Guillermo Ávila N.
Hace una semana, en ella el dolor pudo más: una ambulancia la llevó de urgencia hasta las dependencias del hospital porteño Carlos Van Buren.
Alejandra Pardo Contreras, la afectada, vive en Placilla Viejo. A sus 53 años, es dueña de casa. Obligada, replica. Las labores domésticas en su ser hoy están limitadas: no puede trabajar en nada porque, menciona Alejandra al lamento, esto, su malestar, la limita... El ir a trabajar en una casa "se me hace imposible", sentencia.
Cuenta que desde el año 2010, casi como si se tratase de un milagro, espera por la operación a una hernia (incisional o evisceración). Una localizada en su lado derecho, específicamente en el vientre bajo del abdomen. Todo, vuelve y acota a la desesperación, producto de una operación a la vesícula con data de 2008. "Me salió una hernia, y luego me apareció otra más. Así quedé estancada", relata.
Dice que ha tratado de que la operen... pero todos, en los centros asistenciales -apunta nerviosa-, "se tiran la pelota, unos a otros". De allí que la señora Alejandra, que cuenta con el apoyo familiar compuesto por cuatro hijos y su marido Rafael, han sido clave en este "calvario del tratar de salir adelante".
Dolores terribles
Otro pero se escucha en su relato: "Ya me puse más persistente: quiero que me escuchen, por eso voy seguido al hospital. Ahora la hernia me produce terribles dolores de estómago. También afecciones a la columna".
Alejandra Pardo desliza que en hospital Carlos Van Buren no la desean operar debido a que se trataría de una hernia muy compleja. Que no es llegar y operar. Que es todo un proceso, "así me dijeron allá, pese a sufrir muchísimos dolores de estómago".
Ahora, doña Alejandra manifiesta que está realizando trámites directamente con el jefe de cirugía del cuarto piso del hospital Doctor Eduardo Pereira. Sobre respuestas, acuña que le dijeron lo de siempre: "Probablemente en dos semanas me llamarán: se trata de una operación de alta complejidad, me dijeron".
Lo de alta complejidad se refiere a que no es llegar y operar: se requieren nuevos exámenes (algunos en Santiago), así como soltar los músculos, inflarle el estómago... para luego entrar a pabellón.
Si es por insistencia, Alejandra Pardo revela que fue hasta las autoridades regionales de Salud para realizar un reclamo, el jueves pasado. "Me dijeron que esperara 15 días. Que me darían una respuesta del hospital Eduardo Pereira, quienes me tienen como prioridad no urgente", dice.
Gravedad
La mujer afirma con pena que lo único que desea es que se solucione su caso. "Esta operación es cara, debería salir sobre el millón de pesos o mucho más; además, como pasa el tiempo, los deterioros vienen y me hacen realizarme nuevos exámenes", cuenta.
A su lado, Rafael Rubio, marido y carpintero de oficio -"a lo cual falto por estar en estos trámites", añade Rubio-, dice que a su mujer la han llevado a la posta, pero que allí escuchó una alerta: "Si no la operan, se podría morir". Y agrega: "Ese es el miedo. Esperan a que uno la lleve de urgencia, casi a punto de fallecer, para que hagan algo. Nadie nos ayuda, nos dan puras 'aspirinas' (se refiere a que nadie se hace cargo del tema que los aflige). Desde 2010, sólo nos dicen: no hay operación, vengan mañana".
Afuera, los últimos destellos del aún fuerte sol veraniego invitan al refrescante mar. Rafael observa. Acota, bajoneado: "¡No puede ir ni a la playa! Tampoco realizar labores por esa complejidad que afecta a mi Alejandra".