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Alemán "chileno" luchó en la II Guerra Mundial junto a un Papa

"Sepp" Michaeli fue obligado por los nazis a pelear contra los aliados y en el campo de batalla se salvó de la muerte varias veces junto a Joseph Ratzinger. Se radicó en Chile, donde formó su familia y ganó prestigio como arquitecto.
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Josef Michaeli Oberhauser, "Sepp" para sus amigos y familiares, cuenta que fue obligado a pelear por su país natal, Alemania, en la Segunda Guerra Mundial, episodio en el que estuvo en el mismo campo de batalla junto a Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto XVI. Salvó de la muerte en innumerables ocasiones, emigró a Chile tras el fin del conflicto bélico y en tierras criollas formó una familia, se dedicó a la arquitectura, ganó mucho dinero, escribió libros y pintó bellos cuadros.

Sus últimos años los ha vivido en Las Rocas de Santo Domingo, balneario de la Región de Valparaíso donde halló la paz que no consiguió en otras localidades costeras.

En su casa de la comuna parque, donde comparte con su esposa Eliana Silva Meissner y su hijo Cristián, nos recibe con amabilidad. Sobre la mesa de centro del enorme living dispuso pequeñas tacitas para el café, unas diminutas galletitas dulces y dos botellas de agua mineral. Él, medio encorvado por el paso de sus 91 años, se ve animoso y con una sonrisa que lo muestra muy afable. Tiene absoluta lucidez mental, no se le va ni una.

Es un frío día de agosto de 2018, aunque no tan gélido como aquellas noches de guerra, muerte y racismo en las que sobrevivió en las calles y campos de su país de origen. Una chimenea prendida nos acompaña en la entrevista. A lo lejos se aprecia silente el movimiento de las grúas del puerto de San Antonio y, en primer plano, aparece llena de gloria la desembocadura del río Maipo.

Nació y creció en Saarland, Alemania. Cuando se aprestaba a cumplir 15 años, en 1942, fue reclutado por el ejército de Adolf Hitler para que se transformara en un soldado. "Yo era un niñito", admite al recordar que en ese tiempo estaba en un internado y no tuvo opción de negarse a la guerra. Dos meses después de eso, "Sepp" cayó gravemente enfermo de amigdalitis y casi fallece en los brazos de su madre, pero ella, fiel católica, rezó para que eso no sucediera. De aquella vez recuerda que se hallaba en su cama y escuchó a la enfermera del pueblo que le dijo a su mamá lo que nadie quiere oír: "se va a morir, si pasa esta noche, va a morir", expresó esa mujer sin saber que el niño oyó tal designio. Él pensó que al menos muerto se salvaría del gran dolor que lo afligía. A la mañana siguiente, la misma enfermera llegó a la casa de los Michaeli y en sus manos llevaba trozos de hielo con los cuales le hicieron un tratamiento que incluía ponerlos en el cuello en tiempos alternos con paños calentados en agua hirviendo. De pronto, el pequeño, enjuto y moribundo soltó hacia afuera toda esa pudrición que había en su garganta. "Ya podía respirar y hablar", rememora.

Con 16 años, Michaeli fue destinado a ser parte de la batería antiaérea de la ciudad de Karlsruhe, en suelo alemán. "Los nazis dijeron que todos los niños que vivían en los internados debían ir a la guerra porque pensaban que manipular un cañón era muy sencillo", asevera.

Recibió instrucción para disparar los cañones contra los aviones aliados pero jamás le dijeron que la guerra sería tan cruda. Era un adolescente que apenas sabía de la vida y del horror.

Así lo mandaron a Munich, muy cerca del campo de concentración de Dahaus. "Nos dijeron que había que preparar 18 cañones de largo alcance. Como en la barraca no teníamos agua, todas las mañanas nos llevaban a ese campo de concentración para que nos laváramos", explica.

Bajo fuego

"En cuatro días teníamos listos los cañones. Un día una alarma nos avisó que 450 bombarderos aliados se dirigían a Munich, cada uno de ellos con cuatro motores. Llegó la nube (de aviones) y todo comenzó a temblar y se cubrió el cielo de bombarderos. Pasaron más al sur, nosotros estábamos al medio y Munich hacia el norte. Ellos no sabían que estaba la batería antiaérea y comenzamos a disparar y caían muchos de esos aviones", relata al describir la alegría que esos 200 quinceañeros experimentaron al cumplir con su misión.

Prosigue su narración. "Vi que una parte de estos bombarderos se vino directamente hacia nosotros. Yo empecé a rezar... (se queda en silencio por cinco segundos). Desperté debajo de las ruedas del trailer del cañón. Había un silencio muy extraño. Me levanté y vi que las barracas ya no estaban y que de una población que estaba cerca no había quedado nada. Me acerqué a mi compañero pero estaba muerto, estaban todos muertos; ahí quedé sin saber qué hacer. Después de un largo rato escuché que desde un megáfono alguien gritaba que había sobrevivientes. Fui donde había un minibús y éramos cuatro los sobrevivientes, nos llevaron a Munich y nos dieron cigarrillos y galletitas".

Según él, años más tarde de haber estado en ese bombardeo, confirmó que uno de esos soldados que resistió al ataque era Joseph Ratzinger, el hombre que fue elegido Papa en 2005 y que también había sido obligado a enrolarse y a ser soldado de las baterías antiaéreas del führer. El otrora Sumo Pontífice ratificaría eso mismo en su libro "Mi Vida: Recuerdos 1927-1977", en el que narró esos tiempos del Tercer Reich.

"Cuando eligieron al Papa Benedicto XVI, vi que en su historia él decía que se salvó por un milagro en los bombardeos en Dahaus, en 1943. Así supe que él era uno de los sobrevivientes y le escribí una carta y le dije que habíamos estado juntos en la guerra, le conté que yo estaba en Chile y que manejaba una institución que se dedica a dar almuerzos a la gente que vive en la calle en el puerto de San Antonio. Él me respondió y me felicitó por esa labor y nos mandó la bendición papal; dijo que el Señor nos tenía algo preparado para el futuro, él como Papa y yo como ciudadano de Santo Domingo".

"Yo nunca fui nazi, teníamos que obedecer órdenes, participar en las marchas y utilizar los uniformes, era un régimen dictatorial. En mi familia, mis padres y mis hermanos no éramos nazis. Pero en la guerra, tú tienes que salvar tu pellejo", resalta.

En el frente ruso

Luego, lo enviaron a Yugoslavia. Estaba cansado de la guerra, sin embargo, los agentes de la SS (servicio secreto de Hitler) insistían en apurar el tranco para buscar el triunfo. Fue destinado a combatir en el "frente ruso". Lo formaron como aspirante a oficial gracias a que se había ganado la confianza de un capitán y pese a las regalías que ese status implicaba, él no quería continuar.

En medio de la batalla contra los tanques rusos, "Sepp" Michaeli debía volver en retirada a Berlín. "Era un caos, bombardeos, aviones atacando; había muertos por todos lados, niños llorando encima de sus madres muertas. Todo era un desastre. Dije 'a Berlín yo no voy ni por nada'". Por esa razón huyó a un bosque cercano y desertó de la guerra, pero fue descubierto por los nazis.

Detenido y esposado por la SS lo llevaron marchando junto a otros desertores por una carretera en la que avanzaban en contra de los militares rusos que caminaban con hambre de matar alemanes. Advirtió que moriría a balazos y para evitar ese fatal destino, se hizo el enfermo, se dejó caer al pavimento y se lanzó desde un puente a un estero, rodó sobre piedras y palos. Un nazi apuntó en su contra pero no disparó. "Yo rezaba y solo pensaba que nazis y rusos nos querían matar", declara. Una vez más, salvó con vida. Se escondió en un pueblo cercano, donde nuevamente fue detectado por los odiados SS cuando viajaba en un camión. Una mujer, que también iba a bordo, lo defendió como si fuera su hijo y, en una acción inesperada, amenazó con un puñal al nazi que ya lo había doblegado a punta de patadas y que lo tenía listo para llevarlo a la horca. Libre de sus persecutores, comenzó una nueva etapa. "Nos abrazamos con esa señora y no dijimos una sola palabra y pasamos al frente de los aliados, en este caso de los ingleses".

Hacia 1945 era prisionero de guerra, pero ya le quedaba poco al conflicto mundial y así se enteró en aquel mayo esperado.

A chile

La guerra terminó. "Sepp" quería buscar un nuevo destino para vivir. En el colegio le habían hablado de Valparaíso. Imaginó que sería una ciudad hermosa y supo que quedaba en Chile, nación en cuya capital, Santiago, vivía un tío materno suyo, que le dijo que estudiara arquitectura y viajara al país para que consiguiera un buen trabajo.

Emigró a Chile en 1953. Forjó una carrera profesional de enorme prestigio. Es el creador del primer mall que hubo en el país: el Apumanque, aunque también diseñó algunos de los ochenteros "caracoles" y La Recova, en La Serena.

Se casó en 1956 con Eliana Silva Meissner, con quien tuvo cinco hijos: Andrés, Consuelo, José Luis, Alejandro y Cristián. En 1958 se nacionalizó como chileno. A mediados de los 90 se radicó en Santo Domingo, donde descansa y goza de una buena vejez. También se ha dedicado a impulsar acciones solidarias como la que ejecuta el Centro Teresa de Calcuta, que alimenta a gente que vive en situación de calle. Allí ayudó a la fundación del colegio Helen Lee Lassen y ha sido activo partícipe de la Casa de la Cultura de Santo Domingo. "Tengo que darle las gracias al Señor Jesús porque me ha salvado tantas veces de la muerte segura y mi forma de hacerlo es dedicarle mi vida al prójimo", sostiene.

Ad portas de publicar una nueva versión de su libro "Así fue", confiesa que se siente un chileno más. "He sido súper feliz en Chile porque esta es mi patria", afirma mientras la chimenea de su hogar se apaga anunciando que pasaron casi tres horas de conversación. Se levanta de su silla y regala un abrazo, también nos deja mirar a San Antonio desde su terraza.

"Sepp", el veterano de guerra, el pintor, el escritor, el solidario alemán-chileno, el arquitecto famoso, se despide amable y nos regala su libro "Apariciones", en que describe las apariciones de la Virgen en el mundo y cuya edición es un fiel signo de su reconocido compromiso con Dios, ese que tantas veces lo salvó en medio del Holocausto, ese ser que, según él, lo ayudó a persistir en ese horrible momento de la historia de nuestro planeta y del cual él solo guarda recuerdos en su mente, más no una innecesaria fotografía de ese armatoste bélico que fabricaron un loco y millones que lo siguieron. "Sepp", el santodomingano, hoy es un superviviente, un documental humano de la Segunda Guerra Mundial.