El diagnóstico en la salud de la doctora Sandra Montedónico
La pediatra que lideró el equipo que separó a las gemelas Antonia y Belén en 2012 hoy dice que gracias a ellas se generó un hito en la capacidad de atención de niños en Valparaíso.
¿Se acuerda de la multimujer que promovía una marca de electrodomésticos? Bueno, #RegiónF la encontró. Es cirujana infantil; ha publicado la no despreciable suma de veinte investigaciones en prestigiosas revistas médicas en los últimos diez años; mezcla la medicina en el sector público con el sector privado -lo que le genera sentimientos contrapuestos-; es docente universitaria… Y como si fuera poco, tiene tres hijos.
Así es Sandra Montedónico (46), pediatra que se hizo conocida cuando lideró el equipo médico a cargo de la separación de las gemelas Belén y Antonia, que nacieron unidas por el abdomen en 2012. La operación resultó un éxito y la doctora que coordinó la intervención, fue reconocida en toda la región y el país. Era primera vez que se realizaba una cirugía así en la zona y todos los ojos estaban puestos en el Hospital Carlos Van Buren.
Ya son cinco años de aquella experiencia y Montedónico la recuerda como "un periodo bonito y, al mismo tiempo, difícil", de aprendizajes intensos. Pero además, de una exposición pública que nunca había tenido antes, tanto para los facultativos que participaron de este hito en la salud pública porteña, como para los padres de las niñas. Ellos fueron quienes tomaron las riendas de lo que se podía mostrar y lo que no, considerando la expectación mediática que había. "La idea era en el fondo mantener a las niñas protegidas y de que eso fuera el centro de nuestro accionar médico. Por eso, toda la información y las imágenes que se iban a dar a la prensa, iban a estar autorizadas por los padres. Y así fue", cuenta hoy, emocionada y recordando además que hubo cosas que no se conocieron, como imágenes de la cirugía propiamente tal. "No correspondía", dice.
Las gemelas marcaron un hito en la carrera profesional de Sandra, que hasta el día de hoy sigue siendo su médico: "Están estupendas, las vemos una vez al año. Están tan bien que no necesitan más control que el anual. Están lindas, van al jardín, hacen su vida como si fueran dos niñas normales".
Pero también Antonia y Belén marcaron un antes y un después en la salud pública de Valparaíso. Hubo que convencer a la red de salud nacional y a sus autoridades de que era posible hacer la intervención en la región -que era lo que querían los padres de las niñas-, hacer eternas reuniones con el grupo de médicos, analizar si estaban los equipos técnicos necesarios y un largo etcétera, hasta que el Ministerio de Salud dio el "vamos". La pediatra es enfática en recordar que gracias a aquello se pudo adquirir instrumentos y máquinas que no existían en la zona y que "gracias a Belén y Antonia pudimos tener en el hospital cosas que seguimos utilizando hasta hoy, con un montón de niños, a los cuales antes no teníamos posibilidades de ofrecerle este equipamiento. Por lo tanto, nos sirvió mucho y si tuviéramos que hacerlo de nuevo, lo haríamos".
" inequidad en salud"
Su "doble militancia" actual -en el hospital Van Buren y la clínica Ciudad del Mar- le generan una visión crítica respecto del rol de la salud pública y privada en el país, y de cómo ambas funcionan como mundos aparte.
-¿Compartes el crudo diagnóstico que se hace de la salud pública? ¿Falta poner el corazón en la salud?
- Sí, lo comparto. Hay mucha inequidad en la salud. Tenemos la salud pública, por un lado, y la salud privada, no se cruzan y entonces hay un sector de la población que se atiende en la salud pública y hay otro sector que se atiende en la salud privada y probablemente, a lo mejor, si tú me preguntas por la calidad de la atención, yo te podría decir que es la misma. El problema está en la oportunidad de la atención. En mi especialidad en particular, por ejemplo, si yo tengo un niño con un diagnóstico X en el sistema privado, lo voy a poder operar mañana, la próxima semana, pero en el sistema público no voy a poder hacer eso, porque hay una lista de espera muy larga y puede llegar a un año o más (de espera). Eso no corresponde.
A juicio de la pediatra, lo que falta en la salud pública son recursos y gestión. Pero eso no le quita las ganas de seguir atendiendo a quienes más lo necesitan: "Los médicos de mi generación y más antiguos tenemos un compromiso con el sistema público de este país. Eso se ha ido perdiendo un poco con el tiempo. Pero yo tengo un compromiso con la salud pública y yo estoy con la camiseta súper puesta y lo voy a seguir haciendo. Es parte de mí trabajar en el hospital público".
Su especialización en España y en Irlanda la fogueraron desde el punto de vista médico, pero quizás fue la maternidad la que -reconoce- la ayudó a generar un tema esencial en la salud, sobre todo cuando se trata de niños: la empatía.
Madre
Con tres hijos en edades nada de fáciles -entre los siete y los 17 años-, Sandra Montedónico asegura que su visión frente a los pacientes ha cambiado: "Cuando uno es mamá, puede que uno sepa empatizar mejor con las familias de los niños que uno está tratando realmente, o sea yo creo que es un aporte ser padre o madre al ejercicio de profesión, de todas maneras".
En ese sentido, dice que la empatía permite que se ponga en el lugar de mamás que lo están pasando mal: "Sirve mucho el ser padre para poder relacionarse en una especialidad en que tu atiendes niños, de todas maneras".
En ese sentido, es enfática en advertir que su enamoramiento con la profesión proviene precisamente de que su especialidad, la cirugía pediátrica, le permite "complementar lo técnico, el conocimiento duro con la dimensión humana y la dimensión ética, que son pilares fundamentales en mi profesión".
Eso es lo que la marca, finalmente, como docente en la Universidad de Valparaíso: "El conocimiento es lo menos importante probablemente, porque está al alcance. Lo que se trata de transmitir son las habilidades técnicas, pero además, las habilidades comunicacionales, que son fundamentales en nuestra profesión".