"Un pastor conduce a sus 10 ovejas por el desierto. Una de éstas es una oveja negra. Al pasar por un pequeño oasis, tanto el pastor como sus animales se acercan a una vertiente para beber. Una vez saciada la sed, el grupo continúa su marcha por la cálida arena, pero la oveja negra se hace la 'hueona' y se queda acostada bajo la sombra de un árbol. Una vez cruzado el desierto, el pastor decide trasquilar a sus ovejas para hacerse un abrigo para protegerse del terrible frío nocturno. Ahora, las nueve ovejas se quedan tiritando, mientras que la negra se caga de la risa bajo su árbol, calientita". Es así como, sobre una banca del paseo Latorre, el músico local Vladimir Aravena parte explicando su singular -aunque no menos asertivo- modo de entender a la sociedad, la que estaría compuesta por "líderes trasquiladores, corderos y rebeldes".
Pétalos, espinas y blues
Contra la corriente
Es que, justamente, una de las 'chapas' que caracteriza a Villa Alemana dentro del vecindario regional -e incluso más allá- es su reconocido aporte al mundo de la música desde una perspectiva crítica y rebelde. Por décadas, diversos estilos han dado relieve a una identidad local, que ha conseguido brillar con luz propia. Eso sí, dicho reconocimiento no es gratuito, puesto que muchos de los que han dedicado su vida y talento al siempre agridulce mundo de la creación artística, han debido pagar su equivalente. Y la moneda de cambio -como el protagonista de esta historia afirma- ha sido la soledad y el ostracismo.
Tal es el caso de este particular villalemanino que se ha transformado en prócer de una 'mutancia' que -desde la periferia- ha logrado darse a conocer entre los círculos musicales de la zona, ya sea por su calidad artística o mordacidad a la hora de escribir y cantar. De claros y oscuros, este músico de 57 años formó parte de una generación que comenzó a plasmar en versos el descontento de una juventud insatisfecha de su propia condición humana, la que además se vio sometida a los cánones culturales y políticos imperantes en el Chile de los '80.
Fue en esos años cuando surgió el dúo musical llamado Oveja Negra, mítica agrupación que se resiste al olvido gracias al rescate de su memoria por parte de músicos de la comuna. Sobre la génesis de una trayectoria plagada de vaivenes, 'El Vladi' señala que "por razones políticas y económicas me tuve que ir a España a principio de los '80. Yo ya había compuesto un tema llamado 'Obsesión' … y nunca me voy a olvidar que le dije a mi compañero, antes de viajar, que para mí el rock en castellano era posible. Pero él me decía que no, que no se podía por una cuestión de acento. Pero cuando llegué a Madrid, me encontré con un mundo de rock increíble en castellano, y me dije: 'chucha, Vladi, tenías razón'".
Una vez corroborada la prueba de su teoría mediante la experiencia misma vivida en el viejo continente, Aravena agrega que "cuando me vine compuse 'Tiempo de Invierno' y conocí al Jano -el otro integrante del dúo- en una iglesia. Después de varios nombres formamos a Oveja Negra y conocimos al Thelmo Aguilar, donde grabamos muchas veces para el programa 'Dimensión Latinoamericana' … así empezó toda la historia".
Pero su camino musical no se ha detenido. En el 2015, creó la banda Vladimir y los Buitres, donde predominaba la fusión de rock y folk, trabajo que lo trajo de vuelta a los escenarios locales. En el 2017, fue el turno de la banda Slide Blues, con presentaciones unplugged, las que quedaron plasmadas en un nuevo material discográfico que permitió realzar su carrera musical.
Aunque polifacético en cuanto al dominio de estilos musicales, Vladimir "A la vena" la tiene bien clara respecto a cuál es el género que mueve su fibra: "Yo estudié música un par de años en la Católica de Valparaíso, y siempre me atrajo el blues. Me he dedicado años a estudiar la historia de este estilo. Incluso he llegado a demostrar que los orígenes del blues también tienen raíces árabes, sobre todo del norte de África. Después con la captura de esclavos negros que llegaron a Estados Unidos, éstos llevaron el blues hasta los campos de algodón, plátano y tabaco. Lo ocupaban para entregar mensajes crípticos entre los esclavos, y así advertir cuando se aproximaba una barrida de 'negros'. De esa forma los patrones blancos no se podían enterar", confiesa el músico.
Sobre el tono de los mensajes que utiliza en sus canciones, Vladimir recalca que "el lenguaje del blues es especial, ya que se ocupa harta metáfora. Hoy hay bandas que son más directas en el lenguaje, pero eso no es blues. No es lo mismo decir 'las mujeres lindas me hacen sufrir', a decir que 'quiero que seas la rosa más hermosa del cielo, con las espinas más salvajes del infierno".
Vladimir ya lleva un tiempo alejado del alcohol, situación que, como él dice, le ha costado prácticamente la vida. "Yo perdí a mi familia y a muchos amigos por el copete. Es el precio que se debe pagar muchas veces por este tipo de libertad. Siempre he pasado por altos y bajos, esta 'huevá' es así. Además ya no puedo tocar como antes producto de las pastillas y medicamentos, pero no me importa porque puedo seguir escribiendo, siempre lo haré, desde la rabia y el disgusto… Pero siempre mediante un lenguaje críptico"., confiesa. En la actualidad, Vladimir lleva 2 años de abstinencia, evitando incluso el contacto con lugares y personas que promueven el consumo de bebidas alcohólicas.
El 2017 logró adjudicarse el Fosis, fondos que le permitieron conseguir un pendón roller, 200 tarjetas de presentación y 150 CD's de su nuevo disco, lo que le ha servido para reimpulsar su trabajo musical. Pero la lucha consigo mismo continúa. Brega que quiere dar solo. Sin transa. "A veces ni yo me soporto, pero eso es asunto mío. Yo jamás he pedido compasión ni nada. Tampoco quiero que se me haga un reconocimiento. Todas esas 'leseras' me importan un huevo. Pero en el fondo soy una buena persona... los que me conocen lo saben muy bien", finaliza con énfasis el autor de 'El derecho a reventar".