Venezolanos se reinventan con manjares exóticos al paladar
Tres casi secuestros. Rutas terrestres. Frío, hambre y derrumbes. Eso es lo que debieron soportar estos 4 emprendedores que se la juegan, ahora desde Valparaíso, con el puesto gastronómico 'Llegó la Caraqueña', su sueño 'chamo' en Chile.
Afuera, la humedad lo impregna todo. Adentro, el aire acondicionado hace que la oficina parezca frigorífico. Caracas está que arde. Más bien, en llamas.
La cajera, inclinada con su melena sobre el rostro, no para de observar su celular. Sus dedos discan, una y otra vez, a la pantalla táctil. Más atrás, el guardia hace lo mismo. De pronto, unos policías irrumpen tras la mirada cómplice del guardia.
De frente a la cajera, una pareja se percata que están solos. También rodeados al interior de la oficina que parece congelador. La pareja, cuyos nombres son José Manuel Villegas y Ana Isabel Sánchez, aún no proceden a efectuar el retiro bancario. En realidad, no pueden... la cajera se tarda en darles su efectivo. José Manuel, sigiloso, también saca el celular. Teclea. Hace un gesto silencioso a su compañera.
Al rato, otros guardias, esta vez amigos de José Manuel, ingresan con una misión secreta: rescatar a él y su mujer de un eventual, otra vez, secuestro...
"Eso nos ocurrió tres veces. La última, le tocó a mi mujer, que estaba sola. Apenitas logró escapar. No se podía vivir así". José Miguel vuelca memoria a ese recuerdo brutal y triste ocurrido hace tres años.
Por eso, junto a Ana Isabel, decidieron quemar las naves, no sólo por ellos, dicen, sino que por sus pequeñas hijas. Y un futuro.
Dejar una existencia atrás no es fácil. Menos arrimarse a una aventura extranjera. "Por suerte, tengo unos parientes en Chile. Había optimismo en que tal vez la situación se revertiría allá. No ocurrió", revela José Miguel, afincado en Quilpué, licenciado en comercio internacional, pero que acá debió forzar una vuelta de tuerca a su profesión: ahora, con delantal y guantes, es el chef ancla todoterreno de su emprendimiento: 'Llegó la Caraqueña'.
Frío, hambre y arepa
A la espera de un 'food truck' ya en camino desde el taller, en plena plaza Cívica de Valparaíso, José Miguel acota que hoy están a la espera de romperla con los asistentes a 'Los Mil Tambores'. Para ello, sus manjares sin gluten al paso: "A la gente le ha gustado nuestro sabor", dice.
Así, se las han ingeniado para participar en diferentes ferias gastronómicas y actividades privadas. Lo importante, afirma, es que incluso han podido ayudar a sus compatriotas, dos en este caso. "Con una oportunidad de ingreso incluso mayor a lo que ellos pudieran obtener en una pega tradicional de acá", sentencia mientras atiende a un cliente que ya va por su segunda arepa. "Muy rica", mastica labia.
Escéptica a los sabores exóticos, Gina Fuentes, observa con recelo el producto venezolano "sabrosón".
"Si no le gusta, le devolvemos la plata", es la certeza que lanza a la venta y su plato estrella, la arepa, César Díaz, de 27 años, quien está dedicado, en este caso, a la atención al público.
Recomienda de entrada la arepa 'Pabellón': carne mechada, porotos negros, queso rallado y plátano verde ya madurado. "Gusta "al tiro" como dicen ustedes", agrega con 'chispeza' con un nuevo comensal argentino que no deja de elogiar el plato manual.
César es de Caracas. Llegó hace cuatro meses. Su periplo de más de dos semanas hasta suelo patrio fue de esfuerzo. Y terror: pasó frío, hambre; durmió en plazas, macheteó e incluso sorteó un derrumbe en Perú. Todo vía terrestre. "En mi tierra era contador auditor. Me vine solo. Pienso traerme a toda mi familia que aún no puede salir del estado de Sucre", indica prendido.
Ya a los malabares sobre la parrilla eléctrica, el olor de 'La Pelu'a' y su salsa toping, arepa a base de carne mechada y queso, reúne a curiosos. Leonel Guaita, de 28 años, administrador comercial al cartón, está a cargo de la improvisada cocina en 'Llegó la Caraqueña'. Pese a su semblante serio, se entusiasma al habla: "Aunque todos nos dedicamos a la cocina y dirección". Es primo de César. Recién con una semana en el país, le encanta Chile, a pesar de haber dejado al retrovisor a su Puerto La Cruz, ubicado en el oriente venezolano. "Es muy tranquilo acá. Allá todo es muy rudo. Mucha delincuencia, después de las cinco de la tarde, es preferible no salir".
Aparecen más curiosos. Ahora el puesto se llena. "Queremos saber qué son Los Mil Tambores", comenta César, a la vez que José Manuel, le anima, con éste, su "sueño chileno".