La pasión, gloria y dolor de un escritor amante de la 'pelotita'
El historiador porteño Jorge Beraud, conversó con La Estrella para hablar de su trayectoria y sus nuevos proyectos. Es considerado como uno de los escritores pioneros en plasmar perdidas historias del fútbol criollo en obras literarias.
Mauricio Oyanedel V. - La Estrella de Valparaíso.
Hay actividades que a simple vista pueden ser como el agua y el aceite. Excluyentes entre sí... Irreconciliables.
Por mucho tiempo la literatura y el fútbol se mostraron los dientes. Por un lado, la negación de los intelectuales por abordar un tema 'de poca monta'. Por el otro, el sempiterno desinterés del común de los hinchas por las letras. Pero, lo que pareció ser un natural desencuentro, no era más que una ilusión que se sostuvo producto de los prejuicios editoriales sobre los temas e intereses del 'mundo popular'.
Sin ir más lejos, alguna vez el escritor uruguayo Eduardo Galeano, se preguntó: "¿En qué se parece el fútbol a Dios? - para luego responderse - En la devoción que le tienen muchos creyentes y la desconfianza que le tienen muchos intelectuales".
Pero hoy somos testigos de cómo el fútbol y sus muchas aristas han comenzado a tomarse como una fuente - ¿inagotable? - de historias humanas y deportivas que han llenado de motivación a los jóvenes escritores.
Es que los paralelismos que se pueden hallar entre el deporte rey y la vida misma son muchos: lucha, lealtad, traición, sufrimiento... gloria.
Por la memoria
Uno de los primeros escritores de la región que se atrevió a indagar en los orígenes de nuestro fútbol es Jorge Beraud. Su inquietud por recorrer los recovecos de una historia aún no escrita, lo llevó a transformarse en un acucioso investigador. "Me acerqué al mundo de las letras porque soy un enamorado de Valparaíso, pese a ser santiaguino. Llegué cuando tenía dos o tres años. Siempre me interesó el rescate patrimonial de historias y de personajes que se han ido olvidando. Tenemos mala memoria los chilenos."
Agregando enseguida que "empecé a escribir cuando vi un reportaje de La Cuarta sobre Elías Figueroa. Después me puse a buscar y no encontré nada sobre él, salvo un libro que él mismo escribió cuando estaba en el Inter de Porto Alegre. Así que me dediqué a la tarea de investigar la vida del jugador que hasta entonces, para mí, ha sido el más grande que ha tenido Chile. Y una de las cosas que descubrí, para mi sorpresa, fue que antes de llegar a Villa Alemana, él había nacido en una casa del Cerro Florida de Valparaíso, según el acta de nacimiento que encontré en el registro civil. Hijo de una dueña de casa y de un empleado de ferrocarriles. En ese tiempo se daba mucho que las familias tuvieran a sus hijos en la propia casa", parte comentando Jorge.
Es así como el 2005 nace su primer trabajo literario, 'Valparaíso, Cuna de Cóndores' como un tributo a Don Elías. Al respecto, agrega que "el trabajo quedó muy bonito ya que para hacerlo hablé con Elías, fue muy lindo conocerlo".
Experiencia que de seguro se incrustó en lo más profundo de su nueva faceta creativa, ya que al año siguiente fue el turno de su segundo trabajo. "Después seguí escribiendo otro libro, ya que me interesó mucho lo que hizo Cobreloa a principio de los 80'. Entonces, el 2006 salió 'Equipo de Hombres', porque yo vi jugar a ese equipo cuando estaba en el liceo. Esos jugadores eran muy buenos para la pelota, técnicos y muy fuertes. Partiendo por (Oscar) Wirth, (Hugo) Tabilo, Mario Soto, Enzo Escobar y el 'Mocho' Gómez. Ahora los veo y creo que este equipo debió haber jugado el mundial de España, ya que el fondo físico de la selección que llevó Santibáñez estaba muy lejos de ese Cobreloa". Añadiendo además que "cuando entrevisté a Elías Figueroa, me contó que Santibáñez le hizo una promesa al plantel, que era llevar a todos los jugadores que habían clasificado. Se puede decir que llevó a los amigos".
Desde abajo
Reza el manido cliché que los vencedores son los que escriben la historia. Es ahí, precisamente, donde la pluma de Jorge Beraud intenta romper con lo que se conoce como la 'historia oficial' de los hechos, donde muchas veces, producto del ánimo de ensalzar los acontecimientos, el mito viene a remplazar a la realidad. "Lo que me mueve es contar historias de equipos de barrio, de ciudades y pueblitos chicos. Ahí está lo interesante, porque eso representa la verdadera sangre de una comunidad. Más allá de jugar a la pelota, se trata de hacer historia desde abajo", recalca.
Y los ejemplos no son pocos. El rescate memorial de clubes porteños centenarios, como lo es el Caupolicán (120 años), dan fe de la motivación principal de este escritor. "Hay hitos muy lindos que en algunos clubes de barrio se han ido olvidando. Imagina que el Caupolicán, que fue fundado en 1898, es el equipo amateur más antiguo de Chile. Ahora ya tiene 120 años. Ese era originalmente un equipo de pescadores, se vestían en la caleta El Membrillo para ir a jugar. Había toda una mística. Pero el 2008, cuando saqué el libro, ellos me decían que el club iba a morir porque ya no había tantos pescadores y que los hijos de ellos ya no seguirían porque estaban estudiando en institutos y universidades. Ese equipo le dio al fútbol profesional más de 40 jugadores, y no fueron más porque en ese tiempo los cabros se daban cuenta que ganaban más pescando que jugando a la pelota profesionalmente", relata.
'Triste Alborada'
Pero los intereses literarios de este profesor de historia no se circunscriben solamente al juego con la 'redonda'. La memoria familiar también se hace presente en sus textos.
En julio de 1987, su hermano Christian, fue una de las víctimas fatales del naufragio de la motonave mercante Alborada, ocurrido en las costas de San Vicente en la octava región.
La tragedia dejó un saldo de 20 tripulantes fallecidos, mientras que 17 lograron ser rescatados. Evento que aún se mantiene a fuego en la retina de Jorge. "Mi tercer libro, Triste Alborada (2008), fue sobre el naufragio de un buque, donde mi hermano perdió la vida. Siempre me quedó la espina de que el primer libro debió haber sido dedicado a él, así que ese trabajo fue como pagar una deuda familiar", confiesa.
Sobre los detalles de la tragedia, indica que "el buque, a eso de las 11:10 de la mañana, recibe olas de 12 metros de altura y vientos de fuerza 11 (escala Beaufort) que son de tipo huracanado. Eso rompió parte del portón de la bodega, lo que derivó en que entrara el agua de forma tremenda. El capitán decidió continuar con el viaje, en eso estuvieron 16 horas. El capitán fue declarado culpable por impericia y debilidad en el mando, por no querer fondear en las costas de Coronel".