Las sobrecogedoras historias que se esconden detrás del muelle Vergara
Intentos de suicidio y violencia hacia los guardias. El desafío diario de resguardar la seguridad del lugar.
Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso
Q uienes están a cargo de la seguridad del Muelle Vergara, deben hacerse cargo, todos los días, de una serie de problemas, arraigados en las faltas de respeto y el incumplimiento de los límites.
Más de alguno de los "turistas" se pasea, en las tardes, esperando entrar a los espacios de pesca y hacer uso de ellos. Todo bien hasta que el guardia, llamado Diego (no quiso entregar su apellido), se acerca a ellos para sacarlos del lugar.
"Ahí se ponen como locos cuando uno les dice algo. Nos tratan de huevón, hijos de no sé qué (...) y cuando terminas el día te sientes pasado a llevar", cuenta el encargado de la seguridad del lugar.
Ése es un dolor, como ser humano, profundo que siente, reconoce. Que pocos respeten su trabajo, dice, no es menor, tomando en cuenta que es él quien debe velar por la seguridad de la gente que pasea por el muelle.
Pero los insultos, agresiones y faltas de respeto son parte de la cotidianidad de la existencia de Diego. En segundo plano está, a su juicio, todos lo demás que debe ver cada día y a todo momento: irresponsabilidades, consumo de alcohol en lugares de riesgo, drogas varias, entre otras conductas.
El héroe del muelle
No hay que dejar de lado los peligros que esconde esta profesión. "Si salta alguien del muelle hacia el mar, y muere, preguntarán después ¿dónde estaba el guardia de seguridad? y lo más probable es que termine en la cárcel", relata Diego.
Imagínese lo que en siete meses, desde que se hizo cargo del muelle, vive este trabajador. Se topó con dos intentos de suicidio. Uno ocurrió hace unos meses, que lo dejó profundamente herido en su interior, cuando se encontró en su casa y reflexionó.
"Cuando mi compañero estaba en el baño vi pasar a una niña llorando y nos llamó la atención así que la contuvimos. Después siguió caminando y la cabra se quería tirar desde la punta del muelle y tuvimos que detenerla, que no podía hacer eso y le agarré la mano, bien firme, y no la solté nunca más", asegura.
Muy íntimamente este guardia, que antes no había querido hablar con la prensa, dice que este intento de suicidio, el de la joven, fue el que más lo hizo sufrir. En parte porque la "niña" tuvo una crisis de pánico y también porque, si se concretaba, él habría tenido que seguirla en su camino.
"Yo sólo tengo curso OS10, así que no me puedo lanzar al mar porque ahí es necesario estudiar con la Armada. Pero me hubiese lanzado igual con ella, por mi compromiso de seguridad y porque, si alguien muere y no estoy ahí, me voy a la cárcel", sostiene.
"Descompuesto", esa es la palabra que utilizó para definir su estado posterior a un intento de este tipo. Lo que espera, en adelante, es realizar el curso de la Armada, porque la memoria de un muelle trae consigo paradojas con las que pocos deben tratar.
Antes de ese episodio y en plena temporada de marejadas, vientos y advertencias por parte de la Armada, Diego cuenta que un sujeto entró igual al muelle, se sentó en un rincón y se tomó una botella de pisco puro.
El pesado viento del invierno atrajo hasta Diego el humo de la marihuana, que había estado fumando el desconocido. Diego llamó a Carabineros. "Cuando un guardia de seguridad se encuentra con una situación así, debe llamar inmediatamente a Carabineros, así que ellos se lo llevaron", cuenta.