Priscilla Barrera Ll.
Giselle Orellana es luchadora y optimista. Hace 12 años que está junto a Yerko Andrés Navarro Grey con quien se casó hace casi uno. Tienen un hijo de 8 en común y Yerko es además padre de una adolescente de 17.
Hace 8 años, la vida de ambos, pero especialmente la de Yerko, cambió de manera radical cuando a fines del 2010 le diagnosticaron una insuficiencia renal terminal.
Desde entonces ha debido someterse a agotadoras diálisis semanales, las que si bien le han permitido mantenerse con vida, lo dejan decaído y en algunas ocasiones, con ganas de dejar de luchar.
"Ninguno de sus dos riñones funcionan. Después de cada sesión de hemodiálisis, Yerko sale muy mal, además fruto de esta enfermedad ha experimentado otros problemas, como hipertensión y múltiples cirugías en su cuerpo. Lo que no queremos es que se deteriore otro órgano", planteó Giselle.
Tan mal queda Yerko, que incluso le ha llegado a manifestar su deseo de no seguir viviendo.
"Sale con unos dolores de cabeza terribles, con vómitos, tiene una úlcera a raíz de los continuos vómitos..muy mal (...) Después de la última cirugía a la que debió someterse le dijo al médico que ya no podía más con el sufrimiento y con la espera, que quería morir", contó su mujer.
No más
Ante el deteriorado estado de salud y la larga espera de estos años, Giselle y su marido decidieron impulsar una campaña por redes sociales para incentivar en torno a la donación de órganos y hacer visible su caso en particular.
Giselle cuenta que son 1400 las personas que esperan por un trasplante de riñón y que, al igual que su marido, muchos están en una carrera contra el tiempo.
"Mi marido ya no puede esperar un año más, ya no...por eso que nos estamos movilizando, necesitamos con urgencia que Yerko pueda trasplantarse y seguir con nosotros", expuso Giselle, quien ayer tomó contacto con el senador Francisco Chahuán.
A pesar de haberse pensionado por invalidez, Yerko está trabajando. La razón: el hecho de estar tanto tiempo en la casa sin una actividad, comenzó a provocarle un cuadro depresivo. El trabajo lo reconectó y ha significado un importante impulso en su vida.
"Él es un trabajador excelente, es lo que dice su jefe. No debiera estar trabajando porque recibe una pensión de invalidez, pero estaba entrando en una depresión horrible estando en la casa (...) Él trabaja mejor que una persona sana", sostiene Giselle, quien se manifiesta muy agradecida del dueño de la empresa de transportes que le brindó esta oportunidad laboral a su marido.