Secciones

Navegando hacia el interior del primer Astillero de Valparaíso

Son 350 los hombres y mujeres que le dan sentido a una de las principales industrias que van quedando en nuestra región. Vestidos con un overol azul, se dedican a mantener en buen nivel las embarcaciones de la Armada.
E-mail Compartir

Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso

Con las manos bañadas en grasa mecánica y envueltos en un overol de obrero color azul, propio de las fábricas de antaño, se mueven los 350 trabajadores y trabajadoras que hacen funcionar una de las pocas industrias productivas que van quedando en nuestra región.

Desconocida para muchos es la función que cumplen los Astilleros y Maestranzas de la Armada (en adelante Asmar), ubicados estratégicamente frente al puerto, en medio de uno de los puntos más transitados por los porteños: la avenida Altamirano.

Todos esos hombres y mujeres representan uno de los últimos bastiones del tejido industrial que se formó en el puerto, en los años de la industrialización. Empresa pública, autónoma del Estado, Asmar tiene sedes en Valparaíso, Magallanes y Talcahuano, siendo esta última la más importante de las tres. Allá cuentan con una serie de diques flotantes, y secos, que sirven en la reparación de la obra más gruesa de las embarcaciones que componen la escuadra nacional.

Acá en Valparaíso la producción es mucho más pequeña, pero no por eso menos relevante para la seguridad de la defensa y la producción de nuestro país. "Debemos ser una de las empresas con mayor número de trabajadores que hay en la región de Valparaíso", comenta el administrador a cargo de la planta porteña, Mauricio Riquelme, quien conserva en su memoria todos los detalles que le dieron origen, hace más de cien años, a su actual lugar de trabajo.

La fundación de Asmar se remonta al siglo XIX, específicamente 1855, cuando se iniciaron los trabajos en el astillero Las Habas. Eran los años dorados del Valparaíso Puerto, en los que se fueron forjando los elementos que le dan carácter a nuestra ciudad y que, en aquel tiempo, la posicionaban como una de las más importantes de Sudamérica.

En lo que queda de Las Habas, hoy propiedad de Asmar, el sonido de la maquinaria da cuenta de esa época gloriosa. Años en los que había una industria relevante que, en medio de tuercas y bobinas, le daba estabilidad a la economía porteña.

En nuestros años, la tarea principal de Asmar pasa por mantener el buen nivel de los buques que tiene la Armada. En ello se destinan la mayor parte de los recursos de la empresa, aunque siempre queda un excedente para la propia creación.

Qué se hace en valpo

Si se imagina a los galpones de Valparaíso dando vida a grandes, y pesadas embarcaciones, la verdad es que lo que ocurre se aleja bastante de aquella función clásica, propia del imaginario que evocamos cuando hablamos de un astillero.

Eso no impide que el recorrido por la planta sea fascinante. 350 hombres y mujeres que, con sus manos, elaboran parte importante de las pequeñas embarcaciones que hay dando vuelta en el mar.

"Acá tenemos a gente preparada y especializada, que imparte cursos en el extranjero. Esa es nuestra fortaleza, que nos permite satisfacer cualquier necesidad de la ingeniería naval", asegura el administrador Mauricio Riquelme.

La Armada de Chile es la que pone esa presión a Asmar, con la misión de atender todas las necesidades que se van presentando en el puerto.

En cuanto a embarcaciones más grandes, alguna vez intentaron especializarse en ello. Pero no cuentan ni con diques, ni la capacidad suficiente, para poder echar a andar embarcaciones en el agua.

Como cuando una vez lo intentaron y tuvieron que diseñar un puente, al que ellos llaman varadero, para poder acarrear los barcos mar adentro, en la playa San Mateo. El resultado de esa experiencia no fue positivo, la verdad, así que hoy sólo se enfocan en lo que les corresponde.

"Las marejadas nos impedían hacer el trabajo. La embarcaciones se devolvían y fue un caos", agrega Riquelme.

Pero más allá de la reparación, en Asmar Valparaíso también se produce. Botes de goma salen de la planta, constantemente, para apoyar distintas áreas de la marina, específicamente en lo que tiene que ver con las emergencias. Esa es una de las construcciones propias.

Las ambulanchas

Lo demás representa un orgullo para los administradores de la planta, en Valparaíso: las ambulanchas que fueron concebidas a pedido del Ministerio de Salud. A través de ellas, pudieron respaldar las zonas más extremas de nuestro país, cuyos habitantes debían pasar por una odisea cuando querían trasladarse a algún hospital, en medio de una emergencia.

Estos pequeños barcos cuentan con equipamiento, e insumos médicos, similares a los que hay dentro de una ambulancia básica, de emergencia, para el traslado de pacientes críticos. Estas características particulares hacen que las ambulanchas sean rápidas, seguras y confiables, para los roles que ya cumplen en zonas aisladas.

Las comunas de Castro, Queilén, Quinchao, Quemchi y Quellón, fueron las beneficiadas por este proyecto, realizado en buena parte por la sede que Asmar tiene en la comuna de Valparaíso.

Así como todos conocemos el Samu, en esas comunas tienen ahora un departamento específico a cargo de la administración de las ambulanchas. Un maquinista y un tripulante se encargan de guiar, por el mar, los destinos de los pacientes que requieran este servicio.

Estación yamana

No hay duda, dicen, que son el centro de ingeniería más grande de toda la V Región. Con servicios que no sólo se limitan a esta zona, sino que además a una buena parte del país, sin superar a Talcahuano, claro, pues la planta que hay allá se encarga de satisfacer esas necesidades.

"Lo clientes vienen a nosotros, básicamente, por un tema de calidad detrás de los procesos que realizamos. En ellos queda reflejada la confianza que ponemos en cada uno de nuestros trabajadores", esa última es para Mauricio Riquelme la razón que ha incentivado el crecimiento de Asmar, en Valparaíso.

Como empresa pública que son, es complejo ponerse a la vanguardia en comparación a otros países de América Latina, sin embargo, ellos lo lograron. A 5 kilómetros de la punta sur de la Isla del Diablo, Provincia de Tierra del Fuego, la ingeniería arraigada en nuestro puerto instaló la primera estación automática de control marítimo.

En ese lugar donde casi no transitan vidas humanas, salvo a través de embarcaciones, una solitaria familia de la Armada tenía que poner ojo, a mano, a los barcos que transitaban por el Canal Beagle. Un procedimiento por radio que quedó atrás, luego del trabajo hecho por Asmar Valparaíso.

Andrés Olivares es el ingeniero en diseño que, junto a otros expertos creativos, pudo materializar los conocimientos acumulados en robótica en el proyecto Yamana. El objetivo era controlar los accesos oceánicos del área del Canal Beagle, comprendiendo la fiscalización del tráfico marítimo de la ruta comercial, mediante alcaldías de mar con estandarización de sistemas de detección y comunicaciones automáticas.

Es un domo autónomo, no habitado, que tiene la facultad de sostenerse en el tiempo, a partir de la propia generación de energía solar y eólica. Funciona gracias al uso y avances de la domótica, también conocida como control integrado a distancia.

Para el caso se utiliza la tecnología satelital, que fue llevada al sur de nuestro país por ingenieros y trabajadores, que forman parte de la poco conocida planta que Asmar tiene acá, en nuestra comuna.