Carta de amor al canciller Roberto Ampuero
Querido Canciller:
Prometo no aburrirle ni caer en la tentación de empalagarlo o ser cursi, lo primero que ocurre cuando se trata de una declaración de amor urgente, como ésta, donde el sentimiento surge a primera vista y sin previo aviso. Un flechazo radiante que creció y creció a medida que usted se dirigía a Jorge Arreaza, ese pequeño dictador venezolano sin alma en la mirada, a quien usted desnudó en los pocos minutos que duró su inolvidable intervención, una paliza verbal sin un adjetivo de más, sin una grosería mediante, pero que dejó en la lona la arrogancia del funcionario chavista, reducido al ridículo mientras en la sala y en la audiencia y en casi toda Venezuela aplaudíamos su inteligencia y su coraje.
Lamentablemente, ese pequeño dictador parecía no tener idea de quién era usted cuando trató de agredirlo, como a todos. Porque la ignorancia suele ser la gran aliada del gobierno de Venezuela, no solo ejercida desde el poder (...), sino también alimentada meticulosamente desde el poder con miras a gobernar para siempre a un pueblo iletrado, sin el equipaje intelectual necesario para discernir. De manera que se han dedicado durante 20 años no solo a destruir escuelas, universidades, diarios, librerías y organismos dedicados a la investigación, sino a convertir a los votantes (lo único que les importa) en gente hambrienta capaz de cambiar su voto por una caja de comida (...)
Pues permítame decirle que ese pequeño dictador mintió sin vergüenza alguna frente a usted y todos los cancilleres de la OEA, usando la vieja estrategia nazi de "mientras más grande sea la mentira, más la creerán": aseguró que Nicolas Maduro ganó con 9 millones de votos (no llegó ni a 6 en unas elecciones injustas y fraudulentas) y dijo que durante las protestas del año pasado los opositores "quemaron vivas a 29 personas porque tenían el color de la piel oscura y los confundieron con seguidores del gobierno". Una mentira del tamaño de las guayaberas de Nicolás Maduro (...)
Aunque la más grande mentira de nuestro Goebbels tropical fue haber asegurado que el Consejo Nacional Electoral es el mejor del mundo, que ninguno de los países allí presentes tenían algo parecido y que era un garante de transparencia, cuando media humanidad sabe que ese CNE está al servicio del gobierno desde los días de Hugo Chávez, que sus rectoras son fichas claves de Nicolás Maduro y que para cada elección afinan sus trampas sin disimulo para convertir a Maduro en una suerte de Emperador.
En fin, Canciller, no le aburro más. Por ahora me dedicaré a buscar sus novelas, todo un acto de amor en esta Venezuela sin librerías.Trataré de acercarme a usted de la manera más bonita posible, como es leerlo y admirarlo en secreto. Y me despido agradeciéndole ese momento magnífico que tanto bien le trajo a mi alma (se me salió lo cursi, lo siento....), y que me puso a rebobinar esa escena de usted ante Arreaza, esa que siempre hemos querido protagonizar la mayoría de los venezolanos.
Elizabeth Fuentes, periodista venezolana