"Desierto"

Daniel Plaza se demoró seis años en publicar una nueva novela. Después de un largo periodo de ausencia, vuelve al circuito literario local con un escrito noir en el cual la microviolencia tiene un papel preponderante.

El escenario es una metrópolis inventada, con los vicios de una capital sangrienta, hostil y apocalíptica. Este lugar que podría ser Santiago (o cualquier urbe de occidente) rechaza la llegada de las grandes olas de inmigrantes, considerándolos sujetos desechables, reemplazables, que están destinados a habitar un submundo triste y decadente donde la desesperanza es la única bandera que los conduce. No obstante, este mismo sistema de libremercado, cínico e instrumentalista, necesita la figura del refugiado como mano de obra barata, pues de esta forma regula la economía y sigue precarizando las fuentes laborales. Hay una dicotomía feroz, que se hace evidente en las sociedades contemporáneas que habitamos, y que Plaza sabe retratar con la claridad y la precisión que necesitan esta clase de temas, pues es fácil caer en un panfleto que relativiza todo y no aporta en nada.

Daniel Plaza en cuatro apartados -escritos en formatos distintos-, da vida a personajes que están relacionados entre sí por un cruento asesinato acaecido en el baño de un motel. Un policía, un hombre que trabaja en un call center, una inmigrante que le escribe suplicantes -y desesperanzados- correos electrónicos a su pareja, y un narco traficante proveniente del norte del país, son las reconocibles -y angustiosas- voces que se esconden en la novela.

Los personajes de Desierto parecieran estar siempre escondiendo la cara. Atrás de un mostrador o de un teléfono, refugian sus desesperanzas entre los pliegues de sus angustias. En todas las voces hay una monotonía cargada de horror, son cotidianidades rodeadas de moscas pero nunca de cuestionamientos, pues ninguno de los personajes es capaz de dilucidar la maquinaria política-económica que se esconde tras sus miserias. Ellos son tan solo un botón, una muestra cualquiera, tomada de esta ciudad sin nombre envuelta en asesinatos y cartas sin respuesta.

Uno de los puntos en los que los personajes se topan -además de su condición de excluidos sin retorno-, es por un asesinato. Pese a ello, y pese a que los enigmas recorran todo el texto, de hecho es un escrito que nos genera más pregunta que respuestas (cuestión que se agradece)- no estamos ante una clásica novela negra, más bien hay una mutación del género que resulta atractiva por su innovación, rompiendo con los moldes convencionales de este tipo de literatura.

Con retazos de la novela gráfica Sin City, Plaza construye un relato breve, pesadillezco, contemporáneo, que no pretende esconder ni falsear, por el contrario, hay una ferocidad que duele y a la que, lamentablemente, nos estamos acostumbrando.