En Limache está el edén de las flores comestibles
Alejandro y Sebastián Zamorano, dejaron Valparaíso para instalarse en el interior de la región y dar rienda suelta a sus instintos creativos culinarios.
Mirian Mondaca Herrera. - La Estrella de Quillota- Petorca.
El penetrante y agradable aroma a flores de diversas especies entra sin permiso en las narices de quien llega a la llamativa casa de Palmira Romano 846, en Limache. La sensación de bienestar es inmediata y aumenta cuando Francisco Zamorano abre el portón negro que cubre la vista de sólo parte de la cúpula de un domo geodésico que se levanta en el antejardín de la casa. Junto a la entrada una bandera mapuche completa el cuadro, señal de que la conexión con la tierra allí es esencial.
El joven saluda amistosamente y en su pecho cuelga una vistosa identificación "Toronjil Cuyano", dice. La acompaña un bordado en el costado izquierdo de su polera donde se lee: "sustentabilidad". Esa palabra no sólo está grabado en su ropa, sino que también a fuego en su mente, y en la de su hermano, Alejandro.
"cosas raras"
De inmediato Sebastián llama a ingresar al domo, y como no, si en su interior está parte importante de la razón de ser del emprendimiento que encabeza junto a su hermano: las flores comestibles "Toronjil Cuyano". Pasan algunos segundos y Alejandro se suma a la conversación. Precisamente es él quien revela la génesis del proyecto.
El "bichito" de descubrir la cualidad comestible de diversas especies de flores comenzó cuando aún eran niños. El responsable de ello, cuenta Alejandro, fue un tío abuelo, que "desde que era chico comía cosas medias extrañas para la época. Subía al cerro, sacaba cosas medias raras, hacía jugo, recolectaba bayas, vegetales y hacía mermeladas de unos frutos que no eran muy conocidos", recuerda.
Sin tener conocimientos de gastronomía, este familiar lo hacía de manera instintiva, y eso permitió que los hermanos crecieran experimentando en cuanto a sabores nuevos. Más tarde, con algunas semillas que este tío había recolectado y algunas que comenzaron a producir, Alejandro y Sebastián crearon su propio banco con distintas especies. Ese fue el comienzo de la aventura en el mercado de las flores comestibles.
únicos en la región
Ambos hermanos crecieron compartiendo esta afición y cada uno en su área (Alejandro estudio Agronomía y Sebastián Gastronomía) puso su grano de arena para concretar su idea de innovar en la permacultura regional. De hecho, actualmente son los únicos que producen plantas comestibles de manera formal. "Una vez alguien por ahí nos comentó que había alguien que también lo hacía, pero nunca lo pudimos comprobar (...) al menos no hay nadie más que produzca a la escala que nosotros lo hacemos", señala Sebastián.
Hoy estos jóvenes veinteañeros siguen tan inquietos como el comienzo y, a la veintena de variedades de flores que venden, se suma la idea de elaborar productos comestibles propios. En eso trabajan, y como una pequeña muestra de su creatividad, sobre una mesa aguarda una humeante pizza hecha con cappuchina y pensamientos.