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¡Al fin!: guardadores ya son padres ante la ley

En enero los dos niños a los que cuidan desde hace cinco años, fueron inscritos con sus apellidos. "Cerraron una etapa", dice Carmen Vergara.
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Mirian Mondaca Herrera - La Estrella de Quillota-Petorca

En poco más de un año, Carmen Vergara ha experimentado el abanico de emociones más extremo que alguien pudiese vivir. En este lapso de tiempo se encontró con el momento más amargo y también el más feliz de su vida.

Hace un mes, la hijuelense que, junto a su marido Omar Loyola, en diciembre de 2016 fueron formalizados por sustracción de menores al no querer devolver a los dos hermanos que cuidaban como parte del Programa Familias de Acogida (FA), vivió el término de una etapa llena de momentos dolorosos. Para el matrimonio, el 2018 comenzó con el instante de más dicha que han compartido: la inscripción de ambos niños como sus hijos el 4 de enero. Aunque, dice Carmen, "los sentí como hijos desde el primer momento en que los ví".

En rigor se trataba de un papel, pero para los hermanos significó una garantía de que no volverían a separarse. "Cuando el mayor pudo leer el papel: 'soy Loyola Vergara', decía (...) hubo un cambio en seguridad, él orgulloso saca su carnet de identidad y se presenta con sus apellidos (...). El más chico nos preguntaba: '¿Es para siempre, mamá?' Cerraron una etapa", recuerda Carmen.

Adopción

Para conseguir la adopción y que ambos pequeños, ahora de 5 y 7 años, mostrarán con una enorme sonrisa en el rostro sus certificados de nacimiento con los apellidos Loyola Vergara, Carmen tuvo que pasar también por momento más difícil de su vida. "Esa tarde fue muy terrible, llegaron de la PDI a la casa de mi mamá por los niños. Ellos lloraban, no se podían contener (...); no vi más a los niños por cuatro días. Ahí se me vino el mundo abajo", recuerda la mujer sobre ese 12 de diciembre del 2016. Tras ser llevados al centro cerrado del Sename en Limache, el 16 el Tribunal de Familia de Quillota resolvió que volvieran a vivir con ellos.

Aunque la estadía no se extendió por más tiempo, los retrocesos que tuvieron los niños en su comportamiento fueron evidentes, señala la mujer. "Cuando no estaban con nosotros todas la noches pedían vernos, a sus papás. Cuando volvieron a la casa estaban con miedo porque decían que los bañaban con agua helada y no los trataban bien(...) hasta el más chico volvió a orinarse en la cama y el más grande se sentaba en las esquinas con las manos en su cabeza", recuerda la exguardadora.

Sin embargo, por lo terrible que haya sido, ese momento doloroso le entregó un impulso más para seguir luchando por adoptar a los niños, a pesar de que el fin de una familia de acogida no es que los menores de edad queden definitivamente bajo sus cuidados. "No podíamos dejar que nos separaran de ellos. Siempre quisimos lograr la adopción, incluso, cuando nos detuvieron esa vez en Ocoa (casa de su madre) ya estábamos en proceso. Quizás no hicimos las cosas del todo bien, pero cuando se dijo que habíamos escondido a los niños eso no es así", comenta la mujer.

A un año y dos meses de ese instante en que Carmen temió no volver a ver a sus niños, los ojos de ambos brillan cuando ven a sus padres. Ahora los hermanitos se aprontan para ingresar al colegio con el apoyo de su familia.