Enzo Ferrari es un nombre, una marca y un personaje. Su historia es fascinante y, aunque llena de éxitos, posee un lado B que muchos desconocen. Hecho a hecho, nos recuerda que, a diferencia de lo que ocurre en la Fórmula 1, la carrera al triunfo en la vida no va por una vía pulcramente pavimentada, sino por un largo y a veces interminable camino sinuoso, en el que es más fácil tropezar que sostener un apacible viaje.
Il Commendatore -bautizado así desde que el Rey Vottorio Emanuelle III le concediera el título en 1927, por los servicios prestados a Italia- nació el 18 de febrero de 1898, en Módena. Su padre fue el industrial Alfredo Ferrari, por lo que su familia pertenecía a la clase alta italiana. A pesar de ello, tanto el padre como el hermano mayor de Enzo -Alfredino- fueron llamados al frente de batalla en medio del fragor de la Primera Guerra Mundial. Ambos fallecieron en 1916, a causa de una devastadora epidemia de gripe.
Esto gatilló que la empresa de la familia quebrara. En 1917, mientras cursaba segundo año de mecánica, Enzo también fue llamado al Ejército. Regresó, sin embargo, a casa un año después, pues enfermó de pulmonía. Fue en busca de trabajo a la Fiat, pero no logró ingresar. Y tras un par de semanas trabajando en el garaje de un conocido, entró a la CMN, Costruzioni Meccaniche Nazionali.
Sin embargo, su pasión era otra e invirtió una importante suma del capital de la familia en preparar autos Alfa Romeo para que compitieran en circuitos locales. Y para conducir uno, contra el deseo de su madre.
La Ferrari
En una de sus primeras apariciones destacadas, Enzo Ferrari termina en el cuarto lugar en una carrera por la cuesta de Parma-Poggio di Berceto. Fue en esos años cuando adoptó el famoso logotipo de su empresa: el Cavallino rampante, que irónicamente no fue lucido por primera vez en un Ferrari, sino que en un Alfa Romeo. Al interior de aquella empresa, de la que era piloto y director deportivo, creó la Scuderia Ferrari.
En 1932 se casó con Laura Dominica, con quien tuvo a su adorado hijo Alfredino, por el mundo conocido como Dino. Cumpliendo una vieja promesa, dejó el volante luego de que Dino llegara a sus brazos.
Tras un desacuerdo con Alfa Romeo -optaron por desaparecer el nombre de Ferrari de la escudería propia y correr como Alfa Romeo-, don Enzo dejó la empresa más rápido de lo que le costó entrar. Y, sin desesperarse, de inmediato inició los planos del que sería su primer auto de carreras, el primer Ferrari. Lo llamó el Tipo 815, pues su motor poseía ocho cilindros e increíbles 1500 cc.
Pero, para su infortunio, la II Guerra Mundial interrumpió el proyecto: las necesidades bélicas de una Italia asociada a los nazis convirtieron su pequeña fábrica de Módena en una usina militar. En 1944, ésta fue bombardeada y todo pareció terminar para Enzo. Si embargo, acabada la guerra rescató cuanto pudo y se instaló en Maranello, pueblo italiano con menos de 18.000 habitantes, donde la Ferrari se encuentran actualmente.
una leyenda
Presa de su poder y carisma, Il Commentatore era un afamado mujeriego. Por eso no fue sorpresa que en 1945 naciera Piero Ferrari, hijo suyo y de su amante Lina Lardi, lo que tornó insoportable la vida en su hogar.
Pero si Enzo amaba algo más que a las mujeres, eran los autos. Y en 1947 inició la fabricación de su primer auto de calle: el Ferrari 125 Sport, del que ese año logró concretar tres unidades. La meta era generar dinero para sostener los altos costos de su escudería.
En 1948 vendió 25 unidades del 125 Sport. Este dinero potenció los bólidos de carrera, los que respondieron con muchos éxitos: triunfó en seis ediciones consecutivas de la Mille Miglia. También ganó Le Mans en 1949. La Fórmula 1 comenzó en el año '50 y Ferrari apenas requirió de un año para alcanzar su primera victoria. Y algunos meses más para que su piloto estrella, Alberto Ascari, fuera bicampeón mundial.
Pero años después don Enzo vivió los momentos más desgraciados de su vida: su amado hijo Dino murió en 1956 -tenía apenas 24 años y una incurable distrofia muscular-. Tras esta dolorosa pérdida, comenzó a usar lentes oscuros, los que lo caracterizaron por el resto de su vida. Laura, su esposa, se vio tan afectada que una oscura depresión la acompañó hasta la muerte, ya separada de su esposo.
La vida le tenía preparadas más aciagas desventuras. En 1957, Alfonso de Portago -piloto español de Ferrari- chocó a 260 km/h en la Mille Miglia. Producto del accidente, fallecieron él y diez espectadores. Un estudio concluyó que hasta ese momento más de 50 personas habían muerto por accidentes en los que se involucraba a un Ferrari. Tras ello, la justicia italiana lo investigó por homicidio.
Por eso, antes de que 1958 apareciera en el calendario, se recluyó en su fábrica de Maranello. Y detalles mayores de su vida pasaron a ser un misterio. Sólo se intuía que trabajaba cerca de 12 horas diarias, diseñando motores y nuevos vehículos, cada vez más bellos y veloces.
La Competencia
Pero la historia más legendaria acerca de don Enzo tiene que ver con otra marca de autos, como fuera con Alfa Romeo o Fiat, que hoy es dueña del 90% de Ferrari.
Se dice que, una vez aislado, a comienzos de los '60 discutió con un fabricante de tractores que alegaba estar cansado de viajar a Maranello sólo para arreglar el embrague de su Ferrari. Don Enzo no encontró mejor respuesta que decirle que, si no le gustaba, fabricase sus propios automóviles.
Y así lo hizo: ese fabricante de tractores era nada más ni nada menos que Ferruccio Lamborghini. De ese modo, el creador de frases como "cuando usted compra un Ferrari, está pagando por el motor; el resto se lo doy gratis" y "lo que merece ser hecho merece que se haga bien", además de la más apasionante fábrica de autos del mundo, empujó a uno de sus clientes a desarrollar la mayor de sus competencias.
A 120 años del nacimiento de "Il Commendatore"
Fundó la escudería más famosa del mundo, pero su existencia estuvo marcada por la tragedia y los escándalos. Entre otras cosas, fue
el causante del nacimiento de su mayor rival: Lamborghini.
Por Néstor Flores F.