Los secretos de la coqueta gata que pasea con arnés
Carlos Guerra, su dueño, reconoce que su regalona se ha transformado en la atracción de la av. Colón.
Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso
Muy raramente se presenta, caminando por las calles de Valparaíso, una persona paseando un gato tirado de un arnés, atrayendo las miradas de varios curiosos que nunca se habían topado con algo igual.
Hace siete años, cuando empezó con esto, Carlos Guerra tenía un poco de pudor cuando pasaba frente a algún carabinero. La posibilidad de que lo multaran, o algo así, era un pensamiento frecuente que pasaba por su cabeza. Pero nada de eso.
"Ellos se quedaron mirándola y haciéndole cariño. Después le hicieron fotos y la Sami se dejaba querer, como si supiera que alguien más la estaba retratando", recuerda este personaje, un tanto mítico, de la Av Colón.
El recorrido que hace se convirtió en cotidianidad para los vecinos. Primero la gata hace sus necesidades, él sale de su casa, camina por Colón y luego hace las visitas comunes al mercado o a la iglesia Corazón de María.
"Con la Sami voy al banco, me acompaña a pagar las cuentas. Al principio me decían que no podía entrar con ella, así que me la ponía en el hombro, pero después no me pusieron problemas", asegura.
Libre en la casa
Claro que no todo el tiempo la tiene sujeta al arnés. Cuando llega a casa se lo quita y Sami camina libre por un pasillo en el que, también, juega a la pelota.
Piensa Carlos Guerra que de seguir así, su gata va a ser mejor que varios jugadores profesionales de fútbol, "va a salir campeona de jugar a la pelota", dice, mientras se ríe de las chocherías de su única compañera de existencia.
Ella y él, los solitarios moradores en la casa. Al principio la Sami se sentía incómoda, pero con el paso del tiempo se fue acostumbrando y, según este hombre, es más fiel incluso que un perro.
"Hace sus necesidades sola y después las limpia, no como un perro al que hay que limpiar", sostiene. Mientras tanto, curiosos pasaban por Colón y le tomaban una foto a la rápida.
La semana pasada, cuando fue a ver al gran pato de hule, llevó a su mascota. El público que se acercó fue tanto, que pensó por un momento que tenía una mayor atracción, incluso que el pato.
Se armó un círculo de personas que acariciaban a la Sami y querían conocer la historia de cómo llego a lo que es. Al igual que una niña que, en la Iglesia, se acercó muy curiosa para preguntarle a Carlos: "¿Por qué pasea a su gato con una correa?".