Extranjeros "colonizan" un pedacito en la Feria de las Pulgas
Conozca la historia de dos inmigrantes peruanos y un dominicano que se instalan todos los domingos en la tradicional "Feria de los Cachureos" porteña, donde también se han ganado el respeto y cariño de los feriantes locales.
Todos los domingos los porteños y porteñas se agolpan en el bandejón central de la avenida Argentina para dar un tradicional paseo por la Feria de las Pulgas, también conocida como la "Feria de los Cachureos".
En este lugar se puede encontrar de todo, por eso la gente se toma su tiempo para recorrer. Comienzan a llegar tempranito y conforme pasan las horas, hay empanadas para el almuerzo, y de postre el mote con huesillo heladito, o el infaltable helado York.
Pasillos de ropa, muebles, cortinas, toallas, peluches, zapatos, herramientas, perfumería, artículos electrónicos, libros, juguetes, plantas, animales se mezclan con las antigüedades.
Sazón del perú
Nos llama la atención un puesto con murallas de leche evaporada marca Gloria, rocotos, ají amarillo, quinoa, entre otros productos clásicos del Perú.
Siempre hay clientela. Incluso dentro del puesto, refugiándose del sol, hay personas que comen pollo con arroz con muchas ganas o tamales.
Y es que Silvia Sagástegui es tan amable y cocina tan rico que ya tiene su clientela fiel, que cada domingo llega a almorzar y probar sus tamalitos, comida casera típica del Perú.
También llegan personas en busca de todos los ingredientes necesarios para hacer un rico ceviche o ají de gallina, porque Silvia lo tiene todo, es un pedazo del Perú en la ciudad Puerto.
Silvia llegó hace unos 20 años a Valparaíso, dejándo atrás su Trujillo natal. Después de trabajar en muchos lugares para ganarse la vida, el año 2005 decidió instalarse en la Feria de las Pulgas para ofrecer productos de su tierra querida.
"Yo cuando empecé me instalaba en el suelito. Ponía cuatro cajitas con unas cuantas Sibaritas, que es un aliño peruano, mis rocotitos, ají amarillo, la pimienta. ¡Así no más empecé! Y bueno ahí he ido escalando. Porque en ese tiempo no había tanto interés de los porteños de consumir la comida y productos del Perú como ahora", recuerda Silvia.
"Yo llamaba a mi gente, los peruanos, y les avisaba que estaba aquí en la feria. Y con esfuerzo logré que la gente ya me conociera, que son quienes vienen a comer los domingos porque se fueron pasando el dato. Y lo que más vendo es el tamalito, que es una masa de maíz blanco envuelta en hojita de plátano y lleva trocitos de pollo y huevito. Es tradicional en Perú", agrega.
Chile segundo hogar
La peruana echó raíces fuertes en Chile. Tiene nietos y amigos, pero aunque éste ha sido su segundo hogar por 20 años, siempre tiene el sentimiento de querer volver al Perú.
Y su paso por la Feria de los Cachureos le ha hecho afianzar aún más relaciones con otros inmigrantes peruanos, y también algunas amistades locales, que en más de alguna ocasión le han tendido una mano, y ella a ellos también, tomando en cuenta lo difícil que es estar lejos de su tierra.
El dominicano
A la altura de calle Rancagua, en medio del bandejón de avenida Argentina, conocimos a Nelson Medina , que llegó hace tres meses de República Dominicana y trabaja vendiendo quesos y salame en un carrito.
"Ya tengo mis clientes. Hay gente que viene directamente a comprar aquí, porque yo les doy de probar así se aseguran de que el queso es muy rico, y lo vendo a 5 mil el kilo, de ahí va bajando el precio con el trozo más pequeño", cuenta el dominicano.
Si bien aún son pocos meses viviendo en Valparaíso, Nelson dice que se ha topado con todo tipo de personas. "Como en todos lados", asegura, "hay gente que te trata bien y otra que te trata mal".
La magia de la uñas
Carlos Correa llegó desde Lima a la Feria de las Pulgas para ofrecer un producto estrella: unas plantillas con diseños que se aplican con un tapón en las uñas que le dejan las manos como recién salidas de la manicurista.
"Unos amigos me dieron el dato de esta feria. Y me ha ido muy bien con el producto", afirma el comerciante limeño.
Justo en ese momento llega una chica porteña que queda maravillada con la prueba que Carlos hace sobre sus uñas azules.
Carlos maneja a la perfección el producto. Tiene una vocación innata para ofrecer lo que vende. Con esa amabilidad tan característica de los hermanos peruanos. "Yo vengo acá casi todos los años. No tengo ninguna queja de los comerciantes de la feria, en este sector la gente se conoce, porque también estuve en Antofagasta y la gente era más hostil, más pesada. Pero Valparaíso y Viña son muy bonitos. También estoy en la feria artesanal que está en el liceo Bicentenario de Viña", pasó el dato.