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Crean la máquina espanta carreteros

Vecino de Bellavista, chato de que le ensucien su casa, disparó ingenio: ¡un rociador para los cochinos!
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Guillermo Ávila N.

"Antes, salíamos correteándolos con una manguera... nos llenaban a basura y garabatos", se escucha bajito, casi al lamento.

Pero los decibeles se activan, como sus emociones, tras la revelación al camino. Observamos. ¡Sorpresa!.

En menos de dos segundos, cae un violento chorro y se hace la luz. Es el tiempo que tarda una válvula en activar el rociador manual, y los incandescentes focos halógenos, que se ha vuelto el terror para aquellos noctámbulos del carrete sucio. Los mismos que cada noche, ya sea fin de semana o ahora intensificado con el Carnaval de Los Mil Tambores, hacen sus necesidades sobre la vereda teñida de pintura naranja. Allí donde Óscar Pérez y su mujer, Margarita Avendaño, ambos pensionados, comparten un inmueble desde hace tres años, escalinata arriba, en calle General Mackenna, cerro Bellavista.

Don Óscar, oriundo del cerro Arrayán, no está para inmundicias. Aburrido de recoger escombros filosos como botellas quebradas, además de limpiar excrementos, orinas y hasta vómitos ajenos, decidió, literalmente, "echar al agua" cualquier vestigio de mal rato. Y así, el repelente.

Su recuerdo con los Mil Tambores no es el mejor. "Yo tuve una discusión con un gallo porque se puso a orinar de frente a mi esposa", dice. Su mujer, doña Margarita, replica: "Esos gallos vienen con mochilas, carpas, te piden plata, fósforos... No te dejan tranquilo en tu propia casa".

Cochinos al chorro

Hay personas que ven cosas que otros no pueden. Hace tres meses, Óscar Pérez, curtido en la mina El Teniente de Rancagua, donde por 40 años supo atacar el macizo rocoso como operador de equipo minero, puso acá oficio al genio. Y su novedosa "máquina": el sistema consiste en cinco aspersores de agua hechos a base de cobre -para evitar que los dañen- instalados en la parte alta y exterior de la vivienda.

Con un alcance de 10 metros de largo por 2.50 mts., de ancho (hasta la calle) en total, los rociadores están conectados al interior de la residencia por una válvula que opera de forma manual. Don Óscar, sintetiza metódico: "Entonces, cuando los siento de noche, abro la válvula y todos se mojan nomás. Además los focos halógenos gastan poco e iluminan harto, los encandilan". Y agrega el creador al anecdotario final: "No cachan qué les pasa. ¡Salen corriendo con sus calzones o calzoncillos en la mano!".

10 mil pesos le cuesta armar su 'invento' casero a Don Óscar, que ya despierta admiración en los vecinos y hasta en el alcalde nocturno, Juan Carlos González, afirmó el porteño.