mayores, y los que vendrán, han sido despojados de un futuro- presente también- digno y por eso es que tuvieron que salir a la calles a manifestarse.

Hay algunos que creen necesarias mejores pensiones, sin embargo, piensan que como país hemos olvidado por completo otros tantos factores que se dan en la vejez, cuando poco es lo que queda por vivir.

Es el caso de los jóvenes que, hace unos tres años, le dieron vida a Red Ayuda. Una suerte de fundación cuyo objetivo es velar por la salud emocional de todos aquellos ancianos, que deben trabajar hasta los últimos días de sus vidas, y que muchas veces están solos, alejados de sus esposas, hijos y amigos.

"Es necesaria una preocupación por lo material, pero quién se hace cargo de lo interior, del cariño que esos viejitos ya no reciben". Esa es la reflexión que todos ellos hacen, en conjunto, cuando se piensa en el por qué la urgencia de una organización como Red Ayuda.

Hay que estar ahí, en terreno, con todos esos ancianos trabajadores, que no creen en la caridad para conseguir sus necesidades materiales.

"He trabajado en todo lo que se te pueda ocurrir, con malos patrones eso sí, vendiendo pescado, haciendo fletes con un triciclo. Si yo no trabajara tendría que quedarme postrado, en una casa que no es mía, dando lástima y no quiero eso para mí. Quiero tener pa' comprarme mis cosas". Don Mario es categórico y eso, para la gente de Red Ayuda, es admirable. "¿Cómo es que en este país nadie respeta a nuestros adultos mayores? Tenemos que aprender, un poco más, de la tradición Mapuche", reflexiona su directora, Karime Carlin.

Qué hace un padrino

El sistema que ellos tienen, y que por ahora beneficia a unos ocho ancianos trabajadores, es por apadrinamiento. Es decir, entre una o dos personas se hacen cargo de comprender, a cabalidad, la vida que hay detrás de estas personas mayores.

Con ello pueden construir una ficha más clara, apoyarlos en sus actividades y visitarlos con mayor frecuencia. También colaboran, codo a codo, con profesionales del área de la medicina y el trabajo social, cercanos a este tipo de problemáticas.

Es muy común, de hecho, encontrarse en el facebook de Red Ayuda con fotografías de ancianos, acompañadas de mensajes que apoyan su labor diaria. "Si quiere arreglar su máquina de coser, vaya donde don Luis que lo estará esperando en la calle Valparaíso", se puede leer en las redes sociales.

De sastre a cesante

Valdivia fue la ciudad que vio nacer a Luis Urrutia, en 1950. Era bien chico cuando empezó a trabajar como ayudante de sastre, uno de los oficios más valorados por las viejas generaciones, que mandaban a hacer sus propias prendas. Más tarde se emancipó de su patrón e instaló, por su cuenta, una sastrería de su propiedad en la reconocida calle Picarte.

Fue ahí que aprendió todo sobre las máquinas de coser, experiencia que le serviría años más tarde, cuando las tiendas de ropa comenzaron a repletar las calles y el oficio ya estaba en su decadencia. No le quedó otra, entonces, que ponerse en plena calle, en los años en que llegó a la Ciudad Jardín, a ofrecer sus servicios de reparación con un simple letrero.

Claro que nunca fue capaz de actualizarse a las nuevas tecnologías, por eso es que hoy en día lo llaman tan poco. Hace seis meses que está parado, sin pensión, ni siquiera la de gracia, viviendo con la colaboración de Gina Serrano y Carmen Contreras, voluntarias de Red Ayuda.

Con ellas pudo conseguirse una pieza barata, de una pensión, en el plan de Valparaíso, justo en la avenida Argentina. Lleno de moscas y muy sólo, eso sí, acompañado de un reproductor de dvd que no sirve para nada.

De vez en cuando llega la gente de Red Ayuda. Él lo pasa bien, como en esos minutos eternos en los que pudimos conversar un poco sobre su vida. "Me gusta que venga gente a verme, porque así se mueve un poco este lugar. Pero igual tengo cosas para entretenerme", refiriéndose a una montaña de revistas Barrabases que tiene guardadas bajo su tele.

Estos últimos días han sido medios difíciles. A pesar de que ya nadie lo contrata para arreglar máquinas de coser, no ha podido salir a intentarlo de nuevo, ya que sufre de un dolor en la cadera que ya no soporta y del que se ha operado dos veces. Desde Red Ayuda están haciendo las gestiones para una tercera, a ver si lo vuelve a intentar, con algún cursito de reparación.