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Vino orgánico: el tesoro mejor guardado de la Ciudad del Sol

Con procesos naturales y pies descalzos, el matrimonio Herrera Alvarado, radicado en Quilpué, produce cinco diferentes tipos de licor natural. Todos los domingos realizan una cata social y gratuita.
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Isabella Gálvez Olivo - La Estrella de Valparaíso

¿Sabía que en Quilpué, en unos amplios y calurosos valles, producen vino orgánico? En parcelas secretas, escondidas entre casas de portones gigantes, se encuentran los viñedos Herrera Alvarado, que hace cinco años trabajan las uvas de forma más natural y única.

Carolina Alvarado y Arturo Herrera es el matrimonio que se encarga de fabricar cinco tipos diferentes de vino poco convencional. Su gran emprendimiento es parte de una cooperativa que tiene como fin producir vino de la forma tradicional y natural que se usaba antiguamente en el territorio nacional.

Vino y vida

El valle donde se encuentran está rodeado de montañas verdes que, en la mañana, se cubren de vaguada costera. Las uvas cuelgan de tallos que no son tratados ni protegidos por sustancias tóxicas, las que pueden alterar su maduración y evolución común. Carolina, madre de 3 hijos y dueña de esta empresa, que prontamente exportará más de 500 botellas a Europa, explica cómo su estilo de vida relacionado con los procesos de la naturaleza, pasó a influir a su negocio local.

"Nosotros antes sólo arrendábamos tierras; teníamos en otros lugares viñedos arrendados. Tuvimos varios contactos con otros productores, fuimos aprendiendo, yo estudié agronomía y entonces complementamos conocimientos", explicó Alvarado. "Luego un gran viñatero de la zona nos propuso comprar juntos estas tierras y estamos aquí hace cinco años y medio. Somos uno de los más jóvenes de por aquí".

Esta pareja lidera una cooperativa, constituida por otros viñedos, que se interesa en la asociatividad y en la producción en conjunto, pero manteniendo sus marcas separadas; como la creación en grupo de un vino blanco distribuido por los miembros de la agrupación o la organización de eventos y fiestas del vino que busca dar a conocer las botellas escondidas de Quilpué.

Los viñedos Herrera Alvarado se caracterizan por presentar un proceso de fabricación limpio y poco manipulado por la mano del hombre, buscando obtener resultados más frescos y únicos.

"Nuestra filosofía de vida es generar vinos que sean muy honestos, que a la gente le hagan bien. Y eso, si tú te transportas hace tiempo atrás, no habían grandes tecnologías para desarrollar el vino. Nosotros lo que hacemos es respetar el campo, la naturaleza y eso te permite obtener una materia prima armoniosa. Así mismo, conseguimos una fermentación generosa y natural", dijo Carolina, refiriéndose a que ellos evitan los químicos, insecticidas y levaduras externas en la producción de tintos.

Los viñateros recalcan la importancia de no alterar la cubierta de las uvas. Con un proceso más orgánico, se obtiene un brebaje de sabor, color y aroma diferente al de las marcas convencionales.

Carolina Alvarado analizó que las personas amantes de esta bebida cristalina, agradecen los productos más naturales y poco tratados sintéticamente. "Cuando tomas un vino blanco que no está filtrado, que no tiene preservantes realmente sientes la diferencia, la gente realmente lo agradece. Nuestros vinos van variando, expresan lo que viene de la naturaleza. Como no los tratamos profundamente, su sabor y consistencia dependen de sus procesos orgánicos", dijo la agricultora. Así es como, un año, la botella más deliciosa puede ser la de un blanco, pero en la próxima cosecha el producto estrella es un tinto.

El proceso

Por otro lado, Arturo Herrera, dueño y productor de la empresa, detalló, paso por paso, el desarrollo de los blancos y tintos. "La producción nace en la viña. Un buen cuidado orgánico hacen que las uvas tengan esa sabiduría que hace que cuando lleguen a la bodega, solas se puedan comportar en la fermentación y en la formación alcohólica. No se interviene, solo las acompañamos. Pero regulamos la temperatura" comentó el hombre, añadiendo que "la uva cuando llega se pisa en una prensa vertical, hecha con cuero de vaca. Luego se separa el jugo del grujo y se empieza a fermentar solo. Esa espera puede ser de 15 días, donde los azúcares se transforman en alcohol, producto de la levadura. Cuando se termina la fermentación, sigue la mano láctica, donde los ácidos se transforman en lácticos. Luego, se da el proceso de descanso del vino en barriles, en cubos de cemento. Generalmente descansan un año pero no hay un tiempo definido, porque es un todo natural. Cuando el vino decide parar su proceso, lo embotellamos".

Sus etiquetas son únicas. Unas están trabajadas por dibujantes locales y otras hechas a mano por la misma Carolina. La botella se sella con un corcho y cera de abeja natural.

Puertas abiertas

Siguiendo su filosofía de vida y producción, este viñedo realiza catas sociales todos los domingos, llueva, truene o relampaguee. Es gratis y abierta al público, presenta una dinámica diferente a los que normalmente se ofrece en la industria.

Las catas sociales nacen impulsadas por la idea de presentar bebidas accesibles para todos, dando la oportunidad a quien quisiera de probar un vino diferente y orgánico. "Comúnmente, en una cata convencional, les explican a las personas los componentes y características del vino que degustan. Nosotros no lo hacemos así. Las nuestras son catas atípicas, donde tomas un vino y descubres, a través de todos tus sentidos y de tus experiencias, qué hay en la bebida. Tu te transportas, a través de esta cata, a un lugar, a una persona, a una característica propia", señaló la dueña de la tierra.

Después de mirar el campo y recorrer los caminos de tierra de la viña, las personas son invitadas a probar los productos orgánicos, acompañados de pan y queso. Los empresarios buscan que las personas que los visitan conozcan la cultura del vino con sus propios sentidos y recuerdos; que al probar tiempo después su sabor, se les venga a la mente las sensaciones y emociones que experimentaron en la viña.