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Romanticismo marcó vestuario de los animadores

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La noche era del romanticismo, y eso también lo proyectaron los animadores. Rafael Araneda eligió un terno de lana y seda negra con fantasía al tono, y como detalle para el bolsillo delantero, un pochette de seda blanco.

Carolina de Moras, un Claudio Mansilla de 12 metros de caída suave, escote heartshape, drapeados acentuados en la cintura de gasa de seda natural y un baño de metálic gold que difumina su silueta.

Para la comentarista de modas, Eugenia Lemos, una buena decisión de ambos. "Me gustó el vestido de esta noche, un Claudio Mansilla de corte muy simple, donde la gracia está en la calidad de la tela. Me gusta que haya ido esta noche con un corte más suelto, ya iba repetido el corte trompeta o sirena", dijo.

Lemos mostró su alegría por el uso de colores colores metalizados, en contraste con las joyas que son color magenta, y que también es el mismo labial que lleva. Eso sí, Lemos criticó el manicure: "Me habría gustado que hubiera sido magenta, igual que las joyas", dijo.

Un joven en silla de ruedas está "encarcelado" en su propia casa

La única salida de la que disponía, una servidumbre, fue cerrada por un vecino. La dramática situación se vive en el cerro La Cruz de Valparaíso.
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Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso

Como histórico poblador de la población El Vergel, en el cerro La Cruz, Eugenio Rojas Cano vuelve a la casa en que se crió en el pasaje Berlín, para dar cuenta de una situación que afecta directamente a su madre y a un sobrino con problemas neurológicos, quien debe movilizarse en una silla de ruedas, por su condición de discapacidad que lo afecta en un 70%. Uno de sus vecinos se tomó, con rejas y candados, un pequeño pasillo por el que la familia podía transitar, sobre todo, la silla de ruedas de Erick Rojas, que hoy día se encuentra encerrado desde hace más de un mes, lejos de ir a sus consultas médicas y tomar aire.

Luego de que el incendio de 2014 se lo llevara todo, el Serviu dejó una servidumbre o pequeño pasaje entre dos casas que, hace un tiempo, fue cercado por ese vecino al que definen como una persona que "no sabe vivir en comunidad y que siempre ha dado problemas". La familia de Eugenio Rojas Cano vive en la casa de atrás, quedando imposibilitada para salir a la calle con facilidad o que su sobrino, Erick Rojas, pueda salir del umbral de hogar.

Por un mes ha permanecido encerrado y sólo lo hace a ratos a su patio. Antes su abuela lo llevaba de paseo en silla de ruedas por los alrededores del cerro. A través de la servidumbre la silla que lo moviliza pasaba perfectamente, pero como cuenta Cano, el tío de Erick, "un día estos tipos, que ni siquiera viven acá permanentemente, llegaron y cerraron. Llamamos a Carabineros, vinieron y los hicieron sacar los escombros que habían echado sólo para impedirnos el libre acceso que, generosamente, un amigo que vive al otro lado nos había cedido".

Ahora la travesía para llegar a esa casa de atrás - que aún está en proceso de reconstrucción no cuenta con acceso frontal- es inmensa para todos. Hay que pasar por entre las ventanas del vecino buena onda o a través de unos escombros que, por la noche, se convierten en un peligro inminente para toda la familia Cano.

Y a pesar de que Carabineros tomó cartas en el asunto y el vecino en cuestión destrabó el acceso que da a la servidumbre, al cabo de veinte días volvió con una decena de familiares, con la idea de amedrentar, y con fierros cercar el sector. Cuando piensa en los más de cuarenta años que ha vivido en El Vergel, Eugenio Rojas Cano no sabe por qué la reacción egoísta contra su familia. "Si nunca le hemos hecho daño ni a ellos ni a la comunidad, absolutamente nada", comenta.

Travesía en la silla

Su sobrino tiene 27 años y cuenta con una discapacidad que supera el 70%. Su abuela saca la carpeta que esconde bajo el brazo, y de ella extrae un papel que lo certifica. Erick Rojas en una imagen lamentable está convertido desde hace un mes en un prisionero de su propia casa, a manos de la actitud de su vecino. Sólo tiene la libertad de llegar hasta el límite entre la servidumbre- que es una suerte de cortafuegos por el que pasaba hasta hace unos meses su silla de ruedas- y hasta ahí se tiene que quedar.

Con el esfuerzo compartido de su familia y vecinos, las pocas veces que sale debe hacerlo en una forma poco usual, siendo acarreado con cordeles hacia la parte frontal de la casa, que da hacia una extensa escala. La vuelta es todavía peor porque el peso de subir todo ese trecho hasta llegar a un segundo piso, con una pura cuerda, se hace una tarea imposible para tres personas.

"Pienso yo que alguna autoridad podría mediar en esto, por lo menos en el departamento de mediación de la Municipalidad logré poco. Imagínese mi mamá cuando sacaba al Erick y volvía, tenía que estar horas esperando a que llegáramos nosotros o algún vecino para que la ayudara a subir al niño hacia arriba", cuenta Eugenio.

La esperanza que le queda a este hombre y su familia que ha vivido por años en El Vergel, es que algún abogado de la asistencia judicial tome su problema y logre recuperar el espacio que perdió su vecino y que éste le había cedido para el curso libre de una silla de ruedas. Será este último, amigo y también vecino, quien vaya a defender lo que le robaron a tribunales- aunque según los expertos el terreno apropiado no pertenece a nadie- todo sea porque Eugenio Rojas Cano "pueda recuperar la paz que siempre hubo en la comunidad del Cerro La Cruz".

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