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El pueblo del encanto: la zona mágica entre Santiago y Valpo

Quintay es una pequeña ciudad de mil habitantes que se llena de viajeros extranjeros y santiaguinos durante el verano. Pertenece a la municipalidad de Casablanca y, junto a la tierra del vino, recibe 280 mil turistas al año.
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Isabella Gálvez Olivo - La Estrella de Valparaíso

Como un tesoro escondido: así se podría describir al pequeño y bello pueblo de Quintay, un balneario de menos de mil habitantes que es visitado por santiaguinos y extranjeros para desconectarse de la rutina.

Esta pequeña ciudad cuenta con dos hermosas playas, una caleta de pescadores y personas hospitalarias dispuestas a recibir a todos los turistas con historias de puerto y una amabilidad contagiosa.

Hay también una modesta plaza y tiendas "de barrio". No tiene farmacias ni cajeros. Sus calles están conectadas por caminos de tierra y el silencio abunda en su ambiente. Está rodeada de naturaleza, pura y verde. Sus habitantes la describen como "un pequeño mundo alejado de todo. Un lugar perfecto para desconectarse y olvidarse de la tecnología".

El centro turístico

Al igual que el Reloj de Flores en Viña, la caleta de pescadores es el punto turístico que no se puede dejar de visitar cuando se viaja a Quintay. En este espacio estrecho junto al mar, se encuentra desde locales de comida de mar hasta un museo de la ex ballenera regional, que recopila más de 50 años de historia sobre cetáceos.

Al medio día, todos los restaurantes de mariscos y pescados están repletos de turistas que buscan almuerzos abundantes y de calidad. A pesar de que muchos quintayinos aseguran que no existe una gastronomía específica en su ciudad, abundan las cazuelas marinas y el pescado frito. Se tiene la tradición de usar materia prima fresca y recién pescada, como el congrio que se transporta todas las mañanas desde los botes de colores hasta las cocinas.

Claudia Poblete, oriunda de la zona y cocinera, define el arte culinario de Quintay como simple, pero único y diferente. En su picada, Fantasías Caleté, decorada con flores y colores extravagantes, se innova con platos diferente que no se ven en otros comedores.

"Nuestro local es rústico y sencillo, pero cocinamos con amor. La gastronomía de aquí es bien simple, pero abunda el congrio y el uso del pescado bien fresco. Nosotros hacemos calugas de pescado con papas rústicas y sandwich de congrio, que son platillos fuera de lo común", comentó la mujer, tras añadir que sus innovadores comidas han tenido una muy buena recepción entre los visitantes.

También está uno de los restoranes más conocidos de la caleta llamado Pezcadores, dirigido por la santiaguina Lorena Gianotti, quien hace 19 años se enamoró de la vista marítima que la retuvo como residente en Quintay. Sus productos son a la carta y se especializan en la cocina vasca y mediterránea.

"Este es un lugar encantador. Lo conocí y me gustó, quería tener una mejor calidad de vida. Además amo lo que hago, la cocina y el contacto con las personas, más aún en un lugar tan precioso como éste", dijo la santiaguina, añadiendo que "la caleta de Quintay se caracteriza por el pescado de roca. El congrio colorado y negro tienen un sabor especial por que se alimentan de crustáceos y mariscos. La comida de aquí es especial por su frescura, por la bella vista y el servicio".

Actividades únicas

En Quintay hay dos oportunidades turísticas que posicionan al pequeño pueblo en el radar de los viajeros más aventureros.

Uno es el buceo, que se imparte por cuatro escuelas de esa zona, las que "bautizan" en el agua a los y las primerizas. Esta actividad es una de las que más reúne turistas en la caleta de pescadores. Junto a ellos están los paseos en kayac y los viajes en lancha.

Francisco Venegas, instructor de Buceo Quintay, explicó que la zona de la bahía es perfecta para la práctica del nado y altamente demandada por los turistas gracias a sus limpias aguas.

"Tu ves la playa y el agua es súper cristalina y azul. Aquí no hay contaminación ni se emanan aguas negras. La gente le gusta venir por eso mismo. También hay dos naufragios sumergidos que llaman mucho la atención y una fauna marina preciosa, con grandes estrellas de mar y lobos marino", comentó el profesional.

Dijo que es una experiencia perfecta para los que nunca se han sumergido profundamente en el mar, pues te acelera el corazón y te lleva al límite.

El bautizo cuesta $45 mil pesos e incluye una clase de instrucción, el paseo bajo el agua, una fotografía sumergida y un instructor personal que se queda a tu lado en todo momento.

Más profundamente en la bahía, junto a un faro, se encuentra el museo de la ex ballenera, que cuenta con dos salas de exposición dedicadas a los trabajadores que faenaban a estos gigantes del mar sobre la playa quintayina.

La instalaciones fueron construidas por INDUS S.A en 1943. En ella trabajaban entre 700 y 1000 personas en tres turnos durante todo el año. Operaban hasta ocho barcos simultáneamente que podían cazar 16 ballenas diariamente. Con el cuerpo del animal se producía aceite, sebo, jabón, peinetas, detergentes, carnes y otros productos. La ballenera fue administrada por japoneses durante cuatro años hasta que fue cerrada definitivamente en 1967.

La primer sala del museo se dedica a los mitos y realidades sobre las ballenas, exponiendo poemas y cuentos dedicados a la fauna marina.

La segunda sala muestra fotografías y documentos de los inicios del la ballenera, su evolución y crecimiento, complementado con testimonios de personas que se criaron junto a la industria. También exhibe huesos reales de ballenas y una maqueta explicativa del proceso de caza.

Después de que la caza de estos enormes mamíferos fue prohibida por ley, se creó una sala extra en el museo dedicada a la ecoregión y a la fauna marina de la zona. Un objeto único en el lugar es una tortuga de tamaño real exhibida dentro de una caja de cristal. En ella, hay cientos de monedas, un par de cartas e imágenes de Santos, dejada ahí por visitantes que, posiblemente, le piden deseos a esa especie.

¿Y el hospedaje?

Quintay no se caracteriza por contar con una gran variedad de lugares donde pasar la noche. Se encuentran, entre sus calles estrechas, pequeños hostales y cabañas para arrendar.

El Encanto es uno de ellos. Subiendo las escaleras de la caleta de pescadores se encuentra una casa de dos plantas, acogedora y familiar.

Cuenta con 6 habitaciones completamente equipadas y una pequeña mesa en su sala de estar, donde sus dueña exhiben manualidades que se pueden regalar como recuerdos de la costa. Entre ellas hay jarrones, accesorios y grandes atrapa sueños.

Lo que llama la atención del establecimiento son los colores de telas y pinturas que decoran su bar al aire libre, instalado en su patio delantero. No cuenta con ningún techo que lo proteja por el deseo de sus organizadoras de que los clientes contemplen las estrellas mientras se toman un trago. Los fines de semana se llena de turistas y locales que buscan desde una caipiriña hasta un whisky en las rocas.

Su ubicación es conveniente, pues al medio día se baja por el sendero a la ex ballenera para almorzar, se va un rato a la playa grande o chica a nadar y, finalmente, se sube al hostal para terminar el día con un trago bajo el cielo nocturno.

Junto a una taberna, es el único lugar en la localidad donde se puede tomar una copa a la medianoche.

La estadía en El Encanto tiene un valor de $60 mil pesos, con desayuno incluido.

Un mundo aparte

A pesar de sus hermosas vistas y deliciosas comidas, lo más precioso y único de Quintay es su gente.

Todos se conocen, todos son familia, todos son vecinos.

Al quintayino no le cuesta ayudar al prójimo y recibir con una sonrisa al que viene de afuera. Su alma es tan tranquila como su pueblo y, a pesar de que las calles de su ciudad solo tienen movimiento en época de vacaciones, le encanta servir al turistas lleno de un sentimiento continuo de bienvenida.

Sus habitantes crean un ambiente agradable para toda la familia que hacen sentir amado a cualquiera, lo cual complementa de manera perfecta sus paisajes pintorescos llenos de olas azules y botes de colores.