El año en que una gripe mortal azotó valparaíso
"Nuestro servicio telegráfico ha informado ampliamente sobre la epidemia de influenza que, nacida en España, se ha propagado a varios países europeos, en los cuales ha adquirido mayor menor virulencia", señala una nota aparecida en El Mercurio de Valparaíso el 7 de octubre de 1918. La información, titulada "La influenza en España", sería la primera referencia local a la mortífera epidemia que, entre 1918 y 1920, costó la vida a unos 40 millones de personas en el mundo y que también tendría su correlato en Chile y en Valparaíso.
Para entonces, entre las vastas informaciones sobre los avances de los aliados en la Primera Guerra Mundial y los primeros aprontes para iniciar las obras de construcción del "Camino Plano" -actual avenida España- entre Valparaíso y Santiago, el Decano de la prensa nacional daba cuenta de una epidemia global que, en cosa de semanas, llegaría también al Puerto, causando numerosas muertes en la población.
La "grippe", como era llamada entonces en la prensa -así, con doble pe-, ya había cobrado en octubre de 1918 varias vidas en la capital y era objeto de análisis y estudios en las juntas médicas de los hospitales santiaguinos.
"El vecindario de la capital se encuentra alarmado por el desarrollo que va adquiriendo allí la epidemia de grippe influenza española. Y ello se explica por los lamentables estragos que esa misma enfermedad hace en España, y donde se ha presentado con caracteres tales que llegó a desconcertar en un principio a los médicos", señalaba El Mercurio el 18 de octubre de 1918.
Esa semana, se reportaban casos en el Hospital de Niños, en la Cárcel Pública y en el barrio de la Vega Central. "Una sala entera del Hospital de San Vicente está ocupada por enfermos atacados de la grippe", informaba el periódico, descartando, con cierta dosis de voluntarismo, la presencia del virus en Valparaíso.
"En nuestra ciudad no han faltado tampoco algunos espíritus demasiado crédulos y nerviosos, que hayan hecho circular la noticia de haberse propagado esta enfermedad hasta Valparaíso, rumores que, como es de suponer, han producido la consiguiente alarma. Estamos nosotros en condiciones de poder asegurar que esos rumores carecen de fundamento, y se deben, sin duda, a la semejanza que presenta esta epidemia con el tifus", aseguraba El Mercurio porteño el 19 de octubre.
la gripe en el puerto
La esperanza de que Valparaíso fuera inmune a la gripe española se derrumbó prontamente. Los primeros casos comenzaron a ser registrados la misma semana en que la prensa descartaba la presencia del virus en la ciudad y ya el 29 de octubre, la alcaldía iniciaba medidas de desinfección en la ciudad, particularmente con la limpieza de cauces, quebradas y lugares públicos. "Aunque en forma benigna, la epidemia de influenza ha tomado cuerpo en Valparaíso", escribía El Mercurio, descartando hasta entonces la presencia de casos de gravedad.
Más rápido que la prensa, el comercio tomó nota del avance de la epidemia y comenzaron a aparecer numerosos avisos que ofertaban productos para combatir la enfermedad, desde tónicos milagrosos hasta fumigadores especiales para repeler el virus.
El primer aviso comercial relacionado con la gripe española apareció el 20 de octubre y correspondía al importador Hernán Vijil, quien ofrecía "todo lo necesario" para la desinfección de teatros, escuelas, establos, conventillos y caballerizas, muy habituales en el Valparaíso de comienzos del siglo XX.
La Botica Unión, de Bruschert y Cía., ofrecía el tónico anti-influenza Reginensi, "el único remedio seguro"; la agencia de la Viña San Pedro, en avenida Brasil, anunciaba el agua mineral Panimávida como "el mejor remedio contra la grippe"; y el desinfectante Cloronaftol afirmaba: "Si usted no está contagiado, no se contagiará, y si ya está enfermo, le ayudará a sanar".
Un pequeño aviso en la sección de Económicos ofrecía una alternativa para los más desposeídos: "La Grippe. Enfermos de pocos recursos concurran a Condell 294. L. Trucios".
"centenares de casos"
Para fines de octubre de 1918, la epidemia ya se había instalado con fuerza en Valparaíso. "La influenza se propaga rápidamente en la ciudad. Hay centenares de casos", señalaba El Mercurio el 30 de ese mes, conminando a las autoridades a tomar medidas y a los congresistas a aprobar el primer Código Sanitario, que aún dormía en el Parlamento.
Las características de la enfermedad eran así descritas: "Se inicia con fiebre alta, escalofríos y sobrevienen luego una gran postración nerviosa y un quebrantamiento general (…) En Europa, Brasil y Argentina, la influenza se ha presentado en formas diversas: nerviosa, intestinal y toráxica, siendo la primera de ellas sumamente grave, pues origina hiperestias, lumbagos y otras complicaciones extremadamente peligrosas. La forma toráxica se manifiesta por vómitos y acompañada de laringitis, desarrollada insidiosamente y que suele tener un desenlace fatal".
Una noticia publicada en la misma edición da cuenta del estado de la ciudad respecto a la epidemia: "Los casos ocurridos en nuestro puerto se cuentan ya por centenares, y comprenden toda la población, sin excepción alguna. Uno de los principales hoteles de la ciudad alberga en este momento a más de 25 huéspedes enfermos de la epidemia. Igual cosa acontece en fábricas y talleres. No hay establecimiento de esta naturaleza que no haya tenido que sufrir la enfermedad de algunos de sus operarios, y una imprenta importante registraba ayer cuarenta faltas por esta enfermedad".
El 31 de octubre, la alcaldía porteña emitió un primer decreto "con el objeto de evitar el desarrollo de la epidemia de influenza que ha aparecido en el Puerto" y nombró funcionarios para realizar inspecciones sanitarias en los diversos cerros de la ciudad, durante los tres primeros días de noviembre.
Los resultados de la inspección fueron catastróficos, pues dieron cuenta de las insalubres condiciones de vida de los porteos en conventillos, quebradas y cerros, en medio de basurales y desagües. "Seguramente en Valparaíso no existe un barrio en peores condiciones de desaseo, y para encontrarle similares, tal vez tendría que irse al interior de África", describía un cronista de El Mercurio, que acompañó una visita sanitaria inspectiva al cerro Barón.
todos contagiados
Con la epidemia en pleno desarrollo, autoridades y particulares comenzaron a tomar medidas extraordinarias. Ante la amenaza de clausurar los teatros y lugares de aglomeración pública, enarbolada por la municipalidad, los mismos empresarios del espectáculo se encargaron, por ejemplo, de desinfectar las salas de teatro, incluso en los entre actos.
José Casajuana, dueño del Teatro Novedades, advertía en una carta a El Mercurio que la ciudad no debía clausurar sus actividades habituales ante la epidemia: "Aparte de que no participo de la idea de convertir a la ciudad en un cementerio (pues, a más de causar cuantiosos perjuicios materiales, se aumentaría la epidemia con los casos producidos por la sola nerviosidad de la gente, nerviosidad que produce la mayoría de los atacados en toda epidemia); aparte de esto, digo, se ocasionarían perjuicios inmerecidos a muchos negociosa que se desviven por cumplir todos los reglamentos municipales y que adoptan desde hace años, no sólo ahora, cuanta medida de higiene pueden realizar en beneficio de sus favorecidos".
Una crónica del 5 de noviembre especificaba con más detalle los estragos de la epidemia en la ciudad: el Liceo de Hombres registraba una inasistencia del 60%, "y numerosas escuelas públicas se hallan en idénticas condiciones". Debido al alto número de cadetes, profesores y oficiales contagiados, la Escuela Naval de Valparaíso se vio obligada a clausurar el establecimiento por algunos días, para realizar una desinfección.
"Casi no hay casa particular, oficina pública o privada, o establecimientos comerciales o industriales de cualquier género, que no cuente con uno o más enfermos e influenza, En la Dirección de la Armada, Intendencia, Gobernación Marítima, Municipalidad, Correos, Aduana, Ferrocarriles, Telégrafos, clubes sociales, hay innumerables enfermos, observándose en algunos casos cierta perturbación en los servicios a causa del desarrollo de la epidemia", describía El Mercurio.
"No han escapado al contagio los personales de la prensa diaria, resintiéndose por este motivo muchos de sus servicios", confesaba el Decano, también afectado por la epidemia.
muertos por decenas
Para el 19 de noviembre, los muertos a causa de la gripe española se contaban por decenas. La Junta de Beneficencia de Valparaíso reconocía que entre el 15 de octubre y el 15 de noviembre se habían registrado 732 defunciones en la ciudad, casi un 50% más que en el mismo período del año anterior, cuando hubo 493 fallecidos.
"El aumento de la mortalidad obedece a la influenza reinante pues, según los informes del señor Sinn Tagle (de la Junta de Beneficencia), la mayor parte de las defunciones corresponde a muerte por pulmonías y otras enfermedades derivadas de la epidemia en cuestión", señalaba el periódico.
Los porteños de escasos recursos eran los más afectada: "La epidemia está haciendo estragos entre la gente humilde".
Hasta cuarenta defunciones diarias se registraban a causa de la gripe en Valparaíso: "Ha habido días, nos ha dicho el señor Sinn Tagle, en que el personal del Cementerio N° 3 no ha dado materialmente abasto para sepultar tanto cadáver".
Otras medidas extraordinarias, como la prohibición de acceso de público a los cementerios -salvo deudos, en cortejos- y la limitación de entrada a los hospitales, fueron tomadas por la autoridad local para evitar la propagación de la enfermedad, que seguiría presente en la ciudad y, en el resto del mundo, por el próximo año.
Según el Anuario Estadístico de la República de Chile, entre 1918 y 1919 se produjo un alza considerable de la mortalidad en el país, asociada a la epidemia. Si en 1917, hubo 2.798 fallecidos por influenza, la cifra se elevó a 6.026 en 1918 y a 23.789 en 1919. Se estima que la gripe española costó la vida a 37.500 chilenos entre 1918 y 1920.
A cien años de la "gripe española", la pandemia más letal de la historia
En 1918 y 1919, dos oleadas de un peligroso virus de influenza asolaron al mundo. Unas 40 millones de personas murieron. Valparaíso no fue la excepción: los fallecimientos se multiplicaron y los hospitales no daban abasto para atender a los enfermos. Hoy una nueva variante, la "gripe australiana", amenaza al planeta.