"Sé que sólo he dejado de ser ladrón, no por eso soy un buen o mal chico. Después de haber vivido como viví, nadie puede catalogarme en términos de bondad o maldad. No estoy arrepentido. Recibí más daño que el que inferí, y hoy no siento rencor".
A Alfredo Gómez Morel, la prensa de la época lo calificaba como "El príncipe del hampa". Nacido en los bajos fondos santiaguinos en 1916, hijo de una prostituta y abandonado en un conventillo cuando apenas tenía tres meses de vida, desde niño se formó en la escuela del delito. De sus 67 años de vida, 34 los pasó privado de libertad.
Y fue precisamente en la "cana" donde Gómez Morel forjó su personalidad como escritor. Algo así como un Jean Genet porteño, que en la antigua Cárcel de Valparaíso escribió su gran novela, "El río".
Alfredo Gómez Morel, Armando Méndez Carrasco, Luis Rivano y Luis Cornejo conforman una casta de escritores chilenos que vivieron y retrataron el lado B del Chile del siglo XX: la periferia, la delincuencia, la cárcel, la prostitución, la pobreza. Todos ellos escritores marginales, como los llama Christian Morales, académico y comunicador audiovisual quien, durante los últimos meses, se ha dedicado a rescatar el legado de estos cuatro narradores malditos, sin formación académica y bien conectados con el lenguaje y los temas de la calle, cuyas obras fueron censuradas o rechazadas en su tiempo.
"Estos cuatro escritores me parecen fundamentales en las denominadas letras al margen, las cuales nos hablan de la vida, la periferia y del primitivismo de la condición humana", explica Morales, quien pasó largo tiempo recolectando los textos de estos autores y rearmando la historia de sus vidas y sus principales obras, en una serie de programas, llamada precisamente "Marginales", que se emitirá por UCV3 a mediados de este mes.
"Cada capítulo confronta al escritor con su obra en una suerte de bio-novela narrada por especialistas y cercanos a los escritores e incorporando recreaciones. Son plumas que comienzan a ser incorporadas de forma seria en la historia de la literatura chilena y esta serie es otro empujón para ello", señala Morales.
El Puerto
De los escritores marginales chilenos, hay dos que tienen un fuerte vínculo con Valparaíso, ciudad Puerto donde siempre convivieron hampas, "choros" y prostitutas con trabajadores, policías y visitantes. Un caldo de cultivo para la literatura del margen.
El primero de ellos es Alfredo Gómez Morel (1916-1984), quien "frecuentó el Puerto, especialmente cuando llegaban los grandes transatlánticos italianos. Su oficio era carterista y lanza internacional; más tarde fue traficante de drogas. Reducía sus productos en los bares del Puerto o pagaba con joyas robadas o drogas sus estadías en los prostíbulos del barrio", señala Carlos Lastarria en su libro "Barrio Puerto".
En la cárcel porteña escribió la que es considerada su mayor novela, "El río", autoeditada en 1962 y donde relata su historia personal, sus inicios en el mundo de la delincuencia en las caletas del río Mapocho y sus permanencias en el cerro Arrayán y la prisión de Valparaíso, donde se tituló como "choro".
"Todos los días nos tenían en un patio azotado por el viento. Ahí comíamos, conversábamos y tramábamos diversas ideas, como fugarnos o como cagar a tal o cual gendarme", escribía Morel acerca de sus jornadas en el vetusto edificio del cerro Cárcel.
Aunque inicialmente autoeditada, "El río" se convirtió con el tiempo en una novela valorada: "Con más de siete ediciones y prologada por Pablo Neruda, se ha transformado en un crudo y biográfico testimonio del ascenso a choro en la jerarquía del hampa", explica Christian Morales.
en la cuadra
Desde la otra vereda, pues en algún momento fue carabinero -y ejerció sus funciones en la antigua comisaría del sector Aduana-, Armando Méndez Carrasco (1915-1984) también fue un testigo y relator de la vida en los bajos fondos porteños, particularmente del sector de Barrio Puerto, donde desde pequeño convivió con cafiches y prostitutas.
"Era un personaje de origen humilde, que desde niño ejerció varios oficios tales como mozo, ayudante de cocina, aseador de prostíbulos, cargador de la feria, cargador del puerto, operario de lancha, etcétera (…) Recorrió los barrios bajos que él conocía de sobra y con su aguda mirada captó la vida íntima de esos lugares", señala Carlos Lastarria en su libro "Barrio Puerto".
Su famosa novela "Mundo herido" es un crudo relato de sus andanzas en la famosa "Cuadra" del Barrio Puerto: "Volví a la plaza y me encontré con el vaporino dueño del '45', quien me ofreció trabajo de mozo en el prostíbulo. Cuando llegué al lugar, Lavinia la cabrona exclamó: qué bueno que tengamos un hombrecito en casa. No moví los labios, pero después le di a entender que estaba feliz con mi trabajo. Vinieron días de mucha fiesta".
"Méndez Carrasco no escribía precisamente de cárceles ni reos, aunque el peligro de caer siempre está presente. Su tema son los bajos fondos, los lupanares, el jazz, el trasnoche, los puteríos, el círculo de amigos borrachos y de mala vida… su denominada 'cáfila hampona'", explica Morales.
Méndez Carrasco fue un prolífico escritor de novelas y también responsable de un diccionario del coa, "el cual contiene uno de los mayores registros del habla del hampa criolla", explica Morales. Las novelas de Méndez Carrasco fueron calificadas como pornográficas y rechazadas por una crítica escéptica y elitista. Ninguna editorial las aceptó, lo que llevó a Méndez Carrasco a autoeditarlas bajo el sello Ediciones Juan Firula, hoy de culto. "Hoy en día, sus obras son buscadas con fervor y referenciadas como clásicos de la miseria", señala el realizador.
-¿Qué importancia tuvieron los autores marginales del siglo XX en la literatura chilena?
-No sé si fueron importantes en su contemporaneidad. Al contrario de Luis Rivano, que siempre gozó de mucho prestigio como dramaturgo, creo que la reivindicación de estas plumas por parte del canon viene desde hace poco, admitiéndolos siempre complicados y a veces con indolencia. Son autores cuyas obras causaron en su época resquemores por la descriptiva y a la vez desgarradora mirada de nuestra sociedad chilena; con soltura, estilo propio, sin concesiones ni pensando en la crítica... y tan vigentes que se hacen universales. Algunas fueron tratados de pornográficas. Todos los libros están llenos de perdedores, flaites, prostitutas, pungas, pelusas, matones de poca monta y caneros que luchan por llegar a ser choros… Acá, todas las instituciones parecen fracasar. ¿No es esto actual?
Al rescate de los autores que contaron el lado B de la sociedad